La hermana pequeña, apesadumbrada. Ni una sonrisa. |
El titulo de “Crepúsculo en Tokio” (Yasujiro Ozu, 1957) no se presta, en esta ocasión, a ninguna confusión. Tanto física como anímicamente, el sol y los personajes, la película misma, se sitúan claramente en su fase crepuscular y más allá. La oscuridad predomina casi todas las escenas del film y esto quedó anoche acentuado con la copia proyectada en la Filmoteca, en un fatal estado tanto de luz como de sonido, aunque, para ver el lado positiva de esa deficiencia, se podría decir que eso favorece, por una vez, la visión de una pelicula que creo resulta, por lo que he visto suyo, de lo mas triste de Ozu. Al menos no he captada en ella ninguna escena jocosa, que promueva a la sonrisa, salvo un detalle menor por el final. Sólo esa música estilo la de los films de Jacques Tati aporta una alegría que, por contraste, confiere un sentimiento totalmente opuesto.
Uno de los escenarios recurrentes de la película es la casa donde se juega al mahjong, que no podría ser un sitio mas sombrio, como otros locales nocturnos que resultan bastante desoladores. Pese a la musiquilla como de baile que los invade, una extraña tristeza los deja sin aire que respirar.
Aparece una conversación decisiva junto al río, en el crepúsculo (apenas se ve nada). Se oyen lejanos cánticos como infantiles o de fiesta (camuflados entre el sonido de fondo de la banda sonora de la cinta proyectada) desde el interior de la clínica, el personaje del padre entra a jugar al pachinco en un local de esos que revisitó Wenders en su “Tokio ga”.
Una escena en una estación de tren merecería aparecer en todas las antologías sobre este tema y, al final, un sonajero que es accionado por Chishu Ryu y el camino de éste hacia el trabajo cierra casi en la perfección esta singular película.
Setsuko Hara, aquí la hermana mayor, siempre una presencia inolvidable. |
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