La escena inicial, en el escenario, sobre el que se arroja niebla de esa baja.
Ya pasados los años, el protagonista en libertad, estancia en la casa de campo. Pero el plano de esas rejas seguro que no es casual.
Preparando los documentos que serán el guión de la obra a desarrollar.
¿Por qué será que me interesan y he visto unas cuantas películas o series que repasan algún crimen sonado, si soy de los que, viendo las noticias de la tele, cuando llega el apartado estilo “El Caso” -que abunda-, apago el televisor, y cuando me hablan de alguno me resultan totalmente desconocidos?
Los casos paradigmáticos serían las realizaciones de esa cuerda de Elias León Siminiani y Justin Webster, pero ahora he tenido oportunidad de ver una película bastante diferente, pero que insiste en ese tema, “Sumario 3/94” (Abel García Roure, 2024; parece se estrenará en Barcelona el 3 de enero, en el Cinema Maldà), y no me arrepiento.
En una filmación casera vemos una fotografía familiar desenfocada, que recupera el foco por un momento para volverse a desenfocar enseguida. Recoge la figura -entonces relativamente joven- de Vicente Arlandis, cuyo caso se repasará treinta años después, él ya salido de la cárcel, en la que cumplió condena por homicidio, por activa y por pasiva.
Poco después, la cámara -ésta actual, y profesional- se mueve por un escenario sobre el que se vuelca, mediante un cañón, humo… Una mujer baila en el escenario y un hombre la mira satisfecho en el patio de butacas. Él es el hijo de Vicente Arlandis, el que divulgó y denunció la acusación efectuada a su padre por canales de televisión (de los que vemos algún corte).
Enfoques y desenfoques, realidades a veces enturbiadas por humo, pues.
Tras esta introducción, vemos cómo la pareja se instala en la casa de campo de un amigo, donde extiende todos los informes de la Guardia Civil, pruebas y demás documentación del caso. Mediante todo eso van a proceder, contando con el acusado y su familia, a una representación teatral de cada elemento significativo de la investigación y juicio que, si no puede revertir los años de prisión, quizás sí, a modo de la psicomagia de Jodorowski, quizás pueda sanar algo a los afectados.
Eso y las filmaciones caseras tomadas principalmente en las salidas de permiso penitenciario constituyen la película. Una película que el mismo García Roure cuestiona irónicamente mediante una pregunta oída en la banda sonora cuando acaba la proyección.
Otra cosa: Quizás Abel García Roure no lo ha buscado, pero a mí la película me ha interesado, además de por todos estos juegos sobre la representación, la verdad y sus veladuras, como revelador retrato de dos generaciones sucesivas, procedentes de la clase obrera.
Y, como posible respuesta a la pregunta inicial, ¿será que porque me gusta el cine?
Grabación, hace años, del hijo a su hermana. Muy interesante para redondear el retrato del que hablo.
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