Hablaba de un artículo del dossier dedicado al soporte vídeo en el Positif de diciembre, que haría silbar los oídos a los que llevan cineclubs. Como contiene aspectos de divulgación que creo puede interesar a todo el mundo, hago ahora referencia a él aquí.
Se trata del artículo de Fabien Gaffez, director artístico del Fórum des Images parisino, “Écrans partagés. Support vidéo et salle de cinéma”, que habla, entre otras cosas, de lo siguiente:
Dice que el artículo se concentra en salas que funcionan sin billetería regulada oficialmente y que “pagan tarifas de alquiler, siempre negociables, a distribuidores, vendedores, estudios, gerentes de tal o tal catálogo de films. Hablo pues aquí de festivales, cinematecas o instituciones culturales”. Y ahí entran, añado yo, los cine-clubs.
Ésta es la parte divulgativa que la gente no suele conocer:
“Para programar un film, es necesario encontrar antes al poseedor de sus derechos por un lado, y el material de proyección por otro (sabiendo que se pueden ostentar los derechos de un film sin poder poder suministrar el soporte de proyección, y que se puede haber encontrado la copia de un film sin haber podido identificar a quien tiene sus derechos de exhibición, en la jungla administrativa de las herencias y depósitos). Una ecuación que es necesario imaginarse internacional, con tantas reglamentaciones y tarifas como países. A eso se añaden varios parámetros, que tienen todos una incidencia económica y ecológica: el transporte de las copias, su eventual subtitulado, su calidad de conservación, etc.”
Añado de mi cosecha aspectos que no todos los cine-clubs tienen resueltos gracias a alguna institución o voluntariado (alquiler sala de proyección, pago presentadores o al menos los gastos para hacerlos presentes en la sesión, personal para la logística de la programación y la proyección,…) para dejar entender que, haciendo unos mínimos números, es bien difícil que éstos salgan. Baste tener en cuenta que los derechos de una proyección de película “normal” suponen del orden de unos 300 euros. Dividir eso más los otros conceptos a aplicar por el número de espectadores previstos y se verá que en el mejor de los casos se corresponde con lo que viene a costar una entrada a un cine comercial y, como dice Gaffez, “todo espectador que paga una entrada para ver una película en una sala en vez de en su salón tiene todo el derecho a esperar unas condiciones óptimas de proyección, cosa que un soporte vídeo no proporciona necesariamente”…
Otras cosas que explica Fabien Gaffez:
-“El uso del soporte vídeo en las salas está mucho más extendido de lo que se suele imaginar”. Tuve acceso a encuestas sobre los soportes empleados por los cine-clubs federados en la Federació de Cineclubs de Catalunya y resulta que viene a ser mayoritario…
-“Ciertas ediciones Blu-ray que anuncian copias ‘restauradas’ mienten sobre su mercancía, puesto que su máster no se ha beneficiado más que de un rápido aseo asistido de la IA. No hay una correlación sistemática entre el soporte y la calidad de la copia, aunque dicho eso, Francia está bien dotada, con una edición vídeo, sobre todo de films de repertorio, de gran clase (con Carlotta, Potemkine o L’Atelier d’images), sin olvidar el trabajo de orfebres de los británicos de Arrow Films y de Powerhouse Films”. Desgraciadamente, añado yo, ya hace mucho que no vemos las fantásticas ediciones de sellos como Intermedio o Cameo, y unas cuantas de las casas editoras españolas que quedan no es que se esmeren demasiado en sus productos.
-“El soporte vídeo, grabado sobre disco, representa siempre un riesgo para la proyección. Es un soporte inestable (el disco puede saltar, congelarse, detenerse,…). (…) Las mezclas de sonido de un soporte vídeo está pensado para la sala de casa. El sonido aparece en general degradado en la sala de cine (…). Cuanto mayor sea la pantalla, más se magnificarán los defectos de una imagen.”
-“Algún gran estudio, como Disney, no autorizan la proyección en vídeo, sin, a cambio, proponer otro soporte. (…) Hay quien hacen un comercio más discutible, como Swank Films, que explota los derechos, únicamente en vídeo, de grandes catálogos para proyecciones públicas, a menudo fuera de sala (al aire libre, en mediatecas, salas de fiestas, etc.) sin nunca proporcionar el material.”
Ahí queda eso.
(Foto del artículo de Positif y cartel que dibujó J.M. Olagorta para la exposición que, sobre el cineclubismo, tuvo lugar en la Filmoteca en 2019/20)
Cartel que dibujó J.M. Olagorta para la exposición que, sobre el cineclubismo, tuvo lugar en la Filmoteca en 2019/20
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