Las primeras y últimas imágenes de “Autobiografía de Nicolae Ceausescu” (Andrei Ujica, 2010; ayer en la Filmoteca) no corresponderían en buena ley a su autobiografía. Se trata de imágenes que sacaron de la pareja presidencial en el pseudo-juicio que montaron contra ellos antes de matarlos.
El resto sí podemos decir que son las imágenes dictadas por él y su camarilla. Para entendernos, reportajes sobre sus recepciones, viajes (siempre agasajado por todos los líderes del mundo), discursos (de un bajísimo nivel, pero recibidos con estruendosos aplausos), visitas de obras… y escenas supuestamente más privadas, como sus cacerías (¿a qué me recuerda eso?), fiestas o descansos con su mujer, se supone que todos trasmitidos en hora estelar por la televisión estatal para ir comiendo el coco de la audiencia.
Toda una primera parte los baños de masas son -la técnica del momento obliga- en blanco y negro, mientras que sobre la mitad irrumpe el color con una grabación en la que Ceausescu y su mujer, patosos perdidos, juegan con unos cuantos de sus aduladores al balonvolea, sin dar una a derechas. Sólo una escena más para hacernos dar cuenta que sólo se trata de unos tristes catetos absolutos, que en condiciones normales no destacarían en ningún campo.
Es inevitable pensar cómo llegaron a ser los líderes intocables, para los que se organizaban vergonzantes celebraciones masivas de sus cumpleaños, congresos con respuestas unánimes de sus zalameros diputados, desfiles y paradas gimnásticas y de danza (en Rumania y otros sitios, y notoriamente China y sobre todo Corea del Norte) que ríete de la Barbie.
Pero quizás esas imágenes de su servicio de propaganda seguirían haciendo hoy mella: A la salida de la sala una señora, confusa, me dirige la palabra:
-¿Pero no lo asesinaron? He esperado hasta el final para verlo, pero no se ve lo que recordaba.
-Sí, si, después de ese juicio de pega, los mataron.
-¿Pero por qué? Si se ve lo bien que lo hicieron todo…
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