jueves, 28 de noviembre de 2024

l segreto dil bosco vecchio


No iba a escribir nada de “Il segreto dil bosco vecchio” (Ermanno Olmi, 1993), que pasaron anoche en la Filmoteca, porque aunque sabía que estaba basado en un relato de Dino Buzzati, no pensaba que se tratase de un cuento infantil, con animales hablando entre sí y cosas así: la proyección de sus 134 minutos se me hizo dificilísima de soportar.
Pero, en cambio, sí que me gustaría dejar escrita la idea que me insertó en la cabeza su escena final, que aunque no creo que nadie de su enfervorizado y vencido público de anoche interpretaran como hice yo, me da la impresión que, abandonando el didactismo diáfano de toda la versión del cuento previo, entraba en alturas mucho más elaboradas y punzantes.
Esa idea me surgió, eso lo tengo claro, gracias a conocer su emotivo último largometraje de ficción, “Torneranno i prati” (2014), dedicado a la memoria de su padre, quien fue uno de esos desgraciados que, inocentemente, con la inconsciencia total de una juventud manipulada, corrió a ir a combatir a los servios en las montañas en la primera guerra mundial, como si se tratara de un juego, sin pensar ni por un minuto en el desastre, sufrimiento y -en enorme cantidad de casos- muerte que se iba a cebar con ella.
No va cantando, ni mostrando alegría alguna, el batallón de soldados que, en larga formación en columna con fila de a cuatro, marcha por el camino en medio del valle nevado junto al bosque de la película vista ayer. Pero es de noche, avanzan decididos y está claro que se dirigen hacia el frente (la película está ambientada en esa misma época, la de los años de la Primera Guerra Mundial). El narrador concluye en ese momento su cuento, hablando de la confianza esperanzada en un nuevo día, y palablas floridas de ese estilo. Exactamente el tipo de cantinelas poético-patrióticas bajo las que iban todos esos jóvenes a hacer de carne de cañón y de víctimas del frío.
Apostaría que al filmar eso Olmi ya estaba pensando en los de “Torneranno i prati”. Lo que, para mí, eleva la película, por un momento, a más altas cotas de reflexión y emoción.
(Como sea que no he dado con fotograma alguno de la escena en cuestión, para ilustrar estas líneas cuelgo una fotografía de algo similar, si bien de otro lado muy diferente)

 

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