Pablo La Parra y Enrique Fibla, en la presentación de ayer en la Filmoteca.
Iba ayer a la Filmoteca para ver “Espagne vivra” (Henri Cartier-Bresson, 1939) y quizás lo que más me sorprendió ver estaba en la película a la que iba a confrontar, “Quan la gana apreta” (“Cuando el hambre aprieta”, Lluís Gibert Romeu, 1939; o posiblemente mejor 1943).
Ambas centradas en la guerra civil española, desde dos formas de hacer -profesional y amateur, como quiere el ciclo de conmemoración de los 100 años del cine amateur en Cataluña que las acogía- y puntos de vista opuestos (vendiendo la causa republicana a los franceses la primera, narrando cómo vivía en la “zona roja” una familia simpatizante de Franco la segunda).
Si digo que la película amateur (rodada en 9,5 mm, sin sonido y proyectada ayer con el acompañamiento al piano de Josep Maria Baldomà, quien le compuso una partitura a base de canciones populares muy famosas) fue quizás la que más me sorprendió fue no por sus secuencias de animación -muy rudimentarias-, ni por sus mejores segmentos -que recuerdan, con sobre impresiones y todo, a un cierto cine de vanguardia de veinte años atrás-, ni mucho menos por sus escenas en las que la familia y amigos del realizador actúan para enseñar las colas que deben sufrir para hacerse con algún alimento, o el hambre que pasan, sino por lo que tiene de documental inédito de la Barcelona de esos años.
Porque, con escenas grabadas libremente o bien otras de forma oculta, aparecen en él kioscos de las Ramblas, tiendas con su escaparate vacío de mercancías, colas, carteles de incitación política por todos lados y, sobre todo, en las fachadas del actual Fomento del Trabajo (entonces de la FAI), del Hotel Colón y hasta de La Pedrera (PSUC). También, tras la conquista de Barcelona por los nacionales, su desfile de la victoria como nunca visto, o la misa solemne en la Plaza Cataluña.
La ideología de su autor (que, para recordar a los que alguna vez llegaron a pensar que la guerra civil fue una guerra de liberación de Cataluña, puso tanto el título como todos los rótulos explicativos de la película en catalán), se hace más que evidente. Una frase de sus rótulos me recordó al Museo de la vida cotidiana durante la guerra y la inmediata postguerra de Tokio, que hablaba de las penurias de la población civil en ese periodo, pero ni en el más mínimo momento asumía ni un ápice de responsabilidad de los japoneses en provocar todos esos bombardeos y consecuencias. En la película amateur se habla escueta y limpiamente de “el terror de los bombardeos que la guerra provocaba”, así, como un drama llovido del cielo.
Puede verse libremente en la web de la Filmoteca de la Generalitat.
La película de Cartier-Bresson (que firma como “Cartier”) también posee imágenes que me han parecido inéditas -sobre todo de soldados marroquíes- pero muestra una forma a la que ya estamos ahora más acostumbrados: una voz en off -aquí femenina- que lee un texto de Georges Sadoul acompaña las imágenes y va intentando convencer a su audiencia francesa de la injusticia de no volcarse a ayudar a los republicanos, cuyo fracaso podrá significar el futuro inmediato del aislamiento por tres costados de Francia y la democracia en Europa.
Por YouTube se puede ver una copia, pero de tan sólo 23 minutos, y no los 47 proyectados.
Una miliciana yendo al frente de Aragón que aparece en la película de Cartier-Bresson.
Y, detrás de la farola, los estragos de un bombardeo en Barcelona.
Abajo, en medio, la marca de la perforación del 9,5 mm del film amateur.
Fotograma del film amateur.
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