miércoles, 13 de noviembre de 2024

João Bénard da Costa – Outros amarão as coisas que eu amei


Johnny Guitar llegando a la casa de Viena. Sobre la más famosa escena de la película Joao Bernard da Costa dice: “Recordo programas de cineclubes, ou artigos de revistas, que publicaram aquele famoso encadeado de perguntas e respostas entre Guitar (Sterling Hayden) e Vienna (Joan Crawford) quando começam a evocar o passado, na noite da chegada de Johnny ao saloon de Vienna. É quando ele lhe pede para ela entrar e dizer “something nice”, quando ele lhe pede para ela lhe mentir. “Tell me you love me like I love you.” Mas, reduzido a escrito a seco, o diálogo é constrangedoramente banal. Se as pessoas ficam com tal memória dele é pelo concerto de vozes que se ouvem no filme - raspante a de Crawford, átona a de Hayden - e pela associação delas à fabulosa partitura de Victor Young. É pelo modo como a câmera e os corpos se movem durante, é pelo contraste dos encarnados, dos verdes e dos castanhos. É pela prodigiosa presença daquele décor gruta, alucinantemente barroco, simultaneamente mausoléu, bordel e casa de feitiços.”


En el encadenamiento de imágenes familiares iniciales. La muerte trabajando.


Después de muchos días sin ver cine -por no importa qué canal- que me resultase plenamente satisfactorio, por fin ayer me llegó el deslumbramiento. Se trató de “João Bénard da Costa – Outros amarão as coisas que eu amei” (Manuel Mozos, 2014), una biografía establecida a través de la selección y ordenación de sus propios textos de quien fue programador de cine de la Fundación Gulbenkian y luego programador y director de la Cinemateca Portuguesa hasta su muerte, en 2013.
Fue en la Filmoteca y la lástima es que se pasó en sesión única -sin posibilidad de recuperación, pues- en una Sala Chomón casi vacía, tras un fuerte aguacero.
Los textos, en primera persona, encadenados, mientras la cámara suele mantenerse en planos fijos para cada uno de ellos con bellos encuadres, los dice una voz en off que aún no he podido discernir si es la del propio Joao Bernard da Costa o la de su hijo. La gran mayoría son sobre películas de culto de las que se ven unas cuantas secuencias en un monitor de moviola. A la belleza de estas secuencias seleccionada, o de las fotografías de películas que también pueden verse, junto a la de las músicas añadidas, se suma la belleza y suavidad del idioma portugués, logrando el conjunto trasmitir emoción a flor de piel.
Las primeras imágenes se reservan a fotografías familiares, en una secuencia en la que el niño Joao Bernard sufre un crecimiento imparable. Quizás por ello el escritor y cinéfilo recuerda aquella frase de que la fotografía es “la mort au travail”. Luego asoman con frecuencia el convento de la Arrábida y el paisaje que lo rodea, con incursiones al mar, donde supongo que el escritor debía ir.
La sesión acaba, pasados los años, confirmando el trabajo citado ya casi realizado del todo, con la hermosa resurrección de Inger en el “Ordet” de Dreyer y la muerte que no es resurrección de Lucía, la señora Muir (Gene Tierney), pero que le permite ir feliz con el fantasma de su marido. Aunque, en realidad, acabar acaba con el famoso relato de Borges:
“Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.” El retrato de Joao Bernard da Costa está finalizado.
(En los pies de cada foto, alguna precisión más)


El fantasma de la Señora Muir. Él despidiéndose.
 

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