Tomàs Pladevall comparando las impresiones logradas en una película Kodak con las obtenidas en una pequeña bobina de Pathé de 209 años de antigüedad facilitada por la Filmoteca, que trabaja mucho con él en este tipo de pruebas.
Mr. Fleury en “Tren de sombras”, fotografiado por Tomàs Pladevall.
Aunque quizás el mayor tour de force de Pladevall fuera imitar los tics de los cineastas amateurs en las supuestas películas de Mr. Fleury, sobre las que después se establecería aquella emocionante exploración en la mesa de montaje.
Quizás en su segunda mitad flojee un poco, dispersándose, después de un arranque espectacular, este “D’Ombres” (Joan Tisminetzky, 2021) que busca hacer un pertinente retrato del oficio acumulado por el muy especial director de fotografía Tomas Pladevall.
Una primera sorpresa positiva es que, en vez del documental usual sobre un personaje, en el que todos hablan maravillas del mismo, mientras se ensamblan documentos que reflejan su trayectoria, Joan Tisminetzky ha optado por ir directo al punto esencial para Pladevall, la luz, y se pone a servir una serie de secuencias sobre ella, tal como vivida y trabajada por el mismo.
Así, tenemos al director de fotografía captando un amanecer y un ocaso (escenas que seguramente marcaban los límites de la estructura inicialmente pensada para lo que iba a ser un cortometraje, convertido después, por mor de hacer entrar en su producción a TV3, en un metraje de 60 minutos). Pero también aparecen el fuego y muchas bombillas incandescentes, como las que sabemos ahora que colecciona y reserva para su uso Tomas Pladevall.
Que Pladevall sabe sacar el máximo partido de la luz en sus trabajos nos queda claro a la primera de cambio, mediante unas maravillosas escenas del “Tren de Sombras” de José Luis Guerin (con la aparición de Mr. Fleury ‘en fantôme’) o dando instrucciones para la iluminación de un diorama-belén gigante. Es divertido oírle pedir al técnico que suba una determinada luz “un pensament” (un pensamiento) más arriba, para así evitar una pequeñísima sombra…
El documental consigue también transmitir el carácter único de Pladevall, siempre con sus cálculos y registros relacionados con la luz, haciéndote sufrir viéndolo manejando unas bobinas con sus temblorosas manos debido a su párkinson o subiendo las escaleras de un faro, así como su enorme responsabilidad demostrada con respecto a su trabajo, que le hicieron continuar en un rodaje el día del entierro de su padre, para no dejar a todo el equipo del film en la estacada.
Y un último rasgo que lo aúpa: ese prohibir que Tisminetzky diera un tono nostálgico a lo que estaba haciendo, pidiendo huir del cliché: “Cinema Paradiso -recalca- ha hecho mucho daño”.
Joan Tisminetzky, con la responsable del festival de cine inédito La Inesperada, en la presentación de la película en la Filmoteca.
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