Pues con “Nubes dispersas” (“Nidaregumo”, 1967) hemos llegado al último largometraje realizado por Mikio Naruse y creo que al último del ciclo que le ha dedicado la Filmoteca.
Aprovecho la circunstancia no para hablar de la película (solo una migaja) y hacerlo de otra cosa.
“Nubes dispersas” es otro melodrama desatado, sobre un amor imposible, del que ya se sabe desde un principio más o menos que va a pasar. Dado eso, aproveché la proyección para despedirme, disfrutando del formato panorámico que nos ha acompañado en casi todo el ciclo, los maravillosos colores años 60 o los interiores de arquitectura japonesa, aquí con el aditamento de una serie de novísimas casas sociales. Y, ya puestos, de la actriz principal, Yôko Tsukasa (las fotos que pongo no le hacen justicia) en un papel que me parece precursor del de Maggie Cheung en “In the mood for love”.
Pero de lo que de verdad quería hablar es de las bondades de retrospectivas y ciclos como éste dedicado a Naruse, del que además hemos podido ver sus películas en el siempre de agradecer orden cronológico. Será una perogrullada, pero hay que decir que ver así, una detrás de otra, sus películas más famosas, ayuda un montón para entender y conceptuar a un cineasta. Como pasó años anteriores con los ciclos de Ozu o de Bergman, vas paulatinamente apreciando temas, formas de hacer y hasta de mostrar unos paisajes. Llegas, te pones ante la pantalla y -aún con incapacidad congénita como la mía para aprender sus nombres- reconoces a los actores, que se van repitiendo de una a otra película. Ya han entrado a formar parte de tu familia.
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