Ayer inauguración del ciclo Pasolini en la Filmoteca. Esteve Riambau comentó que, no queriendo reproducir la retrospectiva efectuada en 2013, se decidieron por confrontar unos cuantos de sus films más famosos con toda una retahíla de piezas para la televisión de variado formato y duración, que pueden recibir quizás el nombre de “apuntes”, por su carácter de dietario, de ensayo: “Pier Paolo Pasolini. Cinema contra televisió”, se llama el ciclo resultante, para cuya apertura acudió ayer Roberto Chiesi, responsable del Centro de Estudios Pasolini de la Cineteca de Bologna, quien lo primero que dijo ayer es que a Pasolini le habría satisfecho esta aproximación.
En noviembre 2015 en la Filmoteca también se proyectó todo un ciclo con el nombre de Pasoliniana. Desde el grupo Projecte Pasolini Barcelona pudimos “venderles” el regreso a Pasolini a sus salas porque les convencimos de que no teníamos previsto volver a pasar sus películas, sino películas recientes, de cineastas actuales que, por sus características, pensábamos que podrían dialogar bien con las preocupaciones del poeta, pensador y cineasta italiano.
Esa “Pasoliniana” tuvo lugar durante todo un año de actividades que enmarcamos bajo el título de “2015. Un any sota el signe de la passió”, para el que movimos (o movieron los más conectados) todo tipo de relaciones. Un proyecto que también surgió, junto a conferencias y presentaciones de diferente tipo, fue el de investigar la relación entre Pasolini y Barcelona, cuyo resultado acabó dando forma al documental de Hilari M. Pellicé “Pasolini a Barcelona” (2015).
Pues bien. Surgieron por ahí cantidad de incoherencias sobre lo sucedido entre las versiones de los diferentes testigos de las visitas de Pasolini a nuestra ciudad, hasta el punto de que llegamos a pensar que sólo documentos (notas, correspondencia) del propio Pasolini podrían resolverlas. Y ahí siempre surgía el nombre de Chiesi como puerta a abrir, señor todo poderoso, difícilmente alcanzable, de sus archivos.
Por eso, para ver en directo a tan poderoso caballero, acudí sobre todo anoche a la Filmoteca. Y se ha de decir que dio la impresión de persona asequible y razonable al menos en su discurso, dibujando muy bien el carácter y motivaciones de Pasolini.
En su presentación inicial deshizo la posible incoherencia planteada por Riambau de que Pasolini tuviera la televisión como una bestia negra… mientras él la utilizaba con frecuencia. Chiesi explicó su concepción inicial (cuando aún no era cineasta, sino un novelista, un personaje bastante escandaloso, que como tal no solían invitar a aparecer en la televisión) y posterior, ya Pasolini cineasta (cuando sí le llamaban a programas culturales y de todo tipo), de la televisión como instrumento básico de degradación cultural. Pero es que Pasolini acudía a la televisión para criticarla desde dentro. Tuvo siempre, pues, un uso crítico de la televisión, a través de la que vio podían divulgarse sus obras de carácter o por lo menos metraje que no admitieran las salas de cine.
Este es el caso de la primera pieza de la sesión, que ya se podía ver, si bien muy mutilada y totalmente descontextualizada, vía internet: “La forma della città” (1974). Ese fue un episodio de una serie de programas, “Io e…”, de la que ayer vimos también su carátula, en la que se invitaba a un artista a que explicase cuál era su obra preferida. Pasolini renunció a nombrar un cuadro, una escultura o lo que fuera y escogió hablar de la ciudad de Orte, situada en el centro de Italia, lo que aprovechó básicamente para denunciar la especulación de los últimos años, que llevaba a la degradación de la configuración urbana de muchas ciudades italianas, llegando a decir -y a mostrar- que el consumismo actual estaba llegando a destrozar lo que el mismo fascismo no había conseguido.
Lo primordial del film es el impecable discurso de Pasolini, mientras que, como señaló Roberto Chiesi, siendo un programa de la televisión con su propio realizador y demás, Pasolini consiguió ser él el que decidiera
el encuadre, movimiento de cámara, etc, convirtiendo una pieza de la TV con realizador y director propios en una obra por completo suya.
La idea trasmitida por Pasolini no es preservar de la destrucción los grandes elementos -que también, pero eso ya casi se da por descontado- sino elementos constructivos de aparente modestia arquitectónica, que configuraban la forma de vida popular en el pasado.
Y eso mismo es lo que defiende en los diez minutos de “Le mura di Sana’a” (1974), un mínimo apunte que efectuó cuando fue a rodar un capítulo del Decameron que luego quedó fuera de su montaje definitivo.
En él aparece inicialmente una mujer, a la que se lo dedica, espantando pájaros con una especie de honda para preservar sus cultivos, pero sobre todo aparecen las murallas y todo el caserío de la ciudad yemení, en serio peligro de destrucción debido a los afanes de modernización y de incipiente salida de la pobreza del entonces joven y revolucionario país.
Tanto en la banda sonora del film como en la rueda de prensa en donde se pasó -que también vimos-, Pasolini lanzaba un grito de socorro para que no se perdieran este tipo de tesoros.
Tuve que volver a casa corriendo sin oír ni la primera respuesta de Chiesi en el coloquio, porque recibí entonces un mensaje de que me estaban esperando -sin llaves- para poder entrar en casa, pero en realidad ya estaba todo dicho. Quizás no que, con su amplia visión de lo que estaba llegando a nuestras sociedades, con el Yemen Pasolini no supo ver, en esa ocasión, su terrible destino. Ni tampoco ver la penosa derivación posterior de lo que ponía como una posible salvación de Sana’a y otras muestras de la vida popular antigua, la del turismo, convertido en un esqilmador absoluto de la vida de los sitios expuestos al mismo.
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