domingo, 12 de enero de 2025

Un Tocha en duermevela



Por suerte ya no me debo a trabajo alguno, con lo que es más fácil de hacer, pero cuando trabajaba también intentaba programar un último día en el que, de regreso del viaje efectuado, poder descansar en casa: ordenar, escoger y guardar las cosas traídas del viaje, planificar un poco cosas a efectuar a corto y medio plazo y, sobre todo, descansar.
Llegamos ayer de París pasada medianoche y hoy domingo era un día ideal para hacer todo ese proceso de aclimatación.
Uno de los mensajes recibidos estos días pendientes de análisis era de Caixaforum+, la App que no podía ver por incompatibilidad con mi televisor. El servicio de atención al cliente de la plataforma acabó contestándome que la única solución que tenía era comprarme otro televisor idéntico, pero posterior a 2021. Dejé a un lado Caixaforum+, por muy buenas cosas que anunciaban, pues, hasta ahora, en que me decían que habían actualizado la App, y si la desinstalaba e instalaba de nuevo, ya podría ver normalmente el contenido de sus propuestas. Así he procedido y, tras comer, he ido a ver su catálogo actual.
La sorpresa ha saltado a las primeras de cambio. Gonçalo Tocha, el autor de uno de los documentales que más me han llegado, “É na Terra, nāo é na Lua” (2011), sobre la isla de Corvo, tiene en la plataforma otra película, “A māe e o mar” (2013), que me he puesto a ver, emocionado.
Empieza de una forma parecida y con la misma intensidad que la película suya que ya conozco. Explica su planteamiento y proceso a realizar para llegar a la película que quiere hacer. En la primera, desde una barquita señalaba la isla de Corvo y decía que para mostrarla tal como es, en su documental iba a recorrer cada uno de sus metros cuadrados. Aquí se pone ante archivos a buscar las escasas referencias sobre unas mujeres de un pueblo portugués que, caso único en el mundo, eran patronas de las embarcaciones de pesca, que capitaneaban.
Una vez ya ante la playa en cuestión, la presencia de la cámara se hace evidente. Tocha muestra ahí también toda su carpintería, rodando planos del paisaje en el que se ve su cámara plantada ante el plano en un trípode.
Tiene, desde luego, un gran sentido del encuadre: abre un capítulo diciendo en off “Plano de Gloria, la última pescadora” y Gloria, con un sombrero de paja y amplias ropas, abre desde dentro el portalón de la barraca de pesca, dejando que se vea la playa donde reposa una barca , las rocas y un agitado mar, poniéndose en un margen para que la veamos de perfil, enmarcando el paisaje.
Hasta aquí perfecto. Luego… ¿quien iba a pensar que resistiría al cansancio acumulado a esas horas, en esa circunstancia? Me ha vencido el sueño, solo despertando ligeramente dos o tres veces. La última, cuando ya llegaba su fin, me ha parecido que me había espabilado suficientemente, y he pensado en rebobinar y verla, ya sereno. No lo he hecho. Lo cierto es que momentos captados al azar no me han dado la buena impresión del inicio: con su mirada poética al mar -en comentarios de gente popular del mar-, su valoración de un insospechado y olvidado trabajo femenino y alguna apreciación ecologista, me he dicho que a ver si había sucumbido a los temas que consiguen hoy en día subvencionar una película. Pero he visto que no es película reciente, y que en cualquier caso no le sirvió: no hay trazas de nada más suyo hasta ahora mismo.
He seguido mirando piezas ofrecidas en el catálogo, he dado con un par en las que aparece Álvaro Siza comentando, con la riqueza expresiva que lo caracterizan, ciertas cosas sobre arquitectura, fotografía y el trabajo del tiempo. Hay campo…


 

 

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