jueves, 23 de enero de 2025

Highway

El flamante autocar del círculo ambulante circulando por las extensas llanuras.

Uno de los números.



Jóvenes espectadores.

Lo que he visto del kazajo Dvortsevoy me ha dejado siempre boquiabierto. Son las suyas que he visto películas repletas de humanidad, pero sin que transmitan el mínimo acento de esos sentimentaloides que tanto abundan en las que tienen temas como los que trata.
“Highway” (1999; visible ahora en Filmin gracias a L’Alternativa) me ha confirmado por completo mis sensaciones previas, hasta el punto que la sitúo sin dudarlo en lo más alto de la oferta actual de la plataforma.
Nada más empezar, me ha lanzado hacia una evocación que me ha llegado a lo más hondo. Aunque a miles de kilómetros las interminables llanuras de la escena de la película del pueblo en cuyas ferias de verano lo experimenté, me ha llevado irremediablemente al recuerdo de un pobre fakir que por unas pesetas se arriesgaba a tumbarse en un lecho de cristales con la espalda desnuda.
Aquí el joven fakir que resiste los diferentes embates a los que se somete en su actuación es el mismo que, en la secuencia siguiente, gracias a enormes esfuerzos a golpe de manivela, pone en marcha el motor del destartalado autocar de la familia de la farándula protagonista del film.
Gracias a que un plano de la polvorienta carretera por la que se aleja el autocar de la familia circense se alarga, podemos apreciar cómo una serpiente de unos tres metros la cruza. En el plano siguiente, otro coche espanta a la cuneta a un enorme aguilucho que aún no ha aprendido a volar, al que los niños se aprestan a atrapar: ya tienen otro miembro más para la troupe.
Expectantes jóvenes espectadores se acercan al reclamo sonoro del circo ambulante familiar, varado para la ocasión en un descampado junto a la carretera donde descansan algunos camiones de transporte. Dvortsevoy, cámara en mano, capta una y otra vez el detalle significativo.
Detalles no sólo de los espectáculos ofrecidos, bajo la dirección del padre, por los cinco hermanos, de dos años el menor. Así, podemos ver, por ejemplo, lo bonachón del aguilucho que, sin malicia alguna, después de la sorpresa inicial por el robo, se deja arrebatar toda la comida de su lata por dos cachorros caninos.
O cómo deja de limpio del plato el niño de unos cinco años, rebañando con la mano todo el arroz y su padre, a base de té, acaba la operación.
Todo con la presencia/ausencia de una madre despreocupada, pero que cuando se enfada porque le molestan, impone un auténtico régimen de terror a sus hijos.
Así, de todas formas, seguro que se crean niños inmunes a cualquier enfermedad.
Una película cuya exhibición otorga carta de nobleza a L’Alternativa -pero eso ya lo sabíamos- y a Filmin, que parece recuperar el tono últimamente perdido.
(No hay apenas fotos por internet de la película, y la copia que corre de YouTube es tan mala que sus capturas quedan tan desdibujadas como puede verse).

Recogiendo unas pocas perras tras la actuación.


El aguilucho dejándose robar inocentemente toda su comida.

El niño rebañando el plato con la mano y luego chupándose los dedos.
 

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