martes, 15 de octubre de 2019

Chirac: le jeune loup

Chirac, ahora no sé muy bien si por la época en que estuvo por Argelia, en el lado equivocado.
Todos los acontecimientos políticos han sido si no creados sí fuertemente ayudados por unos oscuros hilos que mueven las cosas por detrás. La mayor parte de las veces ni llegaremos a saber nunca del color y características de esos hilos.
Si me ha gustado ver “Chirac: le jeune loup” (2006), realizada por un documentalista, Patrick Rotman, que parece haberse especializado en documentales relacionados con el Elíseo, es porque quienes aparecen hablando del político no tienen, precisamente, la boca cerrada, y explican crudamente (y eso me ha resultado sorprendente) bastantes de esos hilos.
Ya moviéndose entre los políticos o, sin parar, estrechando manos entre la gente. Según el documental, para intentar evitar enfrentarse con ese tremendo bobalicón insoportable: él mismo.
No lo he visto completo, porque debe haberse pasado por TV5Monde debido a la muerte de Jacques Chirac en sustitución del programa -de menor extensión- que tenia yo programado, y se ha cortado bruscamente cuando acaba de dimitir como primer ministro de Giscard d’Estaing, y se dispone -él y sus patrocinadores- a lanzar toda la artillería en una batalla contra él: el “patriota” contra el “modernista liberal”, explicaron un poco antes, cuando él era primer ministro y el otro presidente del Estado y parecía que jugasen en ligas diferentes.
Pero sí me ha dado tiempo para conocer el nombre de dos de esas personas, desconocidas para las grandes mayorías, pero de los que mueven los hilos. En este caso Pierre Julliet y Marie-France Garaud, instalados eternamente en Matignon. Por aquí, en la época de Felipe González les llamaban fontaneros. Hace poco ha surgido el nombre ese de “spin doctor”... O también he podido saber de las (muy productivas) conexiones familiares de Jacques Chirac con gente como el magnate Dassault, que tanto le ayudaron al inicio de su carrera política.
Uno de los que, alabándolo o dejándolo a la altura del betún, cuentan, retrospectivamente, cosas en el documental.
Eso y otra serie de chascarrillos y demás información sobre el personaje que ancló su poder en el distrito de Corrèze, justo donde se compró un impresionante castillito de nada... que por la “casualidad” de su nombramiento como patrimonio histórico un mes después de la compra, fue restaurado y preparado convenientemente a cargo del erario público.
El más suave calificativo que le atribuyen sus detractores es el de “depredador”. “Un primer ministro no dimite”, declaró un día ocupando este cargo. A los cuatro días lo hacía. ¿No nos suenan quiebros de éstos, sin que pase nada a quien los efectúa, pues siguen disfrutando del aprecio de la ciudadanía? Lo más triste de todo es que quizás, aunque se hicieran públicos los rostros y maneras de los que mueven los hilos, las cosas seguirían sucediendo de una forma parecida. Las tragaderas de la gente son enormes.

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