sábado, 13 de julio de 2024

The edge of the world



He tenido la (bendita) oportunidad de ver “The edge of the world”, la primera película importante de Michael Powell, que quería ver desde que leí las largas explicaciones que el director le dedicaba en sus memorias y encontré unas cuantas de sus bellas capturas de pantalla.
Aunque se le oye a los personajes llamarla Hirta, Powell fue a rodar su película a una isla muy distante de Hirta (San Kilda, la más occidental y alejada de las Hébridas Occidentales): a la isla de Foula, en las Shetland. Lo había preparado todo para rodarla en la primera, pero finalmente le denegaron el permiso correspondiente y tuvieron que buscar una similar.
Esa localización en una solitaria isla a muchos quilómetros de tierra firme y sus facilidades es, en cualquier caso, la que constituye la película. Foula, dice Powell, se disputa con Hirta, precisamente, tener los acantilados más altos e impresionantes de todas las islas escocesas, lo que ya es decir.
En un prólogo introductor del largo flashback, vemos un velero, con dos hombres (uno de ellos interpretado por el propio Michael Powell) y una mujer, llegar a la isla, que encuentran abandonada. El cómo se vacía irremisiblemente el mundo rural, y de forma agudizada el de las islas, es el tema de la película.
En el flashback seguimos la historia de dos amigos y la hermana de uno de ellos, novia del otro. Ambos tienen ideas contrapuestas sobre si se debe abandonar la isla para ganarse la vida fuera o permanecer a ver si se frena su decadencia, y dilucidan sus diferencias mediante una estúpida apuesta. El padre de los hermanos, muy rígido, tendrá un papel muy importante en la trama.
Pero la historia sólo sirve para hablar de ese proceso de desertización y la desgracia de que eso suceda, porque con él desaparecen unas tradiciones y conocimientos muy antiguos y singulares. Powell se esmera en retratar la belleza alucinante, muy salvaje, de la isla, sus costumbres y trabajos. De hecho, diría que se echa en falta lo garantía que, años después, supondría Emeric Pressburger en el guión.
Faber & Faber le editó el libro que escribió sobre su hazaña en la isla: “200.000 feet in Foula” y la película, con un cierto éxito de estima, la vio Alexander Korda… y contrató a Michael Prowell, que ya no dejaría de hacer películas bien montadas e interesantes a partir de entonces.




 

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