viernes, 5 de julio de 2024

39 escalones

-¿Confirma el dato, señor? El extraordinario Mr. Memory en una actuación.

Cuando vi el programa de este verano de la Filmoteca, con ese extenso ciclo dedicado al cine sonoro de Alfred Hitchcock, me desilusioné un poco: tanta sesión para archiconocidas películas iban a impedir que hubiera sesiones dedicadas a joyas ocultas, o por lo menos desconocidas por mí. Pero, después de reflexionar un poco, me dije que por qué no aprovechar la ocasión para verlas de nuevo, con mi cabeza de ahora, en pantalla grande, y después volver a leer lo que Truffaut y Hitchcock comentaron sobre cada una de ellas. Que seguro que no sería nada aburrido y, al contrario, descubriría cosas, admirado, seguro.
Ha sido el caso de “39 escalones” (1935), una de las películas británicas que fomentaron la fama de Hitchcock y provocaron le llamaran a Estados Unidos para trabajar ahí.
Bastante llena la sala grande de la Filmoteca, pese a un partido de fútbol que dejó a muchos en casa, frente al televisor, y que provocaba a la salida, pese a la alta presencia de gente de otras latitudes, una sensación extraña de vacío por las calles.
Copia de 35mm, de Classic Films, y seguimos los gestos (planos cortos de sus manos, piernas,…) de un hombre al que vemos situarse en una fila central de una platea popular. La cámara, que hasta el momento no ha enseñado su cara (será la de Robert Donnat, en el papel protagonista, haciendo de canadiense llegado a Londres), le encuadra en un plano de cogote. Recuerdo las claves que circulaban en los 70: ¿Nos estará Hitchcock marcando a un falso culpable? La evolución de los acontecimientos nos lo demostrará…
Que es una platea popular lo apreciamos rápidamente por las mofas y ocurrencias del auditorio ante todo lo que se les presenta desde el escenario. Cuando aparece en él Mr. Memory, uno de los más extraordinarios caracteres de toda la carrera de Hitchcock, que yo diría copió luego Hergé en alguno de sus álbumes de Tintin, se oye continuamente a un típico gracioso que no hace más que preguntarle por la edad de Mae West…
Del ajetreo enorme del teatro de variedades, a la tensión desatada en el nuevo apartamento de Mr. Hannay, al que una mujer que dice ser espía le pide ayuda. En un momento la espía le dice al incrédulo canadiense que al malo más malo de los malos le falta la falange de un dedo meñique. A partir de ese momento el espectador inicia una cuenta atrás hasta que aparezca en un fotograma posterior…
Tras los dramáticos acontecimientos del apartamento, de los que acusan a nuestro hombre, un cambio brusco, marcado por el grito de una señora de hacer faenas en raccord con la sirena del tren saliendo de un túnel (que incluimos en un Ombres Mestres): de la ciudad al campo.
El tren, que avanza tanto suspense Hitchcockniano posterior, lleva a nuestro héroe, perseguidor y perseguido, a las Highlands. Aunque sólo hay un par de planos genéricos, y todo lo demás son evidentes y muy aproximados decorados parciales, siempre que se habla de las Highlands escoceses, desde la primera vez que vi la película, las tengo asociados a esa imagen, hasta el punto que la primera vez que estuve por ahí iba como un loco detrás de ella.
Hay por ahí, entonces, una escena de un triángulo (él en casa de un granjero ultra y su mujer) genial y, cuando se vuelve al ambiente urbano, viene un encadenado de escenas que todos identificamos con Hitchcock: el canadiense escapa confundido entre los miembros de un desfile, entra luego en una reunión política, donde debe improvisar un discurso mientras va viendo que la policía, rodeando la sala, va por él, etc.
Más tarde, la trama nos lleva a las aventuras de dos personas condenadas a un mismo destino, para acabar finalmente en una escena colofón extraordinaria, en el London Paladium, ante, de nuevo, el inolvidable Mr. Memory.
Ojalá todos los restantes que vea me hagan salir con el optimismo que infiere éste.

Desde el apartamento, por la ventana, Mr. Hanney ve que la supuesta espía puede estar diciendo la verdad: la vigilan.

Mr. Hanney, por cierto en plano de cogote, camuflado entre los componentes de un desfile cívico.

Compañeros del compartimentó del tren.

La imagen -de pacotilla- de las Highlands escocesas.

Juego extraordinario de miradas triangulares en casa del granjero.

¡Salió el dedo meñique mutilado! Ya conocemos al cabecilla de los malos.

Improvisando un discurso.

Dos personas condenadas a un mismo destino. Véanse las esposas que los unen. Ella debe quitarse las medias, empapadas…
 

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