miércoles, 17 de julio de 2024

Claude Lanzmann en Corea del Norte

Parece que un fallo del sistema deja que cuelgue esta foto. Corea del Norte es un país oculto. Pocos son los que han podido ir por ahí, bajo limitaciones y una férrea vigilancia. Por lo tanto, son escasas las imágenes que te permiten figurar su fisonomía. Las empresas que quieren hacer negocio de eso han comprado los derechos de la gran mayoría y no dejan usar libremente ninguna. Lanzmann, en sus memorias, habla de una policía como ésta, de sus gestos casi automáticos, más propios de una máquina, dirigiendo el flujo de…peatones, que se dirigen dócilmente a su destino, sin osar infringir ni un poco las orden de la policía de tráfico, que representa la autoridad.


Pasaron “Napalm” (2017) en el ciclo que la Filmoteca dedicó recientemente a Claude Lanzmann, pero no asistí. Debía tener algún compromiso que me impidió ir, y el que la aceptación crítica de su último documental fuera totalmente negativa debió ayudar a mi deserción.
Ahora, tras haber leído la historia correspondiente en “Le lièvre de Patagonie”, me arrepiento de no haber hecho todo lo que estaba en mi mano para verlo.
Corre por ahí también un documental de François Mangolin (“L’automne à Pyongpyang, un portrait de Claude Lanzmann”, 2023) que, recogiendo entrevistas que le hizo en la capital de Corea del Norte durante el rodaje de “Napalm”, consta como la última entrevista en profundidad hecha a un Lanzmann ya de 90 años pero muy lúcido, en la que, aparte de otras mil cosas de su ajetreada vida se ve que habla, evidentemente, de este episodio. Pero ¿alguien lo ha podido ver?
Claude Lanzamann explica en sus memorias (publicadas en 2009), tras haber relatado los pormenores de sus dos estancias en Pyongpyang, que no se ve haciendo la película de ficción sobre su historia de amor en 1958 con una enfermera del lugar, sobre todo porque se ve incapaz de reconstruir a lo cine norteamericano la ciudad recién destrozada por la guerra, pero en cambio sí haciendo un documental mostrando el contraste (y, en el fondo, la permanencia, la inmutabilidad de todo un país) transcurridos cincuenta años. Esa era la idea que llevo años después, supongo, a “Napalm”.
Sin ver esos dos documentales, que pueden decepcionarme un montón, quizás sea mejor quedarse con la narración de ese viejo zorro en sus memorias…

De “L’automne à Pyongyang”

Idem

La historia de amor de Lanzmann con la enfermera guarda relación con un paseo en barca por el río que cruza Pyongyang. Pero las barcas que podían verse en 2008 ya no tenían nada que ver con las de 1958…. Imagen de “Napalm”, que me permite suponer que hace en el documental lo que dice que haría en la novela en el caso de poder rodar allá: Mostrar la parálisis de la ciudad y sociedad y en voz en off explicar lo que le pasó.
 

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