Envalentonado porque llegué a conseguir rescatar “Une belle fille comme moi” en su reciente pase en la retrospectiva de la Filmoteca, cuando siempre la había considerado un auténtico desastre, me dirigí anoche al Raval para intentar hacer otro tanto con “L’amour en fuite” (François Truffaut, 1979), pese a siempre haberla entendido únicamente como una tabla de salvación económica (resucitar al personaje de Antoine Doinel…) después del tortazo comercial de “La chambre verte” (1978) que, lamentablemente, y mira que habría querido, no he podido volver a ver en esta ocasión por estar fuera de Barcelona.
Me he ilusionado al ver que su inicio no era la esperada nota musical de la canción de la película, sino un plano fijo y silencioso de una chica rubia (Dorothée) tendida en la cama, hasta que nota que su acompañante nocturno, Antoine Doinel, se está vistiendo para marcharse. La canción no aparece hasta entonces, con los títulos de crédito iniciales, sobreimpresionados a los abrazos por el suelo del apartamento entre ella, que ha conseguido retenerlo un poco, y Doinel.
Pero la ilusión dura poco. Sí que aparece Doinel continuamente corriendo, como dice una de sus mujeres, y crees que le vas a poder ver cosas nuevas aunque siempre muy suyas. Pero todos sus encuentros, muchas veces de forma bastante forzada, se resuelven con flashbacks de la historia del personaje, trozos de la serie Doinel que ya hemos visto, hasta el punto de llegar a ofrecer dudas sobre si hay más cortes de sus películas (sin tener que pagar derechos por ellas) que material nuevo. No debe ser así, porque hay flashbacks que son material nuevo rodado especialmente para la película (todo el affaire de Doinel tras dejar a Christine Darbon con la mujer interpretada por Marie France Pisier), pero poco le falta.
Así las cosas, para no hacer más sangre del vencido, y dejar de pensar en secuencias que encontraba hasta mal filmadas, con una profusión inusitada de primeros planos, me retiré a mis cuarteles, recogiendo las cosas que siguen las líneas genéricas de las películas de Truffaut. Y en este sentido la cosecha es abundante, lo que sumado a que por el final, con menos insertos de secuencias de películas anteriores que la primera mitad, parece remontar un poco el vuelo, te hace salir del cine en absoluto convencido, pero tampoco derrotado.
Anotó ahora, para acabar, unos cuantos aspectos teuffautianos que me llamaron la atención:
-No diría la verdad si escribiera aquí que la película muestra una de las típicas enseñanzas estilo como untar la mantequilla en los biscotes, pero hay un amago de ello en cuanto Doinel hace de corrector de imprenta, función que por un momento parece que nos vaya a ser explicada visualmente.
-No hay en la película la mofa de los críticos de cine, pero estos están convertidos en críticos musicales.
-Colette expresa la tesis de un escrito que -si todo va bien- aparecerá próximamente en La Charca Literaria como una constante de los personajes de las películas de Truffaut: “Para ti -dice dirigiéndose a Antoine- el amor finaliza cuando se ha producido el encuentro con la mujer que anhelas.” (O algo así).
-Hay amagos, también de cartas amorososas, como la que escribe a Sabino y se oye en la banda sonora con música de Georges Delerue.
-Entre las nuevas filmaciones, por el final, sorprende la recuperación en Doinel del aprecio por su madre. Un proceso que parece se dio también en el cineasta.
-Hay una serie de inversiones interesantes. Decía al principio que Doinel, como acostumbraba, sigue yendo corriendo a todos lados. Pues bien: al final parece contagiar su forma de actuar a “sus” mujeres: es Colette la que, a su vez, corre, como es Christine la que suelta, categórica, una frase que ha interiorizado al oírsela a Antoine, o acaricia el rostro del mismo Antoine (y Colette el del librero) como suelen hacer los personajes masculinos de muchas de las películas de Truffaut llevando su mano hasta las mejillas de los personajes femeninos.
-También se vuelve a oír eso que comente sobre otra película como autodirigido por el director: “no por haber tenido una infancia difícil hay que hacérselo pagar a los demás”.
Y unas cuantas más, pero mejor paro ya aquí, que la película no se merece una entrada tan larga.
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