Cuando empezó a minvar la afluencia de gente al cine, muchas salas se pusieron de acuerdo en dedicar un dia de la semana para vender sus entradas a un precio más barato, a ver si de esa forma se atenuaba un poco la mala racha.
En La Charca Literaria,siempre atentos sus gestores a renovar ensaciones que en algún momento habían resultado populares, hace un tiempo abrieron una sección en su revista digital, “Los lunes, día del espectador”, para acoger en ella escritos de la ciudadanía colaboradora que, de alguna manera, envolvieran ese día, mediante su eventual lectura, en el aroma que transmitía, y aún de tanto en tanto transmiten, las buenas sesiones de cine.
Es en esa sección que hoy, lunes, me publican un articulito, en el que me vengo a preguntar, echándolo en falta, “Dónde se escondió el humor de Jacques Tati”. En él exploro unos cuantos escondrijos en los que, según mi criterio, aún se pueden encontrar sus huellas, tan necesarias.
Lo que pasa es que, dada mi inveterada costumbre de, en mis trayectos, pasar por Vic esté la ciudad o no en la dirección de mi objetivo, me paso un buen rato de lo escrito (y espero que de lectura de quienes se asomen al enlace inferior) recordando el mal trago que hube de pasar en casa de un director de fábrica que, mira por dónde, era un forofo de Jacques Tati.
Aquí abajo debería dar el clic quien sienta un mínimo de curiosidad por la cosa:
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