Aunque la película intente básicamente ser una aproximación a la figura de Enrico Berlinguer (con el importante esfuerzo volcado hacia ese objetivo por el actor Elio Germano) y, en todo caso, inferir desde ahí el camino del PCI, durante las primeras tres cuartas partes de “Berlinguer. La gran ambición” (Andrea Segre, 2024) te surge como espectador una gran, enorme pregunta, que la película no responde: ¿qué fue de toda esa fuerza, de esos millones y millones de italianos que no sólo votaban al Partido Comunista Italiano, sino que se volcaban en sus actos, se solidarizaban con sus compañeros de clase, etc., todo ello con la conciencia plena de estar colaborando a la obtención de un futuro mejor para su país y quien sabe si para la humanidad?
Intenté ver la película en cines en varias ocasiones, pero por unas u otras circunstancias (entre ellas, la avería del proyector de la sala a la que había ido a verla) no pude conseguirlo, pero ayer viernes la añadió Filmin a su catálogo y ya no ha habido problema alguno para saber si decepcionaba o no.
Hablaba de sus tres primeros cuartos porque es en ese gran trozo donde, con la representación de los viajes, reuniones y discursos de Berlinguer, que está entrando de lleno en su vía de alejamiento de los designios de Moscú y hacia el compromiso histórico, se aprecia de verdad todo ese mar de fondo. Luego, con el secuestro y asesinato de Aldo Moro parece que la película se limite a seguir el hilo de los acontecimientos, y esa indefendible elipsis final hasta el masivo funeral de Berlinguer ya me ha parecido excesivo.
En todas esas reuniones y demás un pequeño rótulo (que casi no atinaba a leer en la tele) informa del nombre del personaje al que representa el actor de turno. Hay algunos que toda persona de cualquier país mínimamente informada seguro que conocen, pero también se nombra a cantidad de personajes de segundo orden de la política italiana que, desde luego, deben significar mucho para los espectadores de ese país. Para los de otro no, pero eso no ceja para que se entienda y sienta, en toda esa parte, lo fundamental. Y que sigas, pese a todo, haciéndote esa pregunta sin respuesta halagüeña.
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