Ofrece mucho más de lo que parece este “François Truffaut. La passion des seconds rôles” (Armand Hennon; Éditions LettMotif, 2024). Sobre el papel un libro fácil con las fichas de cien actores que aparecen en papeles secundarios en las películas del director francés, una vez leído uno se da cuenta de lo laboriosa que ha debido ser su preparación y del grado de conocimiento que trasmite. Te das cuenta de la tupida red de relaciones desencadenadas por su filmografía, te sorprendes por reveladores detalles asociados a cada una de las obras y al final compruebas lo productivo que ha sido, aportando más al conocimiento del cineasta y sus películas que los más sesudos trabajos.
A lo largo de muchos años Hennon ha ido recopilando datos y entrevistando para obtener su información de base a todos los actores supervivientes, sonsacándoles todo tipo de anécdotas de lo más reveladoras. Te enteras así de los múltiples intentos previos que suele haber antes de que un actor acabe interpretando uno de estos pequeños papeles y recibes una visión de lo que puedes ya conocer, pero con el valor añadido de estar vivido desde dentro.
Abre, además, el campo para intentar buscar y conocer mucho cine que al menos a mí me ha pasado desapercibido. Pondré un ejemplo, el de Jacques Rabiolles, quien interpretó en “Domicilio conyugal” a ese personaje que se pasaba la película pegando sablazos a Antoine Doinel cada vez que se cruzaba con él. ¿Quien sabía que él mismo era, en realidad, un muy especial cineasta independiente, que fascinó a Henri Langlois con su primer largometraje, “Le daguemaluach” (1968), hasta el punto que, tras compararlo con Godard y Garrel, dijo nada menos que le recordaba a “L’Atalante”, señalando que Robiolles era “el maestro de un nuevo cine que conjuga, que recrea todo lo que había desaparecido y nos hacía falta, la verdadera poesía del arte cinematográfico”.
Esto del cine apasionante, los buenos días, no se acaba nunca.
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