domingo, 13 de octubre de 2024

La casa del río

En la pérgola del jardín.

Estamos en una época en que se quiere reescribir la historia, rescatando, a tenor del pensamiento actual, todo aquello que había pasado desapercibido o había quedado oculto. En alguna ocasión se encuentra, verdaderamente, alguna obra valiosa, pero cuando no se suele fallar es al apuntar a los grandes nombres.
Nadie dudará en situar el nombre de Fritz Lang entre los grandes. Y Fritz Lang dirigió en 1950, en su etapa norteamericana, una película que no se había visto nunca por aquí, que ni siquiera nombran monografías sobre su cine, y que ahora puede verse en Mubi y Filmin: “La casa del río”.
A parte del aislamiento internacional del régimen que aún duraba en 1950, están clarísimas, para mí, las razones por las que nunca se estrenó en España. Pocas veces puede verse un film con un ambiente y acciones más sórdidos.
Véase, para corroborarlo, la larga secuencia inicial, en la que se pasa de los planos del idílico jardín y pérgola donde trabaja el escritor protagonista, donde se produce su diálogo con la vecina (que se queja del sucio rio que los circunda, pues “devuelve toda la porquería que se le echa”) y la visión de cómo se le van los ojos ante la joven y guapa nueva sirvienta, a los del interior en que se palpa una fuerte tensión sexual… que acaba en una violencia inaudita. En poco tiempo hemos pasado del despejado día que se aprecia en el jardín a las mil sombras del interior, que ya no se despejarán en casi todo lo que queda de metraje.
Luego, aún en exteriores, o bien la escena sucederá de noche o bien aparecerá repleta de planos inquietantes, como los del protagonista en su rastreo por las orillas del río, en la que la cámara se sitúa en una posición que hace que diversas formas se interpongan con lo mostrado, dando a pensar en presencias insospechadas.
Así, con esta única visión, me ha parecido la película más desasosegante de Fritz Lang, por delante incluso de “M” o de “Furia”, pese a que estas dos se hicieron con muchos más medios y dirimían asuntos socialmente más perentorios. “House by the river” solo parece ir, aunque ciertas maldades puedan ser tomadas como metáfora, de los trastornos que pueden afectar a un escritor si las editoriales rechazan sus manuscritos.

Conversación con la vecina.

Y luego ya el reino de las sombras.
 

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