martes, 15 de octubre de 2024

Dispararon al pianista


No veo nunca películas de animación. Las considero una simplificación de la imagen que no me suele convencer. Con el tiempo le he ido dando a esa manía mía (que no deja de ser una estrategia para descargarme de la obligación moral de ver toda una parcela de cine que puede tener interés, dejando sitio y tiempo para el resto) una justificación bien argumentada, pero que no tiene por qué tomarse como válida: me voy reafirmando como baziniano, y todo lo que se aleje de la imagen cinematográfica captada sin artificios de la realidad -esa entelequia- le resta buenos puntos de interés.
Dejando esta introducción tan larga y discutible, que seguramente me va a hacer recibir todo tipo de reprobaciones, el caso es que anoche me puse a ver “Dispararon al pianista” (Fernando Trueba y Javier Mariscal, 2023; en Movistar; de quienes ya había visto en su momento -en sala de cine- “Chico y Rita” (2010).
Aunque supongo que Mariscal ha hecho sus dibujos básicos con su tableta (mediante ese procedimiento que fue aprendiendo y mostrando en su muro de Facebook, por el que parte de una fotografía que repasa y colorea directamente en la misma tableta que la muestra), sigue resultando una simplificación de la imagen real, como se ve claramente cuando no se trata de un plano fijo.
Por otra parte, a medida que vas viéndola, te vas dando cuenta de que el feliz hallazgo de esqueleto argumental (esa investigación casi policial sobre la bellísima y original música brasileña de los años 60, poco a poco focalizada hacia el intrigante descubrimiento del desaparecido pianista Tenorio Jr) no da para mucho más que una media hora inicial, para luego entrar inexorablemente en escenas repetitivas.
Es muy fresca su escena incial, con esa librería en la que el escritor protagonista inicia un largo flashback para explicar cómo se fue encontrando con el tema del libro que ahora presenta, y a continuación uno se imagina en la gloria a Mariscal, cuando puede llenar de formas “retro-modernas” y colores vivos esas escenas de desplazamientos en avión, la playa de Copacabana y los antros de música y copas del momento, pero luego la cosa no se puede ya desarrollar con el ritmo y acierto inicial.
Aún así, me gusta que se haya hecho y haberla visto. Por un lado no está nada mal la divulgación de los mecanismos de brutalidad que alcanzó la dictadura argentina en un periodo negro para casi todo el continente. Por otro lado, a ver quien se resiste a alguna de las actuaciones de los clásicos brasileños que incluye hasta un pequeño corte con la aparición de Bill Evans y su trío.
Yo no.


El encuentro para componer de Vinicius de Moraes y Antonio Carlos Jobim..



 

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