domingo, 8 de septiembre de 2024

Topaz

1. Un espía norteamericano preparando en Copenhague una operación.

2. Cuando Fidel Castro se alojó en un hotel de Harlem.

3. El hotel Theresa de Topaz.

4. Devereaux presencia la escena desde el otro lado de la acera. Tiene unos prismáticos.

5. Devereaux llega a la mansión de Juanita con un regalo. La encuentra acompañada de Rico y vestida de un rojo deslumbrante.

Ayer “Topaz” (Alfred Hitchcock, 1969) en la Filmoteca, viéndola pendiente de qué me iba a suponer su visión en esta ocasión. Recuerdo que me dejó extrañado la primera vez, en una época en que era denostada por su posición pro-norteamericana y anti-castrista. En veces posteriores la valoré como una exótica película tropicalista, metiéndola en el mismo saco que la algo posterior “Cuba” (Richard Lester, 1979). Y, ya más tarde, era una película a la que no le hacía ascos, como Hitchcock singular, sin mucho parangón.
Sin embargo, vista ayer, sí los tiene, elementos de parangón con sus otras películas.
Toda su primera parte recuerda sobremanera a su anterior “Cortina rasgada” (1966), por su fundamento de la intriga en la guerra fría y, sobre todo, por su secuencia en Estocolmo. Aquí no es Estocolmo, sino Copenhague (foto 1) donde un miembro importante del gobierno soviético y su familia son ayudados por la CÍA para huir a los Estados Unidos.
De Estocolmo saltamos a Washington, donde podremos comprobar el extremo que averigüé leyendo para preparar una visita que hicimos recientemente a la ciudad: que sus residentes no echan nunca raíces.
En una escapada a Nueva York tendremos ocasión de disfrutar de los barbudos revolucionarios, un par de años antes de que Woody Allen se sirviera de ellos. Hitchcock y su equipo se empaparon, para reproducirlas, de las imágenes que aparecieron por la prensa cuando Fidel Castro acudió a las Naciones Unidas y fijó su residencia en un hotel de Harlem, el Theresa (foto 2). En “Topaz” residen también en el Hotel Theresa (3) un segundo de Fidel, Rico, y toda la delegación cubana, pintada entonces como compuesta de gente desastrada (Rico no encuentra la copia de su discurso, y es que la ha utilizado para protegerse de la grasa de su hamburguesa al comerla) y entonces y después como desalmados que no dudan en disparar, torturar y hacer desaparecer a la gente a voluntad.
La larga escena del hotel Theresa, una de las más repletas de suspense, nos da muestras del tipo de recursos que, como en el mismo “Cortina rasgada”, Hitchcock utilizaba (Buñuel también era adicto a ellos): como espectadores veremos ciertas escenas sin oír sus diálogos, debido a la distancia y/o haber un vidrio transparente por el medio (foto 4). Como la intención de Hitchcock es conquistarse al espectador, adulando su capacidad para interpretar lo que está pasando sin necesidad de diálogos, tiene la precaución de haber explicado de qué irá la cosa previamente y, durante las escenas de marras, la precaución adicional de que los actores gesticulen un poco más de lo normal, no vaya a ser que su clarividente público se lie.
La siguiente localización ya es la Cuba revolucionaria. Allí el protagonista, el espía francés André Devereaux, se reúne con Juanita de Córdoba, que está en su mansión en compañía de Rico y luce un vestido de un rojo deslumbrante (foto 5). Y, cuando Rico se va, Devereaux, al que hemos visto felizmente casado, le suelta un beso de tornillo espectacular (6). Claro que él es francés, y que acabaremos viendo que se le otorgará además una cierta dispensa moral a su acción.
El color rojo vivo del vestido de Juanita se tornará en su despedida, que tiene lugar en una habitación verde, en un significativo vestido morado que luego se expandirá por un pavimento adamascado (foto 7).
En Cuba, además de recordarnos los juguetes que ideaban por entonces para James Bond, y de acceder a escenas de espionaje que oscilan entre el humor (que más bien debe ser risa nerviosa) y la intriga, tendremos oportunidad de ver al Ché Guevara y a Fidel Castro en una tribuna ante la multitud de la plaza de la Revolución. Vemos incluso a este último jugando con el micrófono (foto
😎
como tenía costumbre. A continuación de eso ya podemos ver, en la misma tribuna, a todos nuestros revolucionarios de segunda (foto 9).
Otra cosa curiosa de “Topaz” es que, como pasaría unos años después en “Chacal” (Fred Zinnemann, 1973) y otras coproducciones del momento, aparecen bastantes actores franceses. Así, es agradable ver aparecer a la novia -y más tarde señora- de Antoine Doinel -Claude Jade-, a Michel Piccoli (que habría que ver si aparece en un edificio con el duplicado número 66 de una avenida sólo por casualidad) o Philippe Noiret. Ya se sabe que nosotros también tuvimos una cierta oportunidad de airear en la película a actores nacionales, puesto que, como cuenta la misma Teresa Gimpera, Hitchcock la vio en un anuncio de una revista americana y les dijo a los de la Universal, que no se pararon en gastos, que quería hacerle una prueba… para encarnar a la morenaza y racial Juanita de Córdoba. En que se resume todo eso ya es bien sabido: billetes de avión en primera, una semanita en Los Ángeles con chófer y a gatos pagados, mínima prueba de frase previamente estudiada, con amable indicación del director de cómo era su personaje, regreso y al cabo de unos días nota de agradecimiento por las molestias acompañada de un suculento cheque.
También era francés Maurice Jarre. No sé qué explicará Conrado Xalabarder -cuándo haya acabado su nuevo libro- de la música que hizo para la película. A mis pobres entendederas no le llega ni a la suela de los zapatos a las musicas que hizo para Hitchcock Bernard Hermann. Y, por cierto, anoté una extravagancia, que no sé si considerar como una cierta ironía puramente francesa de un momento en el que Francia sostenía una cierta Grandeur, intentando hablar en cuestión militar de forma totalmente independiente de los norteamericanos: están los de la CÍA enumerando al capitoste huido de la Unión Soviética una a una las ventajas que podría sacar de la vida americana si colabora delatando todo lo que sabe, y suena de fondo, como diciendo “ya están estos con su propaganda”, una marcha militar.
Me he extendido mucho y no he recalcado demasiado las concomitancias de “Topaz” con otras películas de Hitchcock, como parecía prometer. Vayan dos últimas que he visto y registrado:
-Una seguiría en la línea que he ido apuntando de sus muy particulares usos semánticos de los colores. Devereaux abre en el avión una libreta verde de Juanita, dedicada… con tinta verde.
-Una segunda es haber tenido la idea de poner un letrero de “no funciona” en el palacio del XVIII parisino que tiene cierto protagonismo por el final. Truffaut ya no llegó a entrevistarle sobre Topaz, con lo que nos quedamos sin saberlo, pero yo creo que lo hicieron para mostrar su monumental escalera, por el mero placer de mostrarla, cosa que sucede, creo haber contado, en tres ocasiones. No he encontrado ninguna captura de rodaje de estas tres secuencias, pero sí una foto de rodaje, que será la 10 y última que cuelgo.
Vamos, como reconsideración total actual mía sobre “Topaz”: que la veo como una muy destacable película de aventuras (espías…) en toda su potencia.

6. Y cuando se va Rico la besa apasionadamente.

7. Vestido rojo virado a morado.

8. Fidel Castro dando un discurso… en Topaz.

9

Y 10. Foto de rodaje en la escalera monumental que no podía evitar rodar.
 

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