martes, 14 de marzo de 2023

El testigo

Antonio Berti (Alberto Sordi) llega a Reims desde Roma, llamado por su poderoso amigo juvenil Robert Maurisson (Philippe Noiret), dispuesto a restaurar los cuadros de la curia local.

Entre el coro patrocinado por su amigo, ahora gran cacique local, busca y encuentra una niña para hacer de modelo y así poder hacer los pliegues de la túnica del ángel que debe retocar en el lienzo por completo.

Antonio Berti, a plena dedicación restauradora, pintando los pliegues de la tenue ropa de su modelo.

Me he solido sorprender últimamente por el predicamento alcanzado por Jean Pierre Mocky entre cierta crítica francesa, porque habitualmente había visto películas suyas -en general tirando a cómicas- extremadamente comerciales, efectuadas bastante groseramente. De hecho, sólo se escapaba en mi baremo alguna experiencia suya dentro del cine negro.
Arte TV ha puesto estos días a disposición, visibles gratuitamente en España, unas cuantas películas suyas y, tras la tristeza de ver que no era suficiente un plantel de actores tan buenos y voluntariosos como el que tiene “Noir comme le souvenir” (“Oscuros recuerdos”, 1995) para escapar de ese bajo nivel indicado, resulta que he visto otra que me justifica plenamente esa especial consideración de que hablaba.
Y es que “El testigo” (1978) tendrá muchos defectos, pero desde luego no puede pasar desapercibida entre las medianías estandarizadas que pueblan (iba a decir los cines y también) las plataformas y televisiones. Hacía mucho tiempo que no veía una película que te mantiene en vilo, sin saber si va a franquear -como de hecho creo que franquea en varios momentos- alguna línea roja de las que, queramos o no, están trazadas en la creación de películas hoy en día.
Película siempre en el filo de la navaja de lo que se puede decir y lo que no, tengo claro que ahora sería irrealizable, por razones varias, entre las que no son menores el equívoco tratamiento del comportamiento sexual con menores, el papel femenino y otra serie de cosas, entre las que también pondría la presencia de una extravagante pareja gay como comisario y su ayudante.
Por otro lado, además de interpretada en papeles secundarios por los Attal y Zardi chabrolianos, está protagonizada por Philippe Noiret y Alberto Sordi, ambos mereciendo un aplauso por aceptar unos roles que podían acabar con su prestigio y este último impagable hablando francés o, por ejemplo, procediendo en ropa interior a ponerse los pantalones: todo un espectáculo de lo más gratificador.

Siempre agasajado por su amigo.

El extravagante comisario gay, el hombre más poderoso de la ciudad y el restaurador, en el coche policial yendo a reconstruir los acontecimientos de un crimen.
 

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