La puerta que, abriéndola, nos conduce a la esencia del cine de Germaine Dulac
Tenía que ir a la exposición del Museo Tàpies sobre Germaine Dulac, “Je n’ai plus rien” (hasta el 22 de febrero) y no negaré que iba con cierta intranquilidad sobre lo que me depararía, después de la presentación que hubo el otro día en la Filmoteca de un documental suyo que pese al nombre que lo amparaba (“El cine y al servicio de la historia”) y la presentación ditirámbica que hicieron sobre el mismo (cumbre, según ellos, de su postura feminista, socialista y antifascista), personalmente me pareció un montaje sin demasiada gracia de noticieros cinematográficos que si tenían algo era de laudatorios del stablishment monárquico, la idea militarista (todo eran desfiles de tropas) y ni un ápice de destello feminista.
En el texto introductorio de la exposición, antes de bajar la escalera que lleva a las dos salas que la albergan, se vuelve a incidir, con idénticas palabras, en esos films documentales del final de su carrera, lo cual no me ha parecido buen preámbulo, pero luego, quizás ayudado por esta prevención en contra, bajando a la exposición en sí, tanto los textos explicativos, como el material expuesto y no digamos las imágenes de los films de la Dulac, muy bien introducidos, me han parecido harina de otro costal, que creo que hacen de interés la visita tanto para los que quieran conocer mínimamente por donde va la obra de la cineasta como para los que, conociéndola, quieran profundizar en su mundo.
Todo eso intentaré comentarlo en otra entrada, pero valga ésta para mencionar en primer lugar la proyección de una pieza de doce minutos que ha confeccionado Mercedes Álvarez, quien ha sabido, a mi juicio, tanto sintetizar las grandes líneas de los films realmente aurorales de la cineasta como lograr, a medida que expone el resultado de su análisis jugando muy inteligentemente con la yuxtaposición de secuencias de sus películas, hacernos leer toda la carga significativa que conllevan. Y ofreciendo, apoyado con una música de Pascal Comelade inicialmente solemne y profunda, para acabar alegre y festiva cuando ya hemos captado el descubrimiento, un conjunto casi insuperable estéticamente.
Las diferentes subpantallas de la pantalla de la pieza de Mercedes Álvarez van apareciendo de forma paulatina en la gran pantalla de la exposición, de manera que, por ejemplo, esa mujer insatisfecha, prisionera de sus obligaciones de ama de casa, mire al exterior de su casa-prisión y nosotros veamos, en otro cuadro, el exterior, objeto de su anhelante mirada.
Unos rótulos van haciendo más claro lo expresado en cada apartado.
Las imágenes de su época más vanguardista, en la que jugó mucho con el dinamismo, las formas geométricas y los reflejos luminosos pueden, en la distribución de secuencias de Mercedes Álvarez, hacer, por ejemplo, corpórea la música.
Es difícil captar fotogramas de sobreimpresiones sobre los rostros de sus protagonistas, que ayudan muchas veces a visualizar sus sentimientos.
En estos dos cuadros confrontados me ha parecido ver un antecedente de cosas muy posteriores de Bresson, por ejemplo.







 
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