La rentrée ya está aquí, debieron pensar ayer en la Filmoteca, tras asistir en su vestíbulo a una de esas saturaciones de los grandes acontecimientos.
La cita, que reunió a una variopinta parroquia (gente del mundo de la crítica y la profesión cinematográfica y espectadores habituales de la Filmoteca, especialmente) era para la presentación de las memorias de Esteve Riambau, a la sazón veterano crítico cinematográfico y hasta hace un par de años director de la institución del Raval.
Mínima introducción del director actual de la Filmoteca, Pablo La Parra, mientras se acomodaban en la repleta sala los rezagados -muchas conversaciones por el mucho tiempo sin verse entre sí-, luego otro tanto por parte de Juan Cerezo (Tusquets Editores) quien mencionó su primer contacto editorial con Riambau, cuando ganó el premio Comillas con su biografía sobre Muñoz Suay y, tras haber lanzado el gancho obligado para lectores indecisos (eso de que el libro se lee como una novela, sin aburrir en ningún momento: sus primeros capítulos así me resultaron anoche) acabó su intervención con una muy bien pensada manoletina, mencionando el sitio de reunión, la Filmoteca, como el auténtico lugar del crimen, pues fue jubilarse como su director para a los dos días ponerse a escribir el libro.
Poco después, en una intervención anticipada a la que se lanzó el protagonista de la tarde, confesó que fueron las horas facilitadas por el confinamiento las que le condujeron a escribirlo para aprovechar ese impensado regalo de tiempo tendente a la auto contemplación. En esa intervención avanzó un concepto que le gusta siempre dejar claro, que él no es ningún cinéfilo (luego volvería a esa idea señalando que le gusta más conocer a las personas que a sus películas) y que por lo tanto sus memorias no son en verdad un libro de cine, siendo como es el cine su hilo conductor.
Según añadió, un 25% del libro estaba dedicado a su tiempo en la Filmoteca (a todo lo organizado y vivido durante esos 14 años de director), otro 25% a esa generación previa que es la que le atrapó y condujo en su afición por el cine, y luego no especificó ya a que estaba dedicado el otro 50%, pero a tenor del atractivo carrusel de fotos que se pudo ir viendo en la pantalla durante toda la sesión, que correspondía precisamente a las fotos (con él o suyas) que aparecen en el libro presentado, debe estar dedicado a la enorme cantidad de gente que ha ido conociendo a través de sus trabajos relacionados con el cine.
Y tras asustarse de todo lo que había llegado a decir, empezó realmente lo que supongo se había planificado, esto es, una mesa redonda con dos puntales -el actor Josep María Pou y la directora de cine Rosa Vergés- que irían dejando asentadas opiniones que podría confirmar, denegar o rematar Esteve Riambau.
Empezó pues Josep María Pou, y lo hizo leyendo, con su profunda y entonada voz, un trozo del prólogo que ha escrito Leonardo Padura para el libro, acabando con una frase muy sonora, que dice que “esta película de su vida debió haberse llamado ‘Love Story’, porque lo que nos ha regalado el apasionado Esteve es, en esencia, eso: la historia de un dilatado, incombustible amor”.
Por su parte, Rosa Vergés se centró mucho en la cantidad de personajes que aparecen en sus memorias (Riambau: “pero no quería hacer en modo alguno un listín de teléfonos”) y en recabar cómo había logrado eso de tanta complicidad, tan evidente, con directores de cine de primera magnitud con los que había tratado.
Riambau, de quien ya había salido a colación su formación y primera actividad profesional como médico, respondió que asumía su doble personalidad de Dr. Jeckill y Mr. Hyde, de la que consideraba la válida la de Mr. Hyde, pero sin abandonar el método científico del que se había empapado el primero.
Pero si otro protagonista hubo ayer en la sala, aparte del escritor homenajeado, este fue Orson Welles, del que nuestro convocante es un referente a nivel mundial, sobre todo gracias a haber aportado conocimiento de lo que otros estudios carecían, su gran relación e implicación con España. Pou agradeció a Riambau haberle facilitado conocer al famoso director de cine… y otras muchas cosas, de su mano, y detalló con la ayuda del mismo Riambau las circunstancias y algún momento relacionado con el proceso de puesta en escena de la obra “Su seguro servidor, Orson Welles”, de la que supimos que impuso como condición para interpretarla que fuera dirigida por Riambau, o de “Máscaras”, la película (codirigida con Elisabet Cabeza) en la que Esteve Riambau captaba su complejo proceso de preparación para representar el papel de Orson Welles.
Para más redundancia, cuando a Riambau le preguntaron qué tenía entrte manos, su respuesta fue que el próximo lunes se inauguraba en la Cinemathèque francesa, en París, una gran exposición, de la que había sido uno de sus asesores, dedicada a... ¡Orson Welles!
Al salir de la sala o de la biblioteca -donde firmó ejemplares de sus memorias- la gente se sumó en el vestíbulo con el público, también numerosísimo, reunido para el preestreno de “Extrany riu”, multiplicando el agradable caos hasta el punto de hacer creer a uno en la mentira piadosa de la potencia de la actividad cultural barcelonesa de esta rentrée.
Pablo La Parra, durante su introducción, apenas logrado que se sentaran los últimos asistentes al acto.
Juan Cerezo a lo mismo.
Avance expositivo de Esteve Riambau. En la pantalla, el carrusel de fotos a punto de iniciarse.
Pou leyendo parte del prólogo de Leonardo Padura, de quien Riambau dijo que estaba previsto que estuviera también en la mesa, pero la única fecha disponible en la Filmoteca lo impidió. En la pantalla, una de las fotos del libro, con unos jovencisimos: un para mí irreconocible Joan Riambau, Esteve Riambau, Mirito Torreiro sentado con el vaso, José Enrique Monterde, Joaquim Romaguera y su mujer, Rose Vendrell
Rosa Vergés al micro.
El Dr. Riambau extendiendo una receta a un paciente, que resulta ser Martí Rom, a quien pronto volveremos a ver por aquí.
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