viernes, 21 de noviembre de 2025

Historias del buen valle

El Sr. Francesc, como un apache, pero también como Friedrich, contemplando desde una loma de Vallbona la lejana Barcelona.

La Alternativa - 7
Quería José Luis Guerin hacer un pase previo a la sesión de ayer en la Filmoteca de su “Historias del buen valle” (2025), para dedicarlo especialmente a los vecinos del extremo barrio barcelonés protagonista de la película, Vallbona y que se vieran los que habían salido en ella, acudiendo con sus vecinos y amigos, pero la falta a última hora de un permiso de la carpa en la que quería colocar la pantalla y alojarlos mandó al garete la sesión.
No pudo ser lo de la carpa en Vallbona pero, a cambio, una buena representación del barrio -actores de la película o no- había ayer en la Sala Chomón, encantados de la vida o, como mínimo, de lo que vieron en la pantalla.
Ya se han escrito muchas cosas sobre “Historias del buen valle”, por lo que quizás lo mejor que puedo hacer ahora aquí es intentar recoger como buenamente pueda las explicaciones que el mismo Guerin dio ayer sobre ella. Si Antoine de Baecque decía que Claude Chabrol era el mejor crítico de sus películas, el que más y mejor sabía conceptuarlas, ahora podría añadir el nombre de JLG (el nuestro, no el suizo/francés) para formar un pequeño club con, de miembros, directores con esas características.
Antes de que hablara largo y tendido respondiendo las preguntas del público, ofreciendo una buena docena de pistas para que los que escriben de esto puedan hacerlas suyas y escribirlas por sus papeles como propias, acogió con satisfacción lo que Cristina Riera, codirectora de L’Alternativa, le dijo como primera impresión tras la visión de la película, esto es, que era una maravilla ver cómo se va durante el metraje apartando él -el director de cine que hace su película- para ir dejando paso a los protagonistas que van haciéndose dueños absolutos de ella. Eso era algo que le había preocupado y respiraba al comprobar que había conseguido.
Enlazó entonces explicando la génesis del film: un encargo para una exposición del MACBA sobre barrios periféricos desfavorecidos de Barcelona lo llevó a Vallbona, donde detectó una serie de signos que le hicieron revivir la España de su infancia: espacios asilvestrados, caminos sin asfaltar, un río que ligaba con lecturas como la de “El Jarama”,… Para filmar eso pensó en la cámara que utilizó en sus primeros balbuceos cinematográficos, de Súper 8, y cargado con ella rodó esa primera visión de lo que encontraba en el barrio, lo que aparece en blanco y negro y, en ocasiones, con las perforaciones del 9,5 mm que también conoció en su infancia.
Explicó entonces una de las constantes de sus películas, como es el intenso proceso de documentación previo y, singularmente, ese no rodar nada sin haber visto antes todo lo rodado previamente por otros en el escenario escogido. Dijo ayer que por la sala estaban Ferran Alberich y Rosa Cardona, de la Filmoteca (es verdad: en el vestíbulo, previamente, irrumpí para hacerles una foto a los dos departiendo con Guerin en presencia de Pablo La Parra, pero como como Alberich y Guerin salieron bastante mal, no la pongo por aquí), a los que estuvo persiguiendo para que le buscasen todo el material de archivo fílmico existente, pero que resultó que, excepción hecha de unas secuencias de una ficción de Marc Recha rodadas en el barrio, no hay absolutamente nada. Al no tener nada de archivo que pudiera utilizar, se dio cuenta que debía filmar el presente como si fuera para crear un archivo.
Tras esos esbozos iniciales en blanco y negro, que acaban con unas hojas agitándose, la advertencia o introducción escrita definiendo la Vallbona objetivo del film, un giro al color que se produce a partir de unas luces que acaban definiéndose como los faros de la multitud de coches que transitan las autopistas que cruzan el barrio y la visión misma, al fondo, de la Barcelona mas central, para dar con rótulo del título, en la película vemos una concertada coreografía (obra, como todo, de un laborioso montaje) de niñas yendo a la escuela, para aterrizar en un cartel anunciando la etapa siguiente del film que comentó ayer Guerin, esto es, el casting.
Del casting comentó que había montado una pieza independiente, que recogía muchísimo más que lo reflejado en la película, para la que se tuvo que simplificar un montón. Y que le gustaría que esa pieza pudiera servir de memoria del barrio, porque en ella están todas las entrevistas hechas a la gente que se presentó a la llamada del cartel, expresando los más su nostalgia por la Vallbona que conocieron, de la que cuentan su infrahistoria. Una cosa que les oyó decir varias veces fue, precisamente, que había llegado tarde, que la historia del barrio ya había pasado (refiriéndose a que ya habían llegado a buen término casi todas las reivindicaciones por las que arduamente tuvieron que trabajar).
Esas entrevistas le sirvieron para escoger los personajes más representativos, y desarrollar con ellos visualmente las historias que previamente le habían contado. La reducción del tiempo relativo de las entrevistas en el global de la película puede comportar el peligro -acabó de explicar- de que el espectador no sea tan consciente de toda la evolución que quiere ir mostrando -y de hecho muestra- la película sobre el barrio. Y aquí hizo notar que los títulos de crédito no hablaban de eso que podía sentirse como arrogante de “una película de…”, quedándose en “Work in progress: JLG” (aunque, para evitar por completo toda arrogancia o cursilería, digo yo con cierta maldad, también podría haberlo escrito en castellano, mediante ese “en construcción”, que él mismo acuñó ayer, y que asignó tanto a la película como al barrio).
Simplificó esas entrevistas de la primera parte -también explicó en algún momento- en la que hablaban sobre todo los habitantes históricos del barrio, los que tienen conciencia de barrio, porque correspondían a una película que inicialmente veía que se le iba a cuatro horas. A esos habitantes, siguiendo la evolución de la historia, les siguen en el film los nuevos llegados, ya a la ciudad dormitorio construida, pero su gran descubrimiento fue encontrar que aportaban otras memorias, las de sus lugares de origen.
Un encuentro fundamental -comentó- fue el del Sr. Francesc, quien fue el que le incitó a hacer un western, el western de Vallbona. De western hay, además de una música a la armónica en un funeral, esa idea de las amenazas que acechan al territorio, por ejemplo. En un momento dado, como le dijo un espectador que pasaba en “En construcción” con “Tierra de Faraones”, se oía el sonido de un televisor en el que se pasaba un western, pero aquí, para ser fiel a la memoria de Francesc y no hacer simplemente un guiño para cinéfilos, se trata de un montaje como si fuera un western típico, pero que no obedece en realidad a ninguna película específica.
Otras cosas que he anotado o recuerdo explicó ayer:
-Su preocupación por no dar una visión victimista del barrio, sino sobre su singularidad, mostrar que existen formas de vida propias de la periferia, que no pueden darse en el centro de la ciudad. Y aprovechó para decir que él también se sentía bien como cineasta de la periferia.
-Que se filmó todo sin guión, buscando y sirviéndose de las aportaciones de los filmados, que debieran figurar todos como co-guionistas.
-Que ve emocionado que la minúscula Vallbona es una aldea global, caja de resonancia -con sus 12 lenguas registradas en la película- de todo el Mundo y sus preocupaciones actuales.
-Que había el peligro de idealizar un barrio que, en el fondo, tiene muchísimos problemas. Que intentó siempre mantener un cierto equilibrio sobre eso.
-Que en la película aparecen, cruzando el barrio y chirriando sobre sus vías, la friolera de 42 trenes.
-Que tuvo inicialmente problemas sobre cómo encuadrar Vallbona, hasta que, cuando conoció los imaginarios de cada uno de sus habitantes, ya vio facilitada extraordinariamente la tarea.
Y hasta aquí lo que recuerdo del coloquio. Por mi parte añadiría que he visto como admirable, sobre todo, las transiciones entre (más allá de su fragmentación para reducir pero seguir siendo precisos) planos (que expresan, por ejemplo, la identidad de acciones, la yuxtaposición entre figuras y sus deseos, o las razones y sinrazones de vecindad) y entre secuencias (cómo va apagando una escena para ir dando paso a otra).
Y que:
-es emocionante ver cómo hay ecos de casi todas sus películas anteriores en el film (podría enumerar bastantes).
-de igual forma, satisface encontrarse con sus constantes para dar vida a cada plano que rueda.
Pero, como se enfada, diciendo que eso es decirle que ha llegado al límite de sus recursos, aunque veo clarísimo que no es verdad, pues no lo haré, y en su lugar explicaré, como visión personal, que no creo haber leído por ningún lado, únicamente una cosilla:
Guerin fue siempre un admirador, sin cortapisas, de Eric Rohmer. Como tal, fue de los pocos que entendió perfectamente su anhelo de hacer lo que resultó ser su último film, “Romance de Astres y Celandón”, que tuvo que hacer rompiendo alguna de las estrictas reglas que se auto imponía (como la de rodar únicamente en los precisos sitios de la acción) y con un esfuerzo personal importante (dirigió escenas desde una silla de ruedas).
En una película como “La academia de las musas” me dio que, por momentos, quiso buscar y representar esa Arcadia que también imaginó Rohmer (éste intentando ser fiel al texto que adaptaba).
Me da la impresión de que en Vallbona José Luis Guerin ha encontrado, por fin, su buscada Arcadia. O algo bastante parecido. Pero espero que, para nuestro placer, siga dando con muchas otras Arcadias.

La abuela adiestra a su nieta sobre flores y muertos.

La increíble pareja que conduce muchas fases de la película.

No habiendo obtenido una butaca por mi posición habitual, la foto del coloquio me salió una porquería, pero la cuelgo para dejar ver (o al menos intuir) que, ya acabada la proyección, la sala continuaba repleta de público. Sólo queda esperar, como dijo también Guerin, que quede algún espectador para cuando se estrene al principio de febrero.

 

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