viernes, 31 de mayo de 2024

Tokyo days



No es que insista poniendo más fotos de las que hice hace un año por Tokio (ya lo haré, que aún quedan unas cuantas :-)). Estas que cuelgo son capturas de pantalla (nitidez de imagen no muy buena) del cortometraje (20 min) de Chris Marker “Tokyo days” (1988), que Le Cinéma Club ha colgado ayer y deja ver en su web hasta que retire el enlace el próximo viernes.
Esta vez sin reflexión directa alguna de su voz en la banda sonora, Chris Marker simplemente trasluce su fascinación por la ciudad, de la que va sacando paisajes urbanos, multitudes circulando por las grandes estaciones o atentas a una actuación musical. Arielle Dombasle le explica su experiencia del paso de frontera en el aeropuerto, él se mete por un gran supermercado y su cámara se encariña de las dependientas. Y no se olvida ni un momento, claro, de los gatos. Incluso ni de su buho que todo lo mira con ojos como platos.
Enlace para verlo:




 

lunes, 27 de mayo de 2024

Frédéric Mitterrand


Me entero -con mucho retraso- de que el 21 de marzo falleció Frédéric Mitterrand.
Se acabó, pues, descubrir su especialísima voz, esa cantinela encadenada elevándose hacia el cielo, narrando alguna historia de hadas sobre gente de cine o de la aristocracia en algún perdido documental pescado por casualidad por la televisión.

Me acostumbré a ver su nombre asociado a proyectos que hicieron mucho por un cine que me gusta, con Arte y La Sept en primer término, pero sobre todo recordaré siempre sus líricas presentaciones de películas que han entrado por la puerta grande en la historia del cine. 

domingo, 26 de mayo de 2024

Domestic Violence

La policía acude a la llamada de una vecina, que oyó gritos. Ni ella ni él quieren denunciar a su pareja, pero acaban en prisión.

Una asociación de damas visita Spring, un centro en el que acogen a mujeres que han recibido violencia de su pareja, y atienden a las explicaciones de los sus gestores.

Está “Domestic Violence” (Frederick Wiseman) visible en Filmin dividida en dos partes (2001 y 2002). Aunque existe una completa continuidad entre una y otra, será que consideraron era un plato difícil de digerir todo seguido.
Lo suele hacer Wiseman en varias de sus películas: Empieza con una sucesión de planos fijos que nos acercan a una ciudad, y más concretamente a sus suburbios, y acaba, después de las largas horas que intentan -y vaya si logran- hacernos cargo de una situación, con la sucesión de planos inversa. La autopista de llegada y salida es la misma, pero el barrio de su inicio -envuelto en un continuo y molesto rumor de motores de automóviles- está habitado por gente que a duras penas puede llegar a final de mes, mientras que el que vemos al final es un auténtico ‘suburb’ privilegiado. Los casos seguidos afectan en su totalidad al primer sector.
En la primera parte acompañamos a agentes de policía que acuden ante una demanda recibida de violencia doméstica. Vemos desde casos que evidentemente requieren una intervención rápida (como una señora ensangrentada de arriba a abajo, a la que su pareja le ha cortado desde el labio toda la mejilla) hasta otros en que podemos llegar a pensar si tomar al pie de la letra la ley correspondiente de Florida (donde se desarrolla la acción), por la que una denuncia con evidencia de violencia supone ir directamente a la prisión, no es algo excesivo.
En la segunda parte asistimos a una causa preliminar múltiple y luego a juicios desarrollados a velocidad de vértigo.
La reiteración, subrayada por la misma película, te deja molido, y pensando cómo se puede sacar adelante a la humanidad.

Causa preliminar, que dicta el alejamiento y pérdida de contacto entre la pareja.

El expeditivo y veloz juez en una causa múltiple, a ritmo de un par de minutos por compareciente. Sus encausados -en el monitor- visten el traje naranja de los que están en prisión..

La desesperada juez, viendo que no hay forma de parar el problema.
 

sábado, 25 de mayo de 2024

El fantasma de la Ópera

Con la máscara…

Y sin ella, recordándome siempre al figurín del Cerebrino Mandri.

Quizás le falte a Lon Chaney en su personaje de “El fantasma de la Ópera’ (Rupert Julien, 1925) un poco más de prestancia caballeresca en sus amoríos con la aspirante a diva del bel canto.
En las diferentes versiones de “La bella y la bestia” siempre el monstruo tiene unos sentimientos tan fuertes para con su amada que resulta un pobrecito perrillo faldero de ella, yendo en su entrega directamente a la perdición. En cambio aquí, esa desfigurada víctima que, cuando no lleva su máscara más bien parece el del anuncio de Cerebrino Mandri, pone por delante su vida a estar con ella, haciendo imposible que sea objeto de esa ternura que, sin embargo, en seguida saben captar La Bestia, Frankenstein, King Kong o cualquier otro monstruo cinematográfico que se nos ocurra.
Ella, además de curiosa, es bastante hipócrita, sólo pendiente de su éxito artístico personal, sin hacer caso de ese amante de pelo recortado por el cogote y supurante de laca que intenta hacerla feliz… alejándola de su vocación. Me han gustado, eso sí, esa pareja de nuevos empresarios que se han hecho con la propiedad de la Ópera, que actúan, pese a sus diferencias físicas, como los Hernández y Fernández del Tintin.
Así las cosas, la película, pese a ser muy posterior, puede disfrutarse únicamente a la manera que debían disfrutar los chavales que, a principios del siglo anterior, acudían a los seriales de episodios, tipo Fantomas o Los peligros de Paulina: fijándose, luego comentando y más tarde adoptando en sus juegos grupales las diferentes estratagemas de diverso tipo observadas en la película. Ahí está, para ello, esa exploración de los bajos de la Ópera de París manteniendo un brazo alzado, para de ese modo evitar que el estrangulador aplique su lazo alrededor de nuestro cuello, o esa cañita a modo de periscopio que el fantasma utiliza para respirar bajo el agua, o tantas otras.
Debió ser, eso sí, una de las películas de mayor presupuesto de su momento, con tanto actor y figurante en varias de sus escenas. Y supongo que debió causar sensación su alocado baile de disfraces, en el que sorprendentemente aparecen los trajes de los asistentes en fuertes colores, dominando el rojo.

La aspirante a diva, en uno de sus momentos hipócritas.


En el alocado y coloreado baile de disfraces, donde puede aparecer con su terrible rostro descubierto.
 

Les amis de Ninon



Una curiosidad. Le Cinéma Club nos ofrece (en versión original francesa, subtitulada en inglés) hasta el próximo viernes, en que harán el cambio por otra película totalmente diferente, “Les amis de Ninon” (Rosette, 1998).
Éric Rohmer invitaba habitualmente a tomar un té en su estudio a jóvenes actrices, a las que interrogaba en profundidad sobre sus costumbres, gustos y demás. Muchas de las actrices de sus películas pasaron por este cedazo, en ocasiones aportando al proyecto también ellas mismas el argumento o las situaciones que le explicaban. Una de estas chicas fue Rosette.
Al margen de sus reconocidas películas comerciales, lo que él llamó “La Compañía Éric Rohmer” produjo una serie de peliculitas basadas en lo que había oído en esas charlas, a veces dirigidas por él mismo, a veces por ellas, siendo él uno más del equipo de producción. En “Les amis de Ninon” aparece como “découpeur” un tal Éric...
En el mediometraje, que no llega a la media hora, se suceden escenas y localizaciones a los que estamos acostumbrados por el autor del “Cuento de verano”. Aparecen muchos actores de su escudería, todos jovencísimos, hasta una Arielle Dombasle en un papelín que he visto inverso al de su “Le beau mariage”. Un ratillo muy agradable, vaya.
Pasen y vean:



 

miércoles, 22 de mayo de 2024

La marcha sobre Roma

El personaje de Vittorio Gassman lee el programa fascista mientras se prepara para comer un buen plato de lo que le den.

A su vez, convence a su compañero (Ugo Tognazzi) con las mismas armas.

Por gentileza de un amigo digital he podido ver “La marcha sobre Roma” (Dino Risi, 1962). Risi debió recolectar unos cuantos reportajes de época y, con sus guionistas, debió decidir completarlos rodando con actores y siguiendo una línea argumental llevada por dos de los muchos que se sumaron en ese acontecimiento a los camisas negras.
Los dos protagonistas son dos menesterosos, un pequeño estafador (Vittorio Gassman) y un jornalero de tendencia comunista (Ugo Tognazzi), ambos antiguos compañeros de armas en la anterior guerra, que tanto empobreció a Italia. Como tantos otros, ven en la sobreactuada reacción fascista un camino para salir de sus penurias.
Siguiendo a esa nutrida tropa camuflada en el anonimato del grupo, incluso participando en sus bravuconerías, el menos convencido de los dos va sacando la hoja que guarda con el ideario, el hermoso programa político que le llevó a unirse a la epopeya y, escena tras escena, va tachando una a una todas y cada una de sus líneas, al ver en qué se traducen en la realidad.
¿Llegarán a ver la película los componentes de toda esa nueva ola que amenaza con hacerse un sitio holgado tras las próximas elecciones al parlamento europeo, desde el que ir imponiendo sus programas? De ser así, ¿llegarían a reírse, como he hecho yo, en varios de sus momentos?

Y todos emprenden, sin organización alguna, la marcha sobre Roma cuando las urnas no les han ofrecido la representividad que creían poder lograr.

Elaboran una lista de gente a la que represaliar, y van a por ellos.

Nuestros dos protagonistas hacen tomar aceite de ricino a un juez jubilado, pero éste no sucumbe -al contrario- ante su intención.

 

martes, 21 de mayo de 2024

La puerta del infierno

El samurai ha depositado en el suelo, tras transportarla, a la mujer que se ha ofrecido a suplantan, para salvarla, a la hermana del emperador.en el turbulento momento del golpe de estado. En ese momento llegará otro que, viendo el hermoso vestido que luce, sospecha es la mismísima hermana del emperador

Ella, sopesando, en pleno dilema.

El samurai le conmina: o se te me entregas o morís todos.

La escena con Warutu, su marido, felicísimo, ignorante de todo lo que el otro y ella, cada uno por su parte, traman.

La tenía esperando en Filmin. Ese nervioso principio de “La puerta del infierno” (Teinosuke Kinugasa,1953), con el entrecruzar de katanas de samurais, mujeres que huyen despavoridas por sus aposentos entre defensores alcanzados por alguna flecha y, sobre todo, esos cortantes y desesperados diálogos, que informan de que están asaltando el castillo Nijo de Kioto, en lo que es un auténtico golpe de estado, y se solicita una voluntaria para suplantar a la hermana del emperador, me supieron anoche a “dejà vu”.
Tras eso he estado todo su metraje pensando qué película de Mizoguchi -habia de ser él- había tratado exactamente ese mismo tema, pero en blanco y negro en vez de en los saltones colores pastel, salvo en muy específicas ocasiones vivos colores, que inundan y destacan enormemente en la película de Kinugasa.
Ese continuo pensar a qué película correspondía esa otra versión en blanco y negro que tanto recordaba (ese asalto al carromato en el que va la supuesta hermana del emperador, ese otro samurai que cree distinguir, ahí postrada, a la dama por sus ricos atabíos, cómo el samurai que la ha conducido y defendido queda prendado de ella y pide, en compensación, su mano, que le es concedida sin saberse que ya está casada) me ha mantenido un tanto distante de la película, y ha debido ser por su final donde me rindiera incondicionalmente a su poderío.
Impresionante, enormemente delicada, la serena e intensa escena en la que ella, atrapada por la violenta e irrenunciable decisión del samurai, habla con su marido, éste contento del caso que le hace, y se nos va desvelando a nuestros ojos lo que ella ha tramado para no caer en la inapelable decisión del samurai.
Todo ese final se desarrolla de forma magistral, manteniendo una intensidad insuperable, hasta el momento en el que el samurai se corta la coleta, vemos la llamada puerta del infierno y la cámara se eleva hasta ver cómo unas nubes se desplazan detrás suyo, por el cielo.
Ni Mizoguchi, ni mucho menos Ozu, cuyo cine no se vio en Occidente hasta una vez fallecido: fue ésta película la que, presentada en 1954 en el Festival de Cannes, cautivó a todo el mundo por todo “lo japonés” que mostraba, siendo orgullo de todo festival cinematográfico, desde entonces, aportar una obra de ese país en su certamen.
Me puse luego a buscar cual podría ser la versión de Mizoguchi, pero he llegado finalmente a la conclusión de que no existe. Si no fuera que recuerdo haberlo visto hace no demasiado, podría ser esta misma la vista, en el UHF, cuando la televisión era en blanco y negro. Pero no.

No he sabido quitar ese “next text” que ensucia el fotograma…

El samurai, desconsolado, se corta la coleta, que pasamos a ver en primer plano a continuación.
 

jueves, 16 de mayo de 2024

Angkor, Camboya: Damiana

In

Y out.

Pensando en sus 150 minutos que, una vez empezada, creía ya conocidos, abandoné la última película de Lucía Seles, y ponerme entonces con “Angkor, Camboya: Damiana” (Gonzalo Garcia Pelayo, 2024) fue como un bálsamo, que estalló en gran satisfacción cuando, acabada su larga secuencia inicial, que nos muestra majestuosamente todos los rincones de Angkor, la siguiente, con los mismos actores, da un vuelco radical a la comprensión de todo lo que has visto hasta entonces.
La película resulta ser un doble periplo por Camboya, en dos versiones radicalmente diferentes. Una (out), plagada de elementos autoirónicos (todas esas teorías sobre el lenguaje, sobre cómo dotar de sentido profundo a una película) y toques de humor (ese “pescado de humanos” que señala el divertido guía a la pareja de visitantes en su visita al mercado callejero sería su gag más destacado). Otro diálogo de esa versión aclara directamente mucho: “Un poco de tontería no está de más, sobre todo para compensar tu personaje, toda una tragedia”, añadiendo una hilarante referencia a “Marcelino, pan y vino”.
Pero debo decir que con la versión que he echado más risas es, precisamente, con la de representación de la tragedia (in), con un escupitajo como momento cumbre, cúspide dramática.
Película doble, reflejo quizás de su afición por las estructuras matemáticas, como la película igualmente cumple a la perfección su habitual empeño en dar a conocer espacios del mundo que le cautivaron en sus viajes, ofreciendo un retrato completo de Camboya, sin embargo no aflora en ella el estilo que recordábamos en García Pelayo, quien ayer nos indicó -poca broma- que la consideraba su película de mayor ambición.

En una película que es un retrato completo de Camboya.

Que no atiende únicamente a sus lugares turísticos.

Y no olvida aspectos siniestros de su historia.
 

martes, 14 de mayo de 2024

Les bureaux de Dieu

Una consejera recibe a dos menores amigas.

Otra escucha atentamente otro caso.

Él acude a las oficinas de planificación familiar porque quiere saber si ella es virgen.

Los dos becarios (él un jovencito Emmanuel Mouret) salen durante una pausa a fumar en el balcón.

Quien haya ido viendo con agrado, como me ha pasado a mí, unas cuantas películas de las que ha hecho Claire Simon a lo largo de su vida, puede acceder ahora gratuitamente en TV5Monde a “Les bureaux de Dieu” (2008).
Me imagino a la documentalista Claire Simon yendo a ver a varias actrices para solicitarles participar en la película, interpretando a las que componen una oficina de planificación familiar establecida en un piso de la ciudad.
El éxito absoluto de Claire Simon en el empeño, entiendo que facilitado por el carácter eminentemente positivo del tema (dar a conocer la existencia de este tipo de centros y la ayuda que ofrecen a mujeres pasando una situación compleja, que requiere reflexión, atención y libertad) lo demuestra la nómina de famosas actrices que participan, con papeles cortos, pero en ocasiones muy gratificantes: Nathalie Baye, Isabelle Carré, Nicole García, Marie Laforet, Béatrice Dalle, Marceline Loridan,…
Chicas o mujeres ya maduras (interpretadas por actrices no profesionales) que no se atreven a confesar que pretenden abortar, otras despistadas sobre los procedimientos a seguir y, en general, mujeres cargadas con dramas y situaciones bien complicadas, que las colocan en un momento decisivo bien difícil, reciben en esas oficinas la atenta escucha de una u otra consejera, que les va lanzando preguntas para entender lo más posible su situación y hacer que sea la misma mujer que ha accedido al servicio la que se responda a sí misma sobre lo que realmente quiere hacer.
Es verdad que ese atiborrado piso de edificio burgués donde está ubicado ese servicio acoge a unas consejeras tan comprensivas, amables y competentes, que uno se pregunta si tendrá mínima correspondencia con servicios de la realidad, cargados de limitaciones de todo tipo y sujetos a los conflictos que surgen siempre en todos los grupos humanos, pero esta mía es, vamos a decirlo, una queja menor.
También podría parecer que ese continuo flujo de entrevistas, una tras otra, que repiten los diálogos grabados durante siete años en centros de esta naturaleza, podría hacer la sesión algo cansina. Pero ahí están, para evitarlo, actrices extraordinarias como N. Baye o N. Garcia, a las que la trama, además de su confrontación con los casos que les cuentan sus “clientes” (interpretados, ya digo, por actores no profesionales), siguen en los intervalos entre clientes, y su buen hacer actoral les permite sugerirnos, a su vez, que son ellas mismas susceptibles de historias vitales bien interesantes.
Y ahí está, también, el carácter cinematográfico -y no de reportaje televisivo- que imprime a la película Claire Simon. Basta ver, para ello, su inicio: la cámara sube en el viejo ascensor del inmueble hasta la sede de la organización. Corte a otro plano en el que distinguimos a dos crías de origen argelino fumando en un balcón y observando a los que pasan por la calle. Pronto sabremos que han salido al balcón para evitar la aglomeración de la sala de espera, y que están ahí para exponer su caso, en busca de ayuda.
O bastaría también ver, más adelante, cómo atendemos al cierre de luces y habitaciones del centro, siguiendo las dudas de una consejera que querría esperar para ver si una mujer en conflicto se decide a aparecer.
¡Ah! Me ha resultado curioso advertir que la legislación francesa debía ser en el momento de producción del film más restrictiva que la española en cuanto a condiciones para el aborto, porque transcurridas unas cuantas semanas de la falta de regla denunciadora del embarazo, envían siempre a abortar a una clínica de Barcelona con la que el despacho parece tener un concierto.

El jovial médico del centro (Michel Boujenah), explicando detalles de los condones a las chicas que efectúan una visita.

Una que ha acudido a la consulta…

Y otra, no representada por una actriz profesional.
 

domingo, 12 de mayo de 2024

School Privada Alfonsina Storni

El nervioso vigilante, en su garita, constata la llegada de la catequística a la Escuela.

La catequística acompaña a la nueva directora. Ambas tienen el proyecto de crear una santería en la escuela.

El encargado del kiosco de helados, que no vende ni un solo helado, en su kiosco. Ya se verá que la película está llena de actores de la escudería Seles.

Ya sólo las primeras escenas de “School Privada Alfonsina Storni” (2024) nos hacen ver de forma inequívoca que nos encontramos ante una película de Lucía Seles.
La cosa empieza, despistando bastante al personal, con un pase como de diapositivas sobre un centro, un lugar funcional, mientras se oye una grabación como de una radionovela de época.
A eso le sigue la filmación de un corrillo de compañeros de trabajo, con sus maledicencias sobre otros compañeros, hecha bajo las normas no escritas de Seles y el último García Pelayo: dejando cancha libre a la improvisación, a lo ideado por los actores.
Van apareciendo de vez en cuando, con mucha frecuencia en esta película, rótulos -recurso que era tan asociable a Gonzalo García Pelayo- con explicaciones y apuntes de un eventual narrador (más bien comentarista de todo lo que se le ocurre relacionado, aunque sea por los pelos, con lo que sale o se cuenta por la película), el propio Seles, reconocible a la legua por su español infestado de palabras de su inglés casero sino inventado, al tiempo que, por lo mismo, difícil de leer y entender Y también hay travellings marca de la casa por la ciudad, siguiendo la cámara a los personajes, en esta ocasión con frecuentes cambios de plano.
He visto las últimas películas de Gonzalo García Pelayo antes, con estos mismos actores argentinos, y es ahora que veo por completo cómo estaba haciendo cine al estilo Seles o, cuando menos, haciendo continuos guiños a sus maneras.
Luego sigue, sin la contención de los setenta minutos, pues dura más de dos horas, el seguimiento de las intrigas, de los golpes de gobierno en la fría y fea Escuela Privada centro de la acción, de las rencillas y acusaciones entre sus empleados. Todo trufado, eso sí, de puntuales cameos (papeles serios y contenidos los de los dos hermanos García Pelayo), aparición de trenes, de elementos especiales de edificios y monumentos, homenajes a los escritores chilenos y declaraciones seleanas como esa de que prefiere mil veces una estación de servicio nueva a un jardín.
Es decir: Lucía Seles en pura esencia.


En la estación (punto nodal en otras películas…) mirando “los cilindros”.

El inquietante chileno en el acto de presentación de otra nueva directora.