miércoles, 18 de junio de 2025

Tavernier y su Mémoires interrompus


Mientras que la verdad es que no tengo ningunas ganas locas de volver a ver las películas de Bertrand Tavernier que en su día me gustaron mucho, en cambio sí que perseguí tener y ahora estoy disfrutando un montón leyendo su “Mémoires interrompus” (interrumpidas -hay un curioso cambio de género en la traducción de la palabra memorias- por su muerte en 2021), volumen publicado en 2021 por la colección del Institut Lumière que en su día dirigiera, en Actes Sud.
Por ahora, asistiendo como estoy a sus recuerdos y rememoraciones de su infancia, tiene el libro todo lo que le pido a unas memorias: que sepa evocar con ejemplos cercanos una sociedad, una época, unos hechos, un ambiente que, aunque no sean todos ellos los míos, sí tengan algún punto de contacto con mis intereses.
Perteneciendo Tavernier a una familia de sólida posición social y cultural de Lyon, y llevándome él más de una década, dirías que con esas otras coordenadas eso puede parecer una tarea difícil, pero no es en absoluto así. Al margen de que ya puede tratarse de un entorno cultural/temporal de lo más diferente, que unas memorias pueden resultar interesantísimas si están bien escritas y saben despertar tu curiosidad por su mundo, Tavernier juega, en mi caso, con puntos de engarce sólidos: esos puntos de referencia e interés de la ciudad que un niño va aprendiendo y cartografiando, el despertar a la lectura por los clásicos juveniles, la advocación de unas costumbres familiares que, con todas las distancias que se quieran, corresponden a una época que, hasta los cambios radicales que llegaron décadas después, tenían su correspondencia,…
Todo eso y más, por no decir lo de esa que él califica de manía suya de ser muy meticuloso precisando títulos de novelas y, sobre todo, películas, que tanto admiro.
Bueno. A lo que iba. Hablando de su Lyon familiar, Tavernier evoca varias veces un documental que rodó en 1988 para la televisión (“Lyon, le régard interieur”), en el que, entre otras cosas, entrevistaba a su padre. Últimamente, este tipo de libros los leo con internet al alcance, y me ha faltado tiempo para ver si encontraba esa película por algún lado. Soy muy malo haciendo estas cosas, pero por todos los lados de la red que se me ha ocurrido mirar no he encontrado de ese ensayo evocativo, que creo habría sido un buen complemento para la lectura que estoy llevando a cabo, más que un trozo con un recorrido por el misterioso acceso a una casa y algo de esa entrevista con su padre de que hablo.
Ese fracaso me ha hecho pensar lo interesante que podría ser, soñando en unas televisiones e instituciones que podríamos tener, que programasen un ciclo dedicado a los documentales sobre sus ciudades rodados para la televisión por los grandes cineastas. Lo primero que se me viene a la cabeza sería el dedicado a Atenas por Angelopoulos. Luego esa otra rareza que vi hace unos años que era “12 registri per 12 città” (1989) donde pesqué retratos a mi modo de ver muy notables de Bernardo y Giuseppe Bertolucci sobre Bolonia -¡que no era su ciudad!-, Ermano Olmi sobre Milán, Rosi sobre Nápoles o Soldati sobre Turín, dejando fuera a Fellini quizás porque ya había hecho su “Roma”. Y así…
Hubo épocas en las que la televisión podía abordar programas de este estilo, cuando hoy en día me temo que sólo lo veo posible con Arte TV. Esa podría ser también una magnífica tarea a medio plazo de una Filmoteca, o en Barcelona, un CCCB, por ejemplo, que así podría retomar con ese ciclo sus presupuestos iniciales.
Palabras al viento…

 

lunes, 16 de junio de 2025

Lo que decía y ocultaba Fritz Lang


Me había olvidado que había escrito este papel para La Charca Literaria que aparece hoy, no en papel, sino por la nube esa.
Va sobre lo que tiene de enigmática la personalidad y biografía de Fritz Lang, de las posibilidades de dar gato por liebre y, en cualquier caso, de uno de los grandes del cine:

 

viernes, 13 de junio de 2025

François Truffaut. La passion des seconds rôles


Ofrece mucho más de lo que parece este “François Truffaut. La passion des seconds rôles” (Armand Hennon; Éditions LettMotif, 2024). Sobre el papel un libro fácil con las fichas de cien actores que aparecen en papeles secundarios en las películas del director francés, una vez leído uno se da cuenta de lo laboriosa que ha debido ser su preparación y del grado de conocimiento que trasmite. Te das cuenta de la tupida red de relaciones desencadenadas por su filmografía, te sorprendes por reveladores detalles asociados a cada una de las obras y al final compruebas lo productivo que ha sido, aportando más al conocimiento del cineasta y sus películas que los más sesudos trabajos.
A lo largo de muchos años Hennon ha ido recopilando datos y entrevistando para obtener su información de base a todos los actores supervivientes, sonsacándoles todo tipo de anécdotas de lo más reveladoras. Te enteras así de los múltiples intentos previos que suele haber antes de que un actor acabe interpretando uno de estos pequeños papeles y recibes una visión de lo que puedes ya conocer, pero con el valor añadido de estar vivido desde dentro.
Abre, además, el campo para intentar buscar y conocer mucho cine que al menos a mí me ha pasado desapercibido. Pondré un ejemplo, el de Jacques Rabiolles, quien interpretó en “Domicilio conyugal” a ese personaje que se pasaba la película pegando sablazos a Antoine Doinel cada vez que se cruzaba con él. ¿Quien sabía que él mismo era, en realidad, un muy especial cineasta independiente, que fascinó a Henri Langlois con su primer largometraje, “Le daguemaluach” (1968), hasta el punto que, tras compararlo con Godard y Garrel, dijo nada menos que le recordaba a “L’Atalante”, señalando que Robiolles era “el maestro de un nuevo cine que conjuga, que recrea todo lo que había desaparecido y nos hacía falta, la verdadera poesía del arte cinematográfico”.
Esto del cine apasionante, los buenos días, no se acaba nunca.


 

Jaime Natche


Me he quedado de piedra al saber, leyendo el editorial del “Caimán. Cuadernos de Cine” de junio, del fallecimiento de Jaime Natche.
Manuel Asín escribe sobre él de forma clara, informada y emocionada el artículo que he fotografiado, al que remito a quien quiera saber sobre su recorrido ligado al cine y, también mucho, a la Palestina natal de su padre.

Me sabe muy mal, entre otras muchas cosas, que esta amabilísima y discreta persona ya no publicará el libro sobre José Luis Guerin que tenía en su mente, para el que iba pacientemente, sin prisas, recopilando , clasificando y ordenando escrupulosamente toda la información aparecida en cualquier rincón. Porque internamente me decía que, cuando apareciera, esa vez sí, ya podríamos descansar satisfechos, pues tendríamos por fin el libro que su cine se merece. 

jueves, 12 de junio de 2025

Biblioteca de piedra seca

Foto robada desde dentro de la Filmoteca, Vicenç Altaió luciendo una de esas especie de fez que a veces suele. Como me dijo una amiga que había estudiado con él, ese proceder de lucir ropas elegantes exóticas es bastante posterior, como puede verse en la fotografía de su época universitaria, en la que luce un pelo largo y barbas de la época e iba, remató ella a mi pregunta, con chaquetas de pana y cosas así.




Mira que salen imágenes de la biblioteca y sus libros en la película, pero no ha habido forma de que obtenga ninguna más que ésta.

La estantería pintada por Amat sobre el cuerpo de Altaió.

Una de las performances.

Preestreno ayer en la Filmoteca de “Biblioteca de piedra seca” (Joan Vall Karsunke, 2025), que se estrenará antes del verano en cines. Según deduje, esa fue también la ocasión en que su protagonista, Vicenç Altaió, la vio completa por vez primera, porque en el coloquio el director le preguntó delante de todo el auditorio, algo temeroso, que qué le había parecido.
En la presentación previa a la proyección también oímos que en un primer planteamiento Vall le propuso a Altaió hacer una serie de recorridos panorámicos por las estanterías de los estantes de libros de su casa. Por la subida de apuesta a la que le retó Altaió, por la búsqueda de “lo raro, lo misterioso” que reconoció Vall Karsunke, por lo que fuera, lo cierto es que la película es mucho más que eso…
Otra aclaración adicional surgida en la presentación inicial estaría ligada al título del film. En su metraje se establece el paralelismo entre una biblioteca y un muro de piedra seca, entre esos estantes rebosantes de libros (que he apreciado siguen un orden de lo más escrupuloso, impecable) y todo un muro corrido, sin argamasa alguna, de en este caso losas planas de las de Cadaqués, en las que éstas hacen tanto de estantes como de los propios libros. En una de las “performances” que la cámara recoge elaboradas por diferentes artistas, además, Frederic Amat pinta sobre el cuerpo de Vicenç Altaió lo que puede interpretarse como una serie de libros colocados en una serie de estantes…
Pues bien, en la presentación Altaió ha reflexionado y trasmitido que la distancia entre el libro y la piedra seca es inferior a la distancia con todos esos nuevos medios que van evolucionando y cambiando rápidamente.
Predomina el silencio (un falso silencio, porque contiene tanto ruidos ambientales como lecturas, recitados y reflexiones) en la película. Pero tiene la música una presencia arrolladora en unos cuatro o cinco momentos. El primero surge mientras atendemos a la entrada nocturna y hemos de creer que clandestina, armado de linterna, de alguien en la casa de Vicenç Altaió. Este alguien se topa -luego veremos que no podía ser de otra manera- con libros, objetos, y todo lo que puebla las múltiples estanterías de la casa.
De esa presentación pasamos a un inicio más habitual, como es ver el despertar de nuestro poeta, que se cubre con una de sus llamativas túnicas, se dirige a ver qué encuentra en la nevera… y hasta ahí vemos que hay libros.
Es entonces cuando irrumpe otra de las más dinámicas músicas, en este caso a cargo del piano de Carles Santos (cuya música volverá a surgir al final, después de la de Pascal Comelade), y diría que es ella la que abre el plano para que apreciemos el encuadre más amplio que llegaremos a distinguir nunca sobre la biblioteca.
A esa visión le sigue la de otras habitaciones, todas forradas de libros, y hasta se ve una cama entre tres paredes cubiertas de arriba abajo por ellos, una imagen que me ha llevado a recordar la habitación que cedía Ricard Salvat en su antiguo piso de la calle Numancia a conocidos que llegaban a Barcelona.
Luego ya iremos (irá el Altaió personaje) visitando estanterías parciales, dentro de toda una biblioteca que dice seguir dos grandes vertientes, la de la poesía y la del trabajo de ideas. Y todo eso alternando con las diferentes performances mencionadas. No he reconocido a todos los artistas invitados, pero ahí están Perejaume, Albert Serra en la taza del water, etc.
Un bloque por el principio, en esta película álbum, parece apuntar hacia una voluntad de incluir unas posibles memorias. El mismo Altaió dice ser hijo de la santa del movimiento perpetuo (Santa Perpetua de la Moguda) o explica sus visitas iniciales a los puestos de libros del Mercat de Sant Antoni, asignando un calificativo del ambiente muy bien encontrado: “todo era -comenta- de lo más rancio”. Poco después va escogiendo al azar, de unas cajas de archivo, unos cuadernos que podrían ser a modo de dietarios o agendas, de los que lee y deja ver alguna cosa.
Las performances no las efectúan únicamente los invitados. Vemos como él, por ejemplo, se deja pintar los labios y poner una corona: hacerse la princesa, mientras que la cámara, por su parte, de tanto en tanto va completando el retrato (pues, como bien ha comentado un espectador en el coloquio, sería mas justo que más que de la biblioteca de piedra seca se hablara en el título de su bibliotecario) con planos como el que nos muestra el rincón de las coloridas corbatas de su vestuario.
Me ha gustado la película (que sale luego al exterior, con escenas entre el bosque, en la costa o hasta bajo el agua de una cala de Cadaqués, para cerca del final caer en un cementerio) como retrato del personaje, porque tiene todos los elementos Altaió, empezando por el misterio, la poesía y el juego.
Y ahí es donde quería llegar: ¿entendió del todo el respetable la carga de juego, de humor, que deja ver en todo su metraje la película? Porque durante toda su proyección me sorprendió el silencio sepulcral que presidía la sala, posiblemente producto de un respeto reverencial hacia el poeta, quizás sólo roto de tanto en tanto por una risa que un servidor no podía contener.
Y luego quizás noté mucha, demasiada adulación en el coloquio. Y habría preferido que se entendiera que se puede estar muy de acuerdo con el resultado y con el artista, pero utilizando -por qué no- la ironía.
El mismo Vall Karsunke parecía estar asistiendo (es verdad que no deja de ser razonable) a un examen del que quería salir con buena nota publicada y exhibida ahí mismo. Por eso lo vi pasar un mal rato -a él y sus colaboradores- cuando Altaió explicó sus dos experiencias cinematográficas desde dentro:
Albert Serra -precisó- trabaja con tres cámaras, y procede luego para llegar a la película definitiva a todo un trabajo filológico, editando a partir del material de esas tres cámaras. Aquí sólo había una cámara. ¡Nunca vi un rodaje tan pobre!- y tras esta expresión de Altaió habría que ver el gesto de asombro y temor de todos los demás de la mesa, que pensaban estaban siendo descubiertos y menospreciados. Vio la cosa Altaió y tuvo que salir rápido al quite, hablando de lo bueno que era el arte pobre y el elogio que suponía la frase que había dicho. Me temo que casi todo el mundo -autor del film y público- acude hoy en día a una proyección de este tipo preparado para recibir y mostrar muestras de adhesión incondicional al resultado, y quieren éstas de forma directa e inequívoca. Es una lástima, porque la película y la actuación de Altaió en ella es rica hasta de detalles perversos muy interesantes, y me dio la impresión de que el coloquio, en vez de engrandecer la impresión de la película, llenándola aún más de matices, no estuvo del todo a su altura.
Una última información recibida: Al final del coloquio Vicenç Altaió desveló lo que está buscando como destino futuro de su extensa biblioteca, que dijo había tenido la suerte de reunir no sólo por compras propias sino también por los muchos libros que le han regalado en su vida al dedicarse al mundo cultural. Precisó que había buscado, como Brossa y Palau Fabre, un sitio local/universal. Y que en su caso enfocaba la cosa hacia Cadaqués. Si somos nosotros los que sobrevivimos, habrá pues otro motivo para acudir a Cadaqués, porque como se va viendo con cierto detalle en la película, su biblioteca es en su conjunto y contiene muchos ejemplares de una gran belleza.



Fotografía que Vall reproduce con Altaió de modelo.


Ya en el coloquio final: fotógrafa, director, protagonista y montadora.
 

martes, 10 de junio de 2025

Du coté d’Orouët



He pensado mucho en Rivette, en el Rivette de esa misma época, viendo “Du coté d’Orouët” (Las playas d’Orouët, Jacques Rozier, 1971; en Filmin).
Decía que en el documental sobre Rozier que también incluye el lote de películas a él dedicado en Filmin salía a menudo, como reconocida finalidad de todas ellas, eso de captar de la mejor forma posible “la realidad”.
Aquí, con una cámara en mano de 16mm, ese extremo se aprecia, por ejemplo, hasta en lo cargadas de verdad que se ven las maletas que deben ascender las tres protagonistas penosamente, pero sin perder el buen humor, por una duna.
De la oficina a una villa en primera línea de mar para pasar las vacaciones, pero en el mes de septiembre, la temporada ya prácticamente finalizada, la enorme playa desierta.
Las tres, broma tras broma, siempre hambrientas, se lo pasan pipa gozando de la casa de la abuela de una de ellas (que ahora no recuerdo si es la misma que, rompiendo todos los esquemas establecidos para toda ficción que se precie, se dirige a la cámara contándole sus sensaciones). La broma sube de nivel cuando se les junta el jefecillo de una de ellas en París. 20 días de septiembre que un rótulo va anunciando.





 

lunes, 9 de junio de 2025

Blue Jeans

Los dos depredadores en busca de sus víctimas.

…hasta que dan con ellas.

…y actúan.

Si “Adieu, Philippine” (1962) es la expresión más feliz de los postulados de la Nouvelle Vague, relatando ese exprimir el tiempo del verano, con ese joven que ve acabar toda una etapa y quien sabe si algo más, reclamado como está para ir a la mili a Argelia, “Blue Jeans” (1958; también en Filmin), del mismo Jacques Rozier, es su más que digna precedente, contando aproximadamente lo mismo.
Aquí no hay espada de Damocles en forma de amenazadora guerra de Argelia, si no es en lo que uno de los protagonistas, convertido en narrador, que suena sospechosamente al mismo Jacques Rozier, expresa jocosamente a la chica a la que pretende y apremia para que le entregue sus favores: que esto son dos días y qué son nuestras minucias en la época de la bomba atómica.
Rodado en blanco y negro en un caótico Cannes aún por desarrollarse y con playas paradisíacas, a ver quién no se deja llevar por la mínima historia de ese par de depredadores al pegajoso ritmo de la Orquesta Sensación

Resultando victoriosos.



 

viernes, 6 de junio de 2025

Armand


Con todos los medios de comunicación centrados casi exclusivamente en señalar que su director era nieto de Ingmar Bergman y Liv Ullman, no me fijé en que “La tutoría” (“Armand”, Halfdan Ullmann Tølden, 2024; desde ayer en Filmin) había conseguido en Cannes la Cámara de Oro, un galardón que se otorga a las mejores primeras obras. Posiblemente se lo concedieron gracias al alegrón de ver que aún haya hoy en día quien quiera explicar y explique algo cinematográficamente.
La acción se desarrolla a final de curso y fuera de horas en un colegio enorme, ya solitario, del que Ullmann saca todo el partido que puede. A él acuden, convocados por el colegio, los padres de unos niños que, al parecer, han participado en un incidente que los profesores juzgan grave.
Casi todo se dirime entre seis personajes (tres padres, tres profesores del colegio) que, con unos cuantos trazos, desvelan rápidamente sus rasgos psicológicos.
Un pensado guión, del mismo Ullmann Tølden, que de tanto en tanto deja evolucionar a los actores como si de un musical se tratase, va desvelando unas previas, antiguas relaciones entre los personajes, inicialmente inesperadas.
Juego actoral y ambiente marcado por ese escenario lo dominan todo, abriéndose paso una música definitoria en unos pocos momentos clave.



 

Jacques Rozier: de una ola a otra


Blue Jeans.

Adieu, Philippine!

Le partí des choses: Bardot et Godard

Después de muchas semanas en que sólo aportaban películas anodinas, los de Filmin parecen haber abierto el pote de las esencias y este viernes han colgado un conjunto variado de películas muy estimulante.
Y para abrir boca sobre -por algo se ha de empezar- la completa retrospectiva dedicada a Jacques Rozier (realizó tan pocas películas a lo largo de su vida que era fácil abarcarlas), no está nada mal empezar por “Jacques Rozier: de una ola a otra” (Emmanuel Barnault, 2024).
El documental, además de (a base de fragmentos muy bien escogidos de sus películas y entrevistas del momento con él y su entorno) ofrecer un esbozo bastante claro de lo que le espera a quien emprenda la navegación por su retrospectiva, nos informa y deja ver trozos de los me temo que inencontrables programas que realizó en una época muy innovadora de la televisión.
Él mismo o los que hablan en el documental de la obra del director de “Adieu, Philippine” dejan claro repetidamente que su esencia es la búsqueda de la realidad, aunque sea con bases fuertemente ancladas en la locura.
Una oportunidad de comprobar si, pasados los años desde la estupenda “Adieu Philippine!”, se seguían apreciando sus películas únicamente por la simpatía que desprendían, al verlas tan diferentes, como cosa única inesperada respecto a la producción standard.
¡Al abordaje!

Du côté d’Orouët

Náufragos de la isla Tortuga

Maine-Océan.

La respuesta cuando le preguntan por qué ha hecho tan poco cine. 

jueves, 5 de junio de 2025

Indiscreciones


Tenía una convicción idealizada sobre Roberto Rossellini: padre, con su “Viaggio in Italia”, del cine moderno; visionario que preconizó la muerte del cine… para reconocer el reinado futuro de la televisión, para la que empezó a realizar toda una serie de documentales, con intención de provocar un significativo avance en la educación de la gente.
Acabé la lectura del libro que contiene la correspondencia más significativa entre François Truffaut y Helen Scott entre 1960 y 1965 que, al margen de aportar una serie de elementos para conocer la personalidad del cineasta y, no digamos, la más que digna de estudio de su corresponsal, revela unas cuantas indiscreciones, soterradas bajo la supuesta inviolabilidad de la correspondencia.
Una de estas indiscreciones, ya sin demasiada importancia visto el tiempo transcurrido, la tiene Truffaut respecto a Rossellini.
Le comenta Helen Scott que no conocía nada de Roberto Rossellini… hasta que descubrió que era con quien se había ido Ingrid Bergman, y le pide información.
Truffaut se extiende en las bondades de quien, no hemos de olvidarlo, fue uno de sus padrinos, tildándolo de “uno de los grandes espíritus del siglo”. Pero amparándose en la inviolabilidad de la correspondencia y la confidencialidad que se le supone, acaba diciéndole que puede tener relaciones de trabajo con él, pero con “cuidado con las cuestiones de dinero”. Poco antes le ha dicho que “es un hombre que tiene enormes necesidades de dinero, puesto que debe alimentar a cerca de 11 niños…”.
Todo esto no dejaría de ser cháchara privada, si no fuera que habla también, de forma muy directa, de los documentales que le ocuparon toda la última parte de su vida, de forma que hacen bajar algo a lo terrenal la concepción tan idealizada que tenía sobre su evolución:
“Su actividad hoy en día -lo dice en una carta de 1965- consiste en recoger de los grandes poderes financieros europeos (acero, alimentación, conservas, embalajes, productos farmacéuticos, etc.) enormes capitales, destinados a promover una especie de enciclopedia filmada: Historia del hierro, Historia de la alimentación, Historia de la medicina, etc. Los enormes presupuestos de la Educación nacional (en Italia), los cines escolares y las televisiones, así como la ONU y la Unesco, entran en la ronda”.


 

martes, 3 de junio de 2025

La pecadora. (María de Magdala)



De acuerdo que obedecía a un contrato más que sospechoso de casi exclusividad con Enrique Cerezo, pero me entristeció que acabase aquella época en que La 2 de Televisión Española no hiciera sino pasar cine español de todas las épocas. Era una forma de hacerse una idea, sobre todo, de un cine de postguerra que de otra manera no había casi forma de ver.
Ahora ese papel lo hace por aquí un poco Betevé, con su programa Barcelona… i acció. Y de un pase suyo es de donde he podido ver ahora “La pecadora. (María de Magdala)” (Ignacio F. Iquino, 1956).
Iquino era de los que pensaba que, si se ofrecía un final de acuerdo con la moral del régimen, había la posibilidad de hacer pasar cosas inusitadas. Y, en cierta forma, eso lo consiguió con esta película.
Viéndola te regocijas del arrojo de Iquino mostrando la vida depravada de María Magdalena antes de su conversión y seguimiento de Jesucristo, y haciendo tan pancho el correlato con una mujer de la época, ambas, claro está, interpretadas por la misma actriz, Carmen del Lirio.
Ni que decir tiene que es esa parte la que se ve mejor hoy en día, mientras que todo el arrepentimiento de Magdala y ese arreglo de la situación social conflictiva gracias a la resignación cristiana y al buen hacer de un tonsurado joven curilla con ágil sotana y sus sermones en directo o subido al púlpito, todo acompañado de música de semana santa, has de seguirlo con un ojo en el monitor y otro en otra cosa.
Pero vaya, ahí queda para la posteridad Saza tocando los congos en una fiesta alocada o rumiando por lo bajinis un “¡olé, olé!”, o la perversa Magdala del siglo I dando un cachete a su apocado marido cuando, en una bacanal, dirige su vista a una esclava de buen ver, que pasa a suplantar ella, que quiere ser la única visión de sus ojos.
Rodada en Cervera y en lo que creo eran el Miracle cercano a Solsona (de ahí el agradecimiento al Sr. Arzobispo) y las barracas de Montjuic, no encuentro, como pasa en casi todo este cine, casi ninguna imagen significativa de la película por Internet, y las que encuentro tienen copados los derechos y suelen corresponder a la representación de semana santa de la vida y dichos mde Jesús, machacados en el teatro municipal, para escandalosa burla por parte de la Magdala pervertida y tormento posterior a la conciencia de la Magdala ya tirando a convertida.
Por eso pongo algún cartel que contiene alguno de los fotogramas de secuencias pecaminosas.