martes, 1 de abril de 2025

Bruno Dumont

Philipp Engel y Bruno Dumont, en el escenario de l’Auditori del CCCB, En la mesa, entre ellos, la placa - premio del D’A que acababan de otorgarle. En este certamen del festival hay placa para él y Joanna Hogg, además de la correspondiente al premio honorífico para Bela Tarr.


Poco antes de la sesión, Oscar Fernández Osorio me enseña la fotografía que acaba de hacer a Bruno Dumon. El rayo de luz que cruza el retrato en mi fotografía debe ser la espada de luz, estilo Guerra de las Galaxias, que aparece un par de veces en “L’empire”.

Festival D’A - 3 y 4
La pregunta que se imponía hacer a Bruno Dumont, hasta el punto que ayer era interesante ir para ello a la entrevista que le iba a hacer Philipp Engel, era qué le había pasado para dejar atrás la intensidad, impregnada de un cierto halo metafísico, de sus películas iniciales y pasar a esas últimas películas en las que predomina un tono caricaturesco total.
Pero ya respondió a eso, por su propia cuenta, ayer, en la presentación en el festival de su último film, cuando comentó que llegó a hartarse de hacer un cine tan trágico. Que haciendo “Camile Claudel”, que no es precisamente una pieza chistosa, se dio cuenta que se reían mucho él y Juliette Binoche, y se quedó pensando la jugada. Hizo entonces “P’tit Quinquin”, que era también un tema trágico, pero lo vendió como comedia… y funcionó. La vida tiene elementos de tragedia y de comedia a la vez, las fuerzas del bien y del mal generan siempre algo complejo, que hace intervenir esos dos mundos. Esa es la condición humana.
Será eso que tan sólidamente defiende u otra cosa, el caso es que “L’empire” (2024) me parece lo que en Cataluña se llama una “poca-soltada”, pero al tiempo es verdad que te ríes con unas cuantas de sus ocurrencias (quizás no tanto como con “Ma loute” (“La alta sociedad”)… y también llegas a apreciar en ella, por encima de las animaladas que se ven, que por momentos pone en juego y afloran a su superficie temas de gran vuelo. Y que él -quedó claro el domingo- valora igualmente tanto sus primeros films como los de su segunda etapa, diciendo que siempre se plantean los mismos temas en todos ellos.
Ya personados en el Auditori del CCCB ayer, Philipp Engel le preguntó de buenas a primeras de dónde le surgió ese misticismo latente en sus primeras películas como director. Su respuesta fue que no le surgió por el mismo cine, sino por su formación filosófica, por la que tuvo que plantearse las eternas cuestiones del bien, el mal, etc. De ahí le vino lo de hablar de otra forma, cinematográficamente, de cuestiones muy complicadas. Y esa ha sido su pauta de actuación siempre.
A partir de ahí, añadió otro dato sobre su idea previa a la gestación de su primer film, “La vie de Jesus’” (1997). Tenía por entonces un amigo con el que lo pasaba francamente bien, le gustaba mucho estar con él, pero resulta que tenía un problema: era racista. Dijo ayer que rodó “La vie de Jesus” para saber lo que tenía en su vientre ese chico, al que dibujó en el papel del protagonista, Freddy. De la misma forma, para saber por qué Freddy era malo, se embarcó recientemente en el rodaje de “L’empire” (2024). Allí se explica todo: era malo porque era hijo de Belcebú.
Volviendo a lo del tono de tragedia o de comedia de sus películas, señaló que hizo “L’humanité” ya sintiéndola como “p’tit Quinquin”, pero se frenaba él mismo. Con la serie (“Quinquin”) ya no se frenó. Trataba un tema serio, pero con puesta en escena de comedia.
Bruno Dumont se caracteriza, aunque ha llegado a rodar con grandes estrellas, como Juliette Binoche o Léa Seydoux, por utilizar en sus películas, incluso en papeles protagónicos, a actores no profesionales (“naturales”, les llamó él todo el rato), del mismo sitio en que se localiza la acción. Sobre esto versó mucho rato el coloquio.
Sostiene Dumont que tanto con el actor profesional como con el “natural” se ha de actuar buscando su registro. El actor natural no puede, evidentemente, ponerse a interpretar otros papeles que los que tienen en la vida real, como sí hace el profesional, que llega a captar en su mente el ideal del personaje. Son limitados, pero esa limitación es un tesoro, porque te obliga a pensar una puesta en escena acoplada a ellos. Explicó sobre esto una cosa muy divertida y a la vez muy significativa sobre el actor “natural” más característico de las series de Quinquin, el que hace del Comandante, que también aparece ahora brevemente en “L’empire”: Son tan limitados estos actores que no saben moverse por donde les dices, les tienes que poner toda una serie de marcas en el suelo y entonces se pasan todo el tiempo mirándolas, para no equivocarse. Pero, gracias también al montaje, de todo eso los espectadores no se dan cuenta. Viendo esas continuas miradas suyas al suelo, piensan que está actuando, creando su papel la mar de bien…
Igual que con los actores naturales hay que encontrarles su registro y limitarse a él, adaptando toda la puesta en escena para ello, con los profesionales, que son compositores de un carácter, también hay que encontrar su tono, la forma. Se debe ir regulando “el color” de su actuación en diferentes ensayos (lo que resulta un trabajo muy satisfactorio para ellos) y tienes el montaje para escoger el que más conviene. Pero también has de adaptarte a las características de cada uno de ellos. Preparando “France” se dio cuenta de que Léa Seydoux era muy divertida, y cambió todo lo pensado sobre su papel, que no era en principio cómico.
Sobre otros aspectos, como el del uso de los guiones, Dumont opina como también explicó Tarr el otro día: son útiles para facilitarlos y convencer a productores y financieros, pero nada más: papeles.
Por el final de la sesión dió una serie de pinceladas sobre la esencia de lo que persigue con su cine que me parecieron de gran interés. Las enumero aquí escuetamente:
-Yo no soy moralista. Procuro sólo mostrar, sin indicar lo que en mi opinión está bien y lo que está mal.
-Procuro encontrar formas con las que desequilibrar al espectador, hacerle salir de su posición de confort con todo aquello que conoce y se siente cómodo.
-También intento forzar a los actores procurándoles choques. Un ejemplo (ahora no sé si era de “L’humanité”): rodé la escena de amor sin ella, con lo que la pareja del actor era una pared. Choques de éstos ofrecen siempre resultados.
Acabó confesando las dificultades, cada vez mayores, con las que se encuentra para hacer su cine. Lo resumió con esta frase: “La gente ve el cine como lo real, cuando deberían verlo sólo como una proposición. Debido a esto, no quieren que ironices sobre la gendarmería, sobre los gordos, etc…”. Te van limitando.

Buscaba un fotograma de “L’empire” en el que éste grupo de compagnons van en sus blancos caballos (los vemos de espaldas) por el medio de una calle con casas a cada lado, para comparar el plano con otro muy parecido de “La vie de Jésus” en la que una serie de mozalbetes van agrupados en motocicletas, pero no lo he encontrado. Pero bueno, éste similar puede servir.

Y se correspondería con éste de “La vie de Jesús”. Dumont siempre rueda (como Kubrick, pero sin alterar los escenarios) cerca de su casa, por Pas de Caláis - Le Nord, y ese paisaje impregna todas sus películas.
 

lunes, 31 de marzo de 2025

La chambre des magiciennes


No sé por qué extraña (y equivocada) razón asocio al cineasta Claude Miller con el escritor Carlos Pujol. Tienen ambos una obra desigual, variada y poco conocida, y dar con una suya siempre me provoca una cierta excitación, pensando si tendrá el atractivo que para mí han tenido algunas de las anteriormente degustadas.
En la plataforma Arte puede verse libremente, en VOSE, “La chambre des magiciennes” (2001), y el mecanismo del que hablo se ha vuelto a poner en marcha.
Veo dos partes bastante diferenciadas en la película, basada en una novela de Siri Hustvedt: un largo preámbulo, que me ha encantado y hecho quedarme a ver toda la película, y lo que debe ser el grueso y objetivo de novela y film, la estancia de la protagonista en un hospital para pacientes con problemas neurológicos.
En ese preámbulo (y en parte del resto) me ha resultado muy atractivo el papel interpretado (a mi juicio muy bien) por Anne Brochet, a través de cuyos ojos vemos a todos lados los demás. Aquejada de migrañas, que la inutilizan para preparar el trabajo de antropología que ha de presentar ante un tribunal, acude a un psiquiatra para ver de despejarse de esa carga, acrecentada por sus padres (ella, la maravillosa Edith Scob), por su amante y demás. Planos cortos que se suceden con rapidez y empiezan a agruparse en el calendario que separará toda la película por títulos.
Pero el grueso (que ya pasada la sorpresa me ha resultado de menor categoría y algo reiterativo) es la estancia de la estudiante de antropología en la habitación del título, con otras dos pacientes, una misteriosa mujer que parece permanecer en estado catatónico -pero veremos que nada más lejos de eso- y la chica encarnada por Mathilde Seigner, que sólo hace que ver despreocupadamente la televisión.
Aventuro que Siri Hustvedt pasó una experiencia parecida y eso le condujo a escribir su libro, porque toda esta parte, con sus exageraciones, suena a hechos vividos. Personalmente me recuerdan un poco los relatos -muchos para no dormir- que ha escrito sobre su propia experiencia en una residencia un amigo.



 

domingo, 30 de marzo de 2025

Proclames polítiques


Doncs el dimarts que ve ja tenim la segona sessió d’Ombres Mestres, dedicada aquest cop a Proclames polítiques. No vam escollir el seu tema per això, però potser fins i tot pot servir per veure amb una certa perspectiva el bombardeig actual que estem patint.
Hem volgut observar com es transmetien directes missatges polítics a la història del cinema, tant si el film es feia durant el regnat d’una sèrie de moviments com si ja havia passat el seu moment.
L’entrada, com sempre en aquest cicle, serà lliure, i sereu tots molt benvinguts. Planifiquem iniciar la sessió a les 18h puntualment.
-Dimarts 1 d’Abril, de 18 a 20h.
-A l’Associació d’Enginyers Industrials.
-Sala Pompeu Fabra.
-Via Laietana, 39, 5é pis
-Barcelona
-Entrada Lliure, aforament limitat
-Tel 933192300

Cineclub Associació D'Enginyers 

D'A sin autor


Una modesta…indignación.
Se entiende que la A del Festival d’A corresponde a ‘Autor’, y el propio festival lo corrobora, al decir que se propone “destacar el cine de autor contemporáneo y la creatividad de sus directores.
Así las cosas, ¿cómo hace el festival un catálogo de su programación que se puede consultar por títulos de películas, pero no por los directores que las firman?
También se pueden consultar en él las películas por día y hora de proyección, pero en ese índice por momento del pase tampoco figuran los directores, únicamente los títulos.
Vamos, que si quieres ver en el catálogo de quién son los directores que presentan películas en el Festival de Autor, has de ir viendo página a página las fichas de las películas una a una, en las que -¡Oh, maravilla!- ahí si figura quién las ha hecho.
Para compensar, todo sea dicho, este año el festival ofrece una parrilla on-line muy práctica, en la que gráficamente pueden verse las sesiones de cada día, su horario y duración, con lo que ves fácilmente las eventuales incompatibilidades internas entre una u otra. Y ahí sí que figura cada título de película acompañado del nombre de su director, como debiera ser siempre, especialmente en un festival…de autor.



 

La vida a oscuras



El que antiguamente almacenaba las copias de todas las distribuidoras de 35mm cierra por inanición su negocio.

Martín Peña presentando el espacio “Filmoteca en una televisión.

No había podido ir a ver a Fernando Martín Peña presentando “La vida a oscuras” (Enrique Bellande, 2023), la película a él dedicada, pero he conseguido verla en su segundo pase, anoche, en una sala de la Filmoteca casi desierta. No me arrepiento, aunque habría estado mucho mejor lo primero: creo que es un documento que permanecerá, y bien estaría su pase por cineclubs, televisiones y demás.
La primera impresión de su visión es pensar en eso de lo de ver para creer: hombre orquesta, varios empleos -precarios- le permiten recuperar de viejas colecciones y conservar en su casa una amplia colección de celuloides de todos los formatos, en tarea sustitutoria de una Filmoteca Estatal que no existe en Argentina. Guarda, revisa, arregla y clasifica miles de bobinas, que le ocupan todos los espacios de su hogar. Pero no sólo eso: presenta y proyecta (o lo hacía…) en la sala de la Escuela Nacional de Cine, en el Malba o incluso en un espacio improvisado de una villa privada ciclos elaborados a partir de su colección.
La segunda impresión que te llevas es la de una cierta tristeza, pese a que la siempre animosa actuación de Martín Peña no cede ni un palmo a ella. Es triste ver el vertido a la basura de bobinas nuevas de películas en 35mm por la transformación de la distribución, como lo es el cierre de los últimos laboratorios de revelado de todo el cono sur, ver cómo son sólo asisten cinco espectadores a un ciclo de películas en 9,5 mm (creo que les vemos proyectando el “Garras humanas” de Tod Browning con Lon Chaney) con acompañamiento de un grupo musical en directo (casi más músicos que espectadores). Y entristece ver que la inestabilidad y la precariedad, en vez de acabarse, se va acrecentando.
Las películas que hablan del cierre de toda una época del cine suelen abusar de los elementos de nostalgia. En este documental -y eso es de agradecer-, ese procedimiento está vetado. Sólo muestra, Martín Peña no se pone a llorar en ningún momento y nosotros, con lo que vemos, podemos ir sacando consecuencias sobre todo un estado de cosas.

Bobinas de 35mm. en buen estado arrojadas por orden de su distribuidora a un contenedor.

Martín Peña haciendo de proyeccionista en una sesión de un ciclo formado con un diccionario de cineastas esenciales en un garaje de una casa particular adecuado para ello. Él ha programado el ciclo, acude con el proyector de 16mm y las bobinas de la película a proyectar, presenta la sesión y proyecta la cinta.
 

sábado, 29 de marzo de 2025

Bela Tarr en el D'A

1. Llegando al Teatre CCCB

Pere Alberó y Carlos R. Ríos

Pere Alberó, intentando explicar que es lo que trasmitió la escena de la primera película de Tarr que vio, y su cine en su totalidad.

Enseñando el galardón. Una tontería, pero acudió contento a su contacto con el público.


Festival D’A -2
No había visto nunca a Bela Parr en directo, pese a que ha estado por aquí varias veces dando clases o cosas así, y no me quería perder la oportunidad que ofrecía el festival de asistir a una entrevista con el que Pere Alberó (que lo ha albergado en la ECIB dando juego a sus alumnos durante toda una semana) ha señalado como “el mejor cineasta vivo de la actualidad”, con motivo de entregarle el recién creado premio de honor del D’A.
Está viejo Bela Tarr. Va renqueante, ayudado con un bastón sus ahora finitas piernas, y luego hemos visto que está muy sordo y tiene un temblor preocupante de manos al sujetar y servirse de una botella de agua, pero eso no quita la jovialidad animosa con la que me (nos) ha saludado al llegar al Teatre CCCB:
-Hellow, boys!
Le he podido hacer unos segundos antes la primera foto gracias a que unos amigos me han dejado colarme en una buena posición en una cola que media hora antes de la cita ya era notoriamente larga. Gracias a ello he podido luego gozar viéndolo y oyéndolo desde una ventajosa tercera fila, la de las fotos siguientes, sacadas en medio de una muy limitadora luz.
Carlos R. Ríos, director del festival ha pasado la palabra a Pere Alberó, que lo ha presentado con las palabras de antes, recordando la primera escena que vio de Tarr (un persistente plano de los suyos, en los que unas vagonetas aéreas mineras iban pasando, con el correspondiente sonido, los postes de sujeción, hasta que el lento movimiento de retroceso de la cámara nos deja ver que todo ese circular es observado por alguien desde una cabina), plano que le convenció de estar viendo la obra de un director singular, y resumiendo la sensación que le causa su cine con la palabra ‘misterio’. Poco después subía Tarr al escenario, recibía el premio, se sentaba junto a un joven alumno que le iba a entrevistar, se apagaron las luces y se pasó un impresionante travelling de “La condena” (la misma película que la indicada por Alberó) en la que la cámara ve cómo se impregna de la humedad de la lluvia un muro, resigue luego éste hacia la derecha y en su movimiento va dejando ver todas las diferentes texturas de la pared exterior de esa casa, un conjunto de personas apelotonadas mirando hacia el exterior -cuelgo alguna de sus imágenes- y una ventana con, en su repisa, una copa de cerveza que va aguándose con lo que cae del cielo, todo ello acompañado en la banda sonora con una pachanguera música de baile.
Lo que más me ha gustado de la proyección de la escena ha sido ver cómo Bela Tarr, sentado de perfil, casi sin ver la pantalla, iba siguiendo casi imperceptiblemente, pero de forma significativa, el ritmo de la música que puso a la escena con su pie. También he hecho una foto, y otra intentando un primer plano del pie, en un gesto inútil por no tratarse de vídeo y no admitir mi tableta zooms sin perder un montón de definición. Pero vaya…
Tras esto ha llegado la larga entrevista con Tarr, a quien le han ido preguntando pormenorizadamente por cómo afrontaba cada una de las fases de la realización de una película.
No eran, creo yo, las preguntas a las que quería contestar el director, ya un poco más allá de todo y a quién, sin embargo, sí que se le veía sumamente interesado en transmitir, en hacer llegar emociones a los que le oían. Lo mismo que intentan sus películas: hacer vibrar un poco, emocionar a sus espectadores.
Ha definido su cine como el producto de la necesidad de compartir: “Muestro lo que siento, lo que veo, porque creo que es importante para vosotros también. Algo que no pasa con la gente de Vanity Fair”. Su mayor objetivo, el de luchar por la dignidad humana.
Y ha repetido en cada una de sus contestaciones, que ha dirigido a los jóvenes cineastas que habían ido a oír su “clase magistral” (aunque lo ha hecho exhaustivo a los que quieran dedicarse a la Arquitectura, o a lo que sea) que lo más importante es que sigan y usen su propio lenguaje, aprendiendo a vivir primero.
Ha arrinconado el guión como algo necesario para bancos, inversores, pero despreciándolo como “sólo papeles”. Ha rebajado la importancia que se le da a las historias, diciendo que ya no hay historias nuevas, que un director no necesita historias, que dejar ver un trozo de pared es también una historia. Y ha dicho que acude a los rodajes, es verdad que con una lista de situaciones, a captar las personalidades y la vida.
Ha hablado de la importancia, sí, de Lázló Krasznahorkai, un magnífico escritor con el que ha colaborado,… pero subrayando que lo suyo es “otro lenguaje”.
Admitiendo que el casting es una cuestión clave, ha puesto a su nivel, sino superior, la de las localizaciones, que son siempre, o han de serlo, significativas. Ha dicho cosas parecidas sobre la música que le proporciona su músico habitual que las que suele decirnos Conrado Xalabarder: que su músico muestra tener sus mismos ideas sobre los sentimientos que se quieren hacer alcanzar y que, en este sentido, un buen músico es para él un buen cineasta.
Cuando, en esa cansina escalera de funciones, ha llegado el turno al montaje, simplemente ha recordado lo que le oyó decir -él muy joven- en una ocasión, de que el verdadero director monta rodando, y recordando a continuación en cambio cómo eran sus tres últimas películas, con cortes de plano continuados.
No podían faltar preguntas sobre el digital y la película de 35mm, que es la que ha empleado. Del digital ha concedido que puede ser una buena ayuda para aprender, pero luego, “una mierda” (sic). Que no entiende eso de utilizar el digital como falso cine. Que lo que debieran hacer es inventar y usar su propio lenguaje.
En resumen, ha repetido un consejo a esos eventuales nuevos cineastas: que sean libres, sin guión, sin límites y que se joda la industria. Y que nunca se hagan profesionales.
Al salir, le hemos visto ir con su joven acompañante hasta el sol. Allí se ha parado, le han puesto una silla y se ha sentado a disfrutarlo un poco. He hecho, una vez más, de paparazzi, captando el momento.
Nos hemos ido agradecidos y emocionados de haber podido oírlo hablar, pues es un gran hombre, lleno de sensatez y buen espíritu, pero algo chocados al comprobar que no parece haber en las jóvenes generaciones, entre los estudiantes de cine actuales, auténticos cinéfilos (en el buen sentido de la palabra, como la utilizaba Serge Daney, el de “cine-hijos”), y se muestran sólo preocupados en adquirir un supuesto manual de cómo deben practicar su futuro oficio. Así íbamos dialogando por la calle dando vueltas a esa idea cuando nos ha llamado Xavier Juncosa, que resulta también había estado asistiendo a la sesión, y nos ha venido con esa exacta reflexión. Vamos, que somos de otra generación.

Proyectándose un travelling de “La condena”, con música sonando teóricamente en el bar del interior.

Y zoom al pie que Tarr iba moviendo suavemente al ritmo.




Las vagonetas mineras de”La condena”

La condena

La condena

Sentado al sol.
 

Tú me abrasas


Algún tratamiento de imágenes de libros y, sobre todo, la forma de rodar las páginas de libros, sus subrayados, es quizás lo que mejor me resultó de la visión de la película.




Festival D’A -1
Vino ayer al Auditorio del CCCB el montador de “Tú me abrasas” (Matías Piñeiro, 2024), y de su (corta) intervención se podían sacar una serie de deducciones. La principal, yo diría, es que, como anuncian sus títulos de crédito, se trata de una producción de la Elias Querejeta Zine Eskola. Me pregunto hasta qué punto esa es su esencia y razón de ser principal, lo que justificaría varias cosas sobre su resultado final.
Eso al margen (aunque me parece difícil ahí dejarlo), tiene un inicio la película que me ha llegado profundamente, tanto con el pase de páginas de los títulos de crédito (cuya forma, sonido y tipo de filmación se repetirá bastante posteriormente con las páginas de libros) como con su continuación, en la que una voz en off -aunque femenina- promete un acercamiento personal al tema anunciado, una versión de “Los diálogos con Leucó” de Cesare Pavese (de hecho de su capítulo “Espuma de mar”, diálogo entre la poetisa Safo y Britomartis). En ese inicio la voz en off nos acompaña hasta Turín, y una vez allá hasta el Hotel Roma, vecino a la estación de tren, y llega a hacernos entrar en la modesta habitación del hotel (o una parecida) donde se suicidó el escritor, dejando una nota, precisamente, en un volumen de ese preciso libro, que se dice era para él de los más estimados.
A partir de ahí, abandonando esa vía, la película se centra, básicamente, en la lectura del capítulo, combinado con la lectura de la Oda a Afrodita de Safo, fragmentos de otros poemas de la poeta que se han salvado y frases de libros contemporáneos comentando los anteriores, todo ello con imágenes rodadas actualmente que darían una traslación actual (bastante sui-géneris) de lo que se oye, pero que, como se me quejaron a la salida de la proyección, no llega a ser en ningún momento, en su linealidad y cierta dejadez, una visión personal sobre el libro de Pavese ni sobre los poemas de Safo.
Sabiendo de la supervivencia sólo fragmentaria de los poemas de Safo, puedo llegar a entender la estructura entrecortada, fragmentaria, de la película, aunque no alcanzo a hacerlo con la frecuente repetición, basada en unos elementos corrientes nada atractivos -un feísimo fregadero cuyo significado simbólico se me escapa, una puerta de aluminio que no se abre y su interfono, etc.-, que lamentablemente veo más como recurso para romper la transposición directa del texto en imágenes raramente sugerentes y de una literalidad -esa espuma de mar…- más bien corta de vuelo.
Y es aquí desde donde he construido una posible explicación ligada a la producción de la Zine Skola, una escuela de cine que hago muy ligada a un cierto cine experimental. Me pregunto hasta qué punto la película es una obra total de Piñeiro o bien es el material resultante de lanzar a sus alumnos de la Skola a probar una serie de cosas.
La fragmentación surge no sólo por esa posible idea de tratar de fragmentos literarios, sino porque, como nos dijo Gerard Borràs, montador de la película, al que se le escapó también la mecánica de actuación a través del tiempo, está rodada con una Bolex, una cámara de 16mm a cuerda, unos cámara, formato y método de funcionamiento que, además de dejar su impronta en la textura de la imagen, suponen un muy limitado tiempo de cada plano.
Otros aspectos del resultado final también llevan hacia una voluntad de efectuar cine de aspecto experimental. De ahí las escenas con un determinado deterioro en la película, posiblemente forzado. O ese aprovechamiento de imágenes (en blanco y negro) de lo que creo es una película anterior del realizador.
No debe ser así, porque varias de las actrices las recuerdo de otras películas de Piñeiro, pero hasta me preguntaba si alguna actriz de las escogidas debían su aparición a ser alumnas de la escuela, dándose por válidas las tomas efectuadas.
En resumen, sin salir mal de la película, hubiera preferido mil veces que se hubiera centrado en sus brillantes planos exploradores de páginas de libros, su adentramiento en el Turín de Pavese y su experiencia final y, sobre todo, en que la lectura de los “Diálogos” no fuera de pe a pa -como me informaron que fue-, sino entresacar lo que a tenor de su autor condensase su idea de ellos. Es decir, que se hubiera convertido, realmente, en su visión personal de su experiencia lectora.

Una imagen excepcionalmente -como casi todas las que se encuentran por internet- muy buscada. Los planos reiterados de la espuma de mar no son, a mí entender, así, habiendo escogido una zona en que la espuma acumulada tiene un aspecto marrón (supongo que producto de algas) nada evocador.