jueves, 27 de junio de 2024

Primeras impresiones



Saliendo de la ciudad…


El mapa de Vallbona desintegrándose para dar paso a la visión de ese territorio.

Lleno de autopistas…


Y otras huellas. Esa perforación de la izquierda porque está ahí a la izquierda y no por el medio, que si no, en ciertas imágenes habría completado la impresión de estar viendo una película rodada en el primitivo 9,5.



Hoy he podido ir, por fin, al MACBA, donde ya hace más de una semana se inauguró la exposición “Una ciutat desconeguda sota la boira”, pero en esta ocasión sólo para concentrarme en “Primeras impresiones” (2023), de José Luis Guerin.
Lo hago así porque me da la impresión de que se ha dado poca publicidad al hecho de que José Luis Guerin esté empezando a dar luz a un nuevo ciclo creativo tan rico como el que le llevó a la Bienal de Venecia y a presentar dos largometrajes después de acudir a Estrasburgo rodando con su camarita su diario personal, a mujeres que nunca conocería y, quizás, en búsqueda de un supuesto recuerdo de una supuesta Sylvia que podía tener algún ramalazo personal, pues no en balde la Berta de sus motivos era Sílvia Gracia, quien en vivo volvía a aparecer en una playa en su “Souvenir”.
Pero, vayamos por partes:
Hace cuestión de año y medio se pudo saber que Guerin empezaba a estudiar y a rodar algo, para trabar conocimiento, en el extremo barrio barcelonés de Vallbona. El MACBA había ofrecido a una serie de fotógrafos escoger uno de los barrios periféricos de Barcelona para una exposición que se inauguraría, como así ha sido, este mes de junio, y él, aún no siendo fotógrafo, había escogido Vallbona para hacer sobre ese barrio una película de un máximo de veinte minutos (ahora lo presentado debe tener unos diez).
Si alguien conoce un poco la forma de trabajo del cineasta, ya supondrá que desde entonces ha estado recabando la -muy escasa- documentación existente sobre Vallbona y localizando con su equipo todo lo rodado por ahí y a personas que le pudieran dar noticia de lo que había sido y era el barrio en la actualidad.
Con muchos de estas últimas inició una larga serie de entrevistas en las que vertió su conocida capacidad para establecer complicidades y lograr registrar lo mejor de cada cual. Llegó a montar sus resultados, lo que él llamaba sus “castings”. A ver si es verdad y pasa lo que en algún momento explicó, de que posiblemente cedería estas entrevistas al barrio, para que tuvieran al menos una historia oral de la que tan faltos están. Ese sería el segundo boleto, la segunda entrega de este ciclo global.
Paralelamente a las entrevistas, él y su pequeño equipo estuvieron rodando realidades de un barrio que, posiblemente, sólo conocía de vista, quizás ni siquiera sabiendo su nombre, al pasar por ahí en coche o tren. Vallbona, como su vecino municipio de Montcada es el único desfiladero entre montañas por el que de forma natural puede conectar por tierra, en este caso por el norte, el llano de Barcelona con el resto de Cataluña. Por esa razón, al igual que ocurre en Martorell por el sur, su término está recorrido por multitud de carreteras, autopistas, ríos (porque el desfiladero existe formado por un río) y vías de tren.
Estas primeras impresiones de situación son las que aparecen primero en el cortometraje: Saliendo de las grandes avenidas con enormes edificaciones de la ciudad, te encuentras con un terreno que conserva algún retal rural, con casas muchas de autoconstrucción subiendo por laderas de montaña o junto al Rec Comtal, un pequeño curso de agua artificial, hecho en su día para llevar agua a huertos y talleres, paralelo al río Besos. Pero esos terrenos están aún salpicados de soportes de anuncios, casas de pisos que parecen haberse escapado de la ciudad y están cruzados, como digo, por un enorme tráfico de camiones, automóviles y vagones de tren.
Poco a poco, tras ese montaje rápido, la cámara va enfocándose, aún con ese ritmo de edición alto, en zonas mas pacificadas, si bien el tren, por ejemplo, va viéndose muchas veces a lo lejos y su presencia de su paso es muy constante en estos primeros minutos en la banda sonora. Son encuadres impresionistas de diferentes entornos, siempre cumpliendo la norma que se auto erige Guerin en sus documentales de dotarlos de algún elemento en movimiento o de insuflar vida gracias al viento que agita las hojas de algún árbol o que aparecen aves surcando el aire y cruzando el encuadre. ¡Aquí aparece hasta una gallina suelta por ahí!
Llegado un momento, desaparece la banda sonora “verista” y en vez de ruidos ambientales suenan unas estrofas de saxo como el que aparecía, cimentando ciertas escenas, en “Guest”. El paisaje se hace humano. Esto es, surgen en cuadro alguno de esos habitantes que parecen estar a enorme distancia de la gran ciudad, manteniendo una forma de vida cuya existencia incluso debió llegarles sólo por relatos orales. Cultivan un trocito de terreno, por ejemplo, y por un momento la pantalla parece dejarse llevar por una japonesa fascinación floral primaveral, hasta el punto de que el blanco y negro que aparece en toda la pieza se convierte, por un instante, en un estallido de color.
Ahí está, posiblemente, el corazón de estas “Primeras impresiones”. Guerin encuentra rincones de vida (de otra vida que en algún momento debió ser posible y que ahora se recuerda) más allá, pero muy cerca, de la ciudad.
Llegamos, en ese viaje, a un momento anterior a las prohibiciones que ahora nos invaden por todos lados. Un cartel junto a un tramo bastante idílico del Rec recuerda la estricta prohibición de bañarse, pese a la transparencia de las aguas. Es entonces que Guerin echa mano de las evocaciones. Una imagen antigua del lugar frecuentado por sus habitantes de entonces y la magia se produce. Dos bañistas queridas se remojan en la corriente y es a continuación todo un grupo de chiquillos que se lanzan al agua como si se encontraran en un remanso de las aguas bravas de un río. Familias enteras entran en los juegos de agua, mientras los trenes que pasan sólo unos metros más allá pasan a un muy segundo término, y todo acaba en un baile al ritmo del cual salen impelidas las bañistas.
Entre la realidad, el recuerdo y la evocación, muchas veces impulsada por ese mismo blanco y negro del S8 en el que están filmadas las imágenes y el granulado producto de su inflado, se mueve la peliculita, sin un solo diálogo ni narración o comentario alguno. Esos estarán, es de suponer, en el largometraje del que este cortometraje puede ser su síntesis, pero a la vez una pequeña degustación sobre todo lo que, finalmente, vendrá.
(Apenas he encontrado imágenes buenas del cortometraje, por lo que, a falta de otra cosa, he ido haciendo fotos de la pantalla, con todos los inconvenientes que eso entraña. Uno inesperado, además, ha sido que muchas han sacado bandas de colores, que he intentado virar a blanco y negro, mientras que me ha sido imposible recuperar el único plano en color).


El gallo.



Un mundo rural. En Vallbona se encuentran las únicas hectáreas de explotación agricola de Barcelona.













 

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