jueves, 13 de junio de 2024

Maskerade

El pintor, asediado en la sala de fiestas por la mujer del doctor y cuñada del director de orquesta, ella con una pitillera que tiene protagonismo en la trama.



El pintor elabora un dibujo que se publicará y expandirá por muchas publicaciones periódicas, pero que nunca veremos.

La vi anoche con la sensación de estar rellenando un hueco fundamental, una pieza de esas recordadas en todas las historias del cine, cuya contemplación me faltaba.
Hablo de “Maskerade” (Willi Forst, 1934), una miniatura vienesa, llena de fiestas multitudinarias (ellos con frac, ellas elegante traje largo), de músicas, de valses, chismorreos y tolerancia pero a la vez pensamientos malévolos ante los diferentes ‘affaires’ suscitados. Un apuesto y muy solicitado pintor dibuja una noche, saliendo de una de esas fiestas vienesas, un desnudo, cuya modelo sólo iba cubierta por un pequeño manguito de piel y su rostro iba tapado por una máscara. Otra mujer, propietaria del manguito, e incluso una tercera, aparecen como sospechosas de ser protagonistas del escándalo.
He visto la película bien filmada (cómo seguimos al elegante y conquistador pintor, por ejemplo, cuando sale de la sala de fiestas y se dirige a su muy cercana vivienda, todo ello mostrando la cámara únicamente sus piernas dando los necesarios pasos y su sombra…), con simples pero pensadas transiciones, y he sentido cómo, a base de músicas, bailes, flirteos,… se intentaba disfrutar de la vida (hablo de los personajes de la película, pero también de los espectadores que acudían raudos a verla) en una enormemente frágil época entre dos guerras.
Pero lo más curioso es que luego fui a leer algo sobre la película y no encontré documentación alguna sobre ella, pese a lo que me sonaba su título. Acudí, entonces, al pequeño diccionario de Sadoul. No sólo no había en él entrada sobre el film, sino tampoco sobre su director: lo debió considerar demasiado ligero. Sólo Román Gubern, también comprometido, pero siempre atento a asuntos más terrenales, en su ‘Historia del cine’, habla de “brillante ejercicio de estilo”, de “temas banales que adquieren consistencia por la grácil liviandad de un estilo”, constatando que Frost se quedó ahí, en promesa, al contrario que pasara “con su compatriota, Max Ophuls, que llegará a convertirse, valga la paradoja, en el gigante del género liviano”.
Dicho sea esto para que nadie ponga en duda nunca la perspicacia de Román Gubern.


La actriz Paula Wessely, luego con larga carrera en el cine austriaco y alemán, tuvo su primera oportunidad en un papel importante en esta película.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario