Noto, con satisfacción, que algo he aprendido con el curso de historia francesa del s.XX al que he asistido.
El oficial alemán de la singular primera película de Jean-Pierre Melville, “Le silence de la mer” (1949), un músico enamorado de la literatura francesa, hablando de su padre, que quedó hundido por la derrota de su país en la Gran Guerra, explica en algún momento que estaba emocionado con Briand.
Gracias al curso recibido este trimestre capté en seguida lo que quería decir, mientras que estoy seguro de habérseme resbalado por completo en la visión anterior. Cuando Briand fue nombrado primer ministro de la III República Francesa, comprendiendo lo draconiano del tratado de Versalles para con los alemanes, se avino a cejar en las enormes exigencias de sus predecesores.
El mal estaba hecho, y el polvorín alemán volvería a estallar poco después, pero al menos alguien vio la posibilidad de una entente amistosa con sus etenos enemigos. Ahora a Briand lo consideran -veo mirando por internet- un antecedente claro de la Unión Europea (la de los buenos tiempos, la de ideas constructivas de un futuro pacífico común)

No hay comentarios:
Publicar un comentario