Betevé pasó en su espacio Barcelona… i Acció! “Historia de una mujer sola” (Jorge Grau, 1969), y desde luego le va como anillo al dedo a un programa que tiene como objetivo proyectar películas rodadas en localizaciones de la ciudad.
Eso se consigue sobradamente, con escenas completas rodadas en el Via Veneto (uno de los tres restaurantes que en la época estaban conceptuados cono de primera línea y que, milagrosamente, aún sigue vivo), la estación de metro de Aragón, el desaparecido y ya entonces exteriormente muy destartalado cine Triunfo o el Drugstore del Paseo de Gracia.
En cuanto a la película, sigue la línea de Grau de plantearse un tema que podría suscitar una polémica moral, como es el del adulterio, escenificándose sucesivamente todas las posibles salidas que piensa tendrá una mujer cuando su amante, un hombre casado, le plantea dejarlo correr.
La mujer la interpreta Serena Vergano, en uno de los papeles de mayor exigencia y posibilidad de lucimiento de su carrera. Mujer moderna, ejemplo de la sofisticación máxima del pret à porter de los años sesenta (se prueba cosas en una boutique regentada por Emma Cohen…), se ve en el dilema de cómo afrontar su vida ante esa inesperada situación.
La estructura de la película va alternando las escenas que dejan ver cada una de las alternativas (que podemos interpretar como desarrolladas únicamente en su cabeza) con los flashbacks que se dan sobre todo en los Sanfermines, donde conoció a la joya que ahora le dice que lo mejor es que lo dejen estar, pasando de unas a otras mediante bruscos raccords surgidos de la contemplación de un objeto, una frase, un sitio, etc.
Todo tiene un carácter fragmentado, como de piezas sueltas, quizás siguiendo la senda del “Dante no es únicamente severo” que Esteva y Jordà hicieron un par de años antes, pero sin llegar en ningún momento al grado de libertad de esta, manteniendo siempre, pese a lo que quiere aparentar su forma, una rígida línea argumental.
Admitiendo lo trabajado de la propuesta, y el tour de force de Serena Vergano, lo cierto es que se acaba haciendo algo pesada, o al menos así se me hizo a mí, que, dejando de lado la angustia vital -el “Ne me quitte pas” suena por todos lados, es verdad que en plan diegético- que intenta transmitir, me dediqué directamente a observar los rincones conocidos de Barcelona que transitaban (la mayoría de Diagonal hacia arriba, y casas con criada sencilla pero impecablemente uniformada) y a intentar divertirme con los toques que se querían pop y cosas así. Y funcionó: En su época, naturalmente, había mentalmente suspendido la película, y ahora, por esto que cuento, la he subido hasta a un aprobado alto.

Para seguir la moda copiada de Godard, la película está llena de guiños y citas, empezando por ese inicial tropezón que tiene la actriz… con el mismísimo Jorge Grau, que está preparando un rodaje en la calle.
Pero a lo nuestro de las citas y toques de modernidad: ahí están la librería de ese Drugstore mencionado con el libro de Xavier Miserachs bien visible en primer plano; ese sofisticado desodorante masculino “Old Spice”, del que no sé cómo yo llegue a disponer de un bote o, también, en la existencialista secuencia del metro, ella, tras dejar pasar el convoy, provocándose ese efecto visual de las ventanillas acelerándose, que ya tanto hemos visto en cine, ella está sentada en un banco con el anuncio de “Bonnie & Clyde”, que un cartelito dice hacían en el cine Urgel, y mantiene fijada su vista en otro anuncio del andén opuesto, que menciona un “desfile cómico” que retrata irónicamente, además de servir para otro flashback, por todo lo que está pasando.
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