Primero, una pequeña relación de cosas que me sorprendieron de la visión ayer en la Filmoteca de “Los 400 golpes” (1959), y escenas en las que no había reparado como debiera anteriormente:
-Lo precaria que era la vivienda de Antoine Doinel, en la que se había de pasar por encima de su cama para salir a la calle y, de hecho, lo precario que resulta ahora todo el barrio de Clichy, por el que se mueven.
-La personalidad y familia del compañero del alma de Doinel, que corresponde de forma clara a Robert Lachenay, uña y carne de Truffaut de crío. Y la emoción ante su frustrada visita al amigo recluido, regresando penosamente por la carretera en bicicleta por una carretera desierta.
-Lo bien caracterizados que están en cuanto a sus acciones los repelentes niños de la clase.
-La escena en la que no había reparado en lo que vale anteriormente es por el final. El portero del correccional en el que han internado a Antoine, en Iara a sus hijas en un cercado cuando ve que van a salir al exterior los que están ahí recluidos. Poco después, pasan todos agrupados por ahí y las niñas los miran desde detrás de la alambrada. No hay contacto alguno entre “los de dentro” y las de fuera, por mucho que éstas parezcan así mismo recluidas.
En cuanto a cosas aprendidas por lecturas recientes:
-Armand Hennon (1) recoge la frase que Truffaut le escribe a Jean-Claude Brialy para anunciarle su breve y divertido papel en la película: “Pour ‘Les 400 coups’, tú vas venir faire un petit plan pour bonheur au film. Sería el mismo Brialy el que le presentaría a su compañera en la escena, Jeanne Moreau, luego protagonista máxima en varios Truffaut y amiga hasta su muerte, dándose la circunstancia de que sus tumbas son casi vecinas en el cementerio de Montparnasse.
-Ni me enteré esta vez tampoco de que uno de los policías de la comisaría en que pasa la noche confinado Antoine Doinel estaba encarnado por Jacques Demy, aunque ya había leído -sin provecho- el libro de Hennon, quien explica que a Truffaut lo escogió debido a su cara de ángel.
-Me quedé pensativo ante la cara del padre de René (el niño que hace del comparsa de Robert Lachenay), muy curtida para se un señor burgués como representa. Y resulta que Hennon me revela se trata de Georges Flamant, quien hizo del chulo de “La chienne” (Renoir), y protagonista involuntario del trágico fin de su actriz, Janie Marèse, que tanto afectó a Michel Simon.
La precariedad y estrechez en la que viven Antoine Doinel y sus padres.
La jaula en la que acaban encerrando a Antoine en la comisaría.
El cameo de Jacques Demy.
Brialy en busca de algo más que el perro de Jeanne Moreau.
Georges Flamant, haciendo de padre de René (Robert Lachaney)
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