jueves, 29 de mayo de 2025

María Kourkouta

De vuelta a la calle Ailolu

El baile de “De vuelta a la calle Ailolu”.

La coincidencia de dos exposiciones de Didí-Huberman en Barcelona ha facilitado que la Filmoteca le dedicara también un ciclo que dialogase con sus claves. Y, gracias a este ciclo, ayer tuvimos la suerte de poder ver dos hermosos films, el primero y el más reciente, de la cineasta griega residente en París María Kourkouta: “De vuelta a la calle Ailolu” (2013) e “Intermedio” (2022).
El primero (14 min) supone una bella intervención sobre películas griegas de los años 50 y 60, de las que Kourkouta se ha fijado básicamente en ciertas figuras que aparecían en ellas, sobre las que ha actuado con repeticiones, sobreimpresiones y otros procederes. Y lo enlaza todo con poemas de famosos poetas griegos.
El segundo (24 min) procede, según explicación de su directora, de las diferentes filmaciones que desde 2013 fue efectuando de las operaciones de un pequeño astillero artesanal cercano a su lugar de residencia en Grecia.
Cuando iba a seguir rodando, Claire Atherton, la montadora de Chantal Akerman, le dijo que lo que debía hacer es dejar de rodar y montar lo filmado, y entre las dos es lo que se pusieron a hacer, actuando sobre sonidos ambiente, ritmos y en general tomas de mucha proximidad sobre todo tipo de deslizamientos sobre las traviesas de la playa del astillero, ya sea para amarrar o para botar embarcaciones.
No sé si se habrá de hablar de cine experimental (como supongo se hará sobre el primero) o incluso etnográfico al referirse al segundo, pero lo que está claro es que ambos films incorporan -y esto es lo que los hace a mi entender valiosos- un montaje lleno de poesía, de forma literal el primero, sin acudir a ella el segundo.

Intermedio.

Intermedio.

Fran Benavente (quien demostró con sus preguntas que había analizado las películas hasta el último detalle, llegando a conclusiones que llegaban a dar forma a toda una teoría sobre la obra de Kourkouta), la traductora a y del francés y la directora.
 

Madre e hija o La noche no es nunca completa

Nutsa Gogoberidze.

Buscando en los archivos de la antigua URSS.

Lina, al descubrir y ver por fin las películas de su madre, se dio cuenta de coincidencias extraordinarias con cosas de sus propias películas, que su madre, atenta a su obra, nunca le había mencionado.

Escena de las películas de Nutsa.

En su confortable casa de Tiflis, Lina y y hija Nutsa, también cineasta.

Fotografía de la expedición de Nutsa Gogoberidze para el rodaje de una película. Una mujer entre hombres.

Las razones por las que vamos a ver una película y no otra pueden llegar a ser bien peregrinas. Hay quien dice que va a ver todas las películas francesas que se le ofrecen, pues siente un gran atractivo por ellas, como hubo hace no demasiado una corriente que llevaba a la gente a ver películas argentinas… o chinas.
Yo me suelo burlar de esas tendencias, porque es poquísimo el cine de esos países que nos llega y en su extensa producción hay de todo, bueno y malo, pero la verdad es que también caigo bastante en ese error. Así, es difícil que me resista a una película portuguesa que actúe como tal. O, a lo que iba, aunque he visto poquísimo, confieso que siento una atracción grande por el cine georgiano y, más extensivamente, de todo el Cáucaso.
En el programa de la Mostra de Cinema de Dones de Barcelona, señalé con marca gruesa una película, “Madre e hija, o La noche no es nunca completa” (Lana Gogoberidze, 2023). La escogí, cierto, porque era georgiana, pero sobre todo porque era el documental que una cineasta georgiana, Lana, dedicaba a su madre, Nutsa, de la que recientemente había descubierto que había hecho cine, hasta el punto de que fue la primera mujer cineasta de su país. Y que el documental contenía escenas de las dos películas de los años treinta de su madre que había podido recuperar, tras ardua búsqueda por archivos de toda la antigua Unión Soviética.
Vista ayer en la Filmoteca, la película, efectivamente, contiene escenas de las dos películas recuperadas de su madre (“Buba” -1930- y “Ujmuri” -1934-) y de unas cuantas de ella misma… en las que, directa o indirectamente, hacía referencia a su madre, pues al margen de esa ignorada ocupación como directora de cine, pasó una serie de percances en su vida (y no el menor su estancia 17 años en el Gulag) que, evidentemente, causaron mella en su hija.
Las dos películas soviéticas, la segunda inmediatamente prohibida, tienen escenas de estética etnográfica acusada, con contrapicados, muestras de la naturaleza o trabajos en el campo como muchos de los grandes films del momento. Tras su recuperación, según dice Lana, periodistas
que las vieron en festivales occidentales las compararon a la “Tierra sin pan” de Buñuel. La imagen de un buey siendo tragado sin remedio por unas tierras pantanosas, que me suena haber visto previamente por algún lado, parecía ser una crítica de la situación del país que las autoridades no dejaron pasar.
Lana Goberidze cumplió 94 años al acabar de montar la película. Se ve en el film en una fiesta en su casa con toda su familia actual, una familia burguesa y culta, con gran influencia francesa. Sólo el reposado y monótono tono de voz de la anciana, que es el que conduce -junto con las secuencias mencionadas y la visión de unas extraordinarias fotografías antiguas- toda la película, me ha resultado , al cabo de un tiempo, de difícil digestión: he debido utilizar toda la artillería que llevaba para no caer en los brazos de Morfeo. Y habría sido una lástima, porque la historia descubierta de la madre, además de explicar muchas cosas de esa parte del mundo, comporta elementos que causan admiración.

Recuperando la historia de su madre.


Observando las últimas fotos juntas antes de la desaparición de su madre, durante 17 años, en el Gulag. Nunca supe -comenta- si fueron de un encuentro o de una separación. La respuesta final que se da puede buscarse en el subtítulo que da a su película.

El buey hundiéndose en el fango en una película de su madre.

Tres generaciones de mujeres cineastas. Un caso único.


 

martes, 27 de mayo de 2025

Tall




Mañana jueves se volverá a proyectar en la Filmoteca “Tall” (Manfred Kirchheimer, 2006), con el que diría que tiene una cita pendiente todo aficionado a la arquitectura.
Aunque su subtítulo es “The American Skyscraper and Louis Sullivan”, la cinta es una mirada -desde un muy particular punto de vista- a la evolución de la arquitectura contemporánea norteamericana.
Incorpora además, en uno de sus primeros capítulos, todos ellos llenos de imágenes muy atractivas de edificios, rimados con música de jazz y clásica, toda una historia ilustrada de los fundamentos de la arquitectura, haciendo especial hincapié en los métodos que históricamente se han empleado para autosustentar los edificios.
Y es que la trama de acero sustentadora, de la que sólo cuelga una cubierta protectora como fachada, y la utilización del ascensor (15 años después de la presentación del invento en la Feria del Crystal Palace, en Nueva York) fueron los dos temas que permitieron reconstruir el Chicago arrasado por el fuego mediante edificios de viviendas y oficinas mucho más altos que lo que dejaba hasta entonces la piedra de la fachada como soporte.
Si aparece el nombre de Sullivan en el título es para criticar, con él, la deriva que fueron tomando los rascacielos de las primeras décadas del s.XX, que se olvidaban de sus aportaciones, para elevar edificios altísimos, sí, pero coronándolos al estilo de la arquitectura tradicional europea.
Al final, después de valorar a Sullivan y a su discípulo Wright (de los que cuenta sus desencuentros y su relación final), en mi opinión Kichheimer es un poco tramposo, ofreciendo una visión de la arquitectura funcional de vidrio y prefabricados posterior más bien sesgada, a base de planos de detalle, a mi parecer, tendenciosos.
Pero hecha esta salvedad, un documental sobre arquitectura, desde mi punto de vista, a tener en cuenta.

Una imagen que aparece en el documental para apoyar la idea de Sullivan de que cada edificio necesita su espacio, y que las acumulaciones de ellos no hacen más que cada uno de ellos reviente al vecino.

Una frase de Sullivan parecen haberla olvidado muchos arquitectos Estrella contemporáneos: la ley es que la función hace la forma.
 

La batalla del raíl






También en TV5Monde Plus puede verse “La batalla del raíl” (1946), la primera película de René Climent y una de las más famosas de aventuras con trenes de todos los tiempos.
Dado su año de realización, todos los franceses eran, en mayor o menor medida, pero sobre todo mayor, de la Resistencia o, cuando menos, simpatizantes. Pero aún así, junto a las mil calladas heroicidades de los ferroviarios franceses, tiene escenas como la placentera espera, tomando el sol, de los soldados alemanes en ruta hacia Normandía mientras reparan las vías saboteadas.
O, por qué no, esa otra escena en la que vemos todo lo que se le va pasando por la cabeza a un resistente que va a ser ejecutado, rimando con cada disparo a cada uno de sus compañeros.





 

Bled number one


He visto películas de Rabah Ameur-Zaïmeche que, cada una muy diferente de las otras, me han resultado muy interesantes. “Bled number one” (2006, en la App -gratuita-de TV5Monde) no tuerce en absoluto esa línea.
Rodada en su Argelia natal, nos presenta a un tipo joven (el del gorro naranja), al que sus amigos llaman “el francés”, que regresa a su pueblo. Aspiramos el ambiente del pueblo desde la primera escena, un largo travelling por su carretera de acceso/calle principal. Luego habrá más escenas con una fuerza visual también muy potente. No es la menor la de una especie de romería a la que acuden, cada uno por su lado, los hombres y las mujeres de la localidad, u otra centrada en una acción de por el final en un puente y la visión desde éste.
El francés choca por su comportamiento con la tradición, una tradición que hace que su familia no comprenda tampoco a una mujer que ha abandonado a su marido al sentirse frenada por él.
El conflicto entre esas dos posturas se extiende, queda claro, a toda la sociedad, con un grupo de jóvenes violentos que llegan a armarse para imponer su pensamiento.
En la escena final oímos y vemos a uno tocando una guitarra eléctrica (tercera foto). Por el camino elevado del fondo, tomado a contraluz, pasan unas mujeres cargando en sus cabezas una buena carga. De nuevo el contraste radical que hace ver toda la película.



 

lunes, 26 de mayo de 2025

La Rivière du hibou


Según reza su caràtula, premiado en festivales tan de prestigio como el de Tours, Cannes y Oberhausen, distinguido por el BFI como mejor cortometraje del año o incluso con el Oscar, aparece ahora en Arte, en VOSE (aunque casi todo son en él sonidos ambiente y de la naturaleza), “El incidente del Puente del Búho” (“La Rivière du hibou”, 1962), basado en un cuento de Ambrose Bierce, que abrió las puertas como realizador a Robert Enrico.
Un canto a la vida rodado de forma extremadamente clásica, en un momento en que ya habían irrumpido en el cine todos los llamados a cambiarlo.

 

Adiós a Marcel Ophuls


(De Le Monde):
Marcel Ophuls, auteur du « Chagrin et la Pitié », maître du documentaire malgré lui, est mort

 

domingo, 25 de mayo de 2025

Portraits

La ilusionista, en su tercera vida, a los 86 años, aún activa.

Fue un auténtico precursor, pasando del cine comercial al absolutamente personal, con sus diarios filmados, efectuados con una pequeña camarita, y un equipo minúsculo, pero está claro que, vista la audiencia de anoche en la Filmoteca, su potencial público, enorme, aún lo desconoce: nunca había visto, al entrar cinco minutos antes, una sesión en la sala grande más vacía; por suerte al acabar vi que luego había aumentado un poco la audiencia
El programa se compuso de parte de la segunda serie de los “Portraits” (1992) de Alain Cavalier. En concreto, se trató de ““L’opticiène”, “La souffleuse de verre”, “L’illusioniste”, “L’acordeuse de piano”, “La corsetière” y “L’Archetière”. Los tres programas anteriores, lamentablemente, me los perdí, al estar fuera de Barcelona.
Como en los anteriores, documentales independientes muy cortos -de 13 minutos cada uno de ellos- en los que Cavalier, acompañado de un cámara y un sonidista, esbozan, mediante una conversación con ella, un retrato de una artesana. Como muchos de esos empleos han desaparecido o se han transformado radicalmente, tienen actualmente un interés etnográfico enorme.
Su atractivo humano está fuera de duda, pero es que además cinematográficamente resultan también de gran interés, por el juego que Cavalier aporta, a base de su relato, curiosas preguntas y primeros planos, o por ejemplo la ocultación hasta el momento adecuado del rostro de la protagonista. A mí, personalmente, los que más me gustan son aquellos en los que Cavalier introduce reflexiones sobre su vida personal o familiar que, por cualquier motivo, ha relacionado con lo que explica.

La sopladora de vidrio.

En uno de sus esfuerzos. Asombran la energía que debe emplear para cada pieza y las inexistentes medidas de seguridad, trabajando con un horno de más de 1000 º.

La corsetera.

La fabricante de arcos de instrumentos musicales.
 

Léo en jouant dans ‘La Compagnie des hommes’


Veo en la plataforma (gratuita) TV5Monde, en VOSE, “Léo, en jouant dans ‘La Compagnie des hommes’” (Arnault Desplechin, 2003), que no conocía.
Se ve en ella una pugna a muerte entre hombres de grandes negocios…sucios, como si se tratara de una tragedia griega, y a unos actores ensayando sus papeles. También, al principio, al propio Desplechin y a Nicolas Saada, coguionistas.
Las escenas de los actores ensayando se insertan entre las de la tragedia, a las que en ocasiones contagian su ritmo agitado y bastante roto.
Me hace gracia el momento en que, viendo que en la obra representada no aparecen personajes femeninos (no es cierto, hay uno, muy importante y simbólico, en una de las historias-flashback incorporadas), incorporan a la hija de uno de los principales personajes, como Ofelia.

Una rareza, de interés para los que se dejen fascinar por ella. 

viernes, 23 de mayo de 2025

Storia del cinema spagnolo


Buscando lugares frecuentados por Cesare Pavese, hemos entrado en la Librería La Bussola de Turín. Entre los libros de cine, dar con esta “Storia del cinema spagnolo”, y la satisfacción de conocer a los cuatro que figuran en su lomo como autores. 

domingo, 11 de mayo de 2025

Carne de horca

El ciego relatando la historia.

Las migas.


Emma Penella


De la canción del ciego sobre Lucero pasamos a la de María Dolores Pradera en off sobre el mismo. Del pliego de cordón extendido a la historia real, que es la que vamos a ver.
Hay en “Carne de horca” (Ladislao Vajda, 1953; en La 2) caballos enjaezados al galope, migas comidas de la misma olla junto al fuego por los pastores, bandoleros de la Serranía de Ronda con sus monteras, pueblos blancos, asaltos a la diligencia.
También, por cierto, una brutal escabechina de animales sin el letrerito ese final de que ninguno ha sufrido daño alguno.
Pero no sólo está bien todo el ambiente. Hay en la película también un ajusticiamiento muy bien rodado (en off), como también está en off el golpe mortal final, en un duelo.
La vi como una magnífica película de aventuras, de las buenas de piratas, por ejemplo, que recuperabas los ojos pegados al televisión en una sesión de tarde. No es poco.

El Lucero.