martes, 16 de abril de 2024

Dos hermanas. Pilar

El Primo enseñando, al inicio del recorrido, cuando sabemos el recorrido que Pilar va a iniciar, la vieja casa de la familia.

Un punto de engarce con “Dos hermanas. Paula”.

Punto central de ambos recorridos inversos. Está bien que se de, precisamente, en una estación de tren de la provincia.

“Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera». Lo dice un taxista a Paula, comentándole que así comenzaba “una novela rusa”, pero que no la leyó porque acababa mal.
Ahora, pasando revista a mis intentos de agarre a “Dos hermanas. Pilar” (Gonzalo Garcia Pelayo, 2024) ha aparecido esa jocosa cita, pero queda ahí, aislada.
Ha habido más asideros en el que viene a ser el largometraje inverso de la previa “Dos hermanas. Paula”. Esa misma estructura inversa (Paula buscaba a Pilar. Pilar busca en ésta a Paula) y ese cruce insospechado, no captado, de las dos búsquedas, precisamente en una estación de tren perdida en la provincia de Buenos Aires, aportando mucho a ese retrato de esa región tranquila y callada, en medio de ésta y la anterior película (pero que es en ésta en la que se entiende), sería, desde luego, uno de ellos.
El cruce en este recorrido inverso se da también con el chico con el que Paula pasó una noche en su película. Pero no acabo de creerme que funcione una misma química con una y otra hermana.
Si Fernando Arduán en la hermosa “Alegrías de Cádiz” (2013), con sus canciones, es una de sus guías, aquí al principio un cantante y su guitarra parece cantar a unos “Arrieros musiqueros”, y me preparo a seguir esa (qué podía ser buena) pista.
Otro agarre podría ser la obra del arquitecto Francesco Salamone, como también era en la mirada de Paula. Pero aquí es sólo una visión fugaz la que se tiene de la fachada de una escuela suya, sin recrearse nada más en ella, y pasando a una de las escenas y de los diálogos que me han resultado menos creíbles de la película.
Acompaña toda la película una ristra de poemas (solo en la banda sonora, olvidando aquí aquella costumbre de sus films de recalcar algún verso o concepto escribiéndolo en la pantalla), pero será por haberlo pescado en un momento en que aún no me encuentro plenamente restablecido de un bajón físico, será por lo que sea, al menos en esta visión me ha resbalado como la lluvia resbala por un cristal.
Quizás sea eso, que he traspasado mi lamentable estado a la película, pero mentiría si no dijera que todos esos agarraderos que he apreciado no han servido para asirme, y no he visto en la película, salvo ese calculado y geométrico esquema argumental, la mínima garra para ello. Eso lo he visto claro en la larguísima, pero poco sustancial, entrevista entre ese pobre nonagenario coleccionista, emocionado por tener alguien a quien enseñar y explicar cosas y, así, romper su soledad, mientras Pilar simula llorar emocionada por lo que ve y oye.
Espero que se trate sólo de un estado mío, pasajero.

La fachada de la escuela de Salamone.

La que sería una de las protagonistas de ambos films, la Provincia de Buenos Aires.


 

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