domingo, 2 de mayo de 2021

Duelo en la Alta Sierra


-Pensábamos que era más joven- le está recriminando el banquero al pistolero que han contratado (Joel McCrea) para proteger el oro de los mineros hasta ponerlo a buen recaudo.
-Lo fui. Todos lo fuimos alguna vez.
La escena de la foto está por el inicio de “Duelo en la Alta Sierra” (Sam Peckinpah, 1962). Poco después, el pistolero va a buscar a un antiguo amigo suyo (Randolph Scott) para que le ayude en su cometido. Los dos talluditos, queda claro inmediatamente que eso del deterioro por el paso del tiempo, la vejez, está en el núcleo de la película. Lo que es bien curioso es que Sam Peckinpah no la dirigió al final de su carrera, ni siquiera cuando, bastante más tarde, hizo otras en que ese final de partida también era central (“La balada de Cable Hogue” -1970- o “Júnior Bonner” -1972), sino al principio, cuando aún estaba en la treintena.
Para que resalte la veteranía -en lo malo y en lo bueno-, hay una subtrama protagonizada por un jovencito que les acompaña, la hija de buen ver -de origen escandinavo- de un beato y una banda de desaprensivos y soeces hermanos, los Hammond, capitaneados por James Durry, “El Virginiano”, el Adam de “Bonanza”, pero, claro está, ofreciendo el envés moral de esos dos personajes.
También, para que no se diga, hay un juez que quizás no recite Shakespeare como lo hacía Doc Holliday en “My darling Clementine” (John Ford, 1945), pero que nos lo recuerda cuando insospechadamente efectúa una sonada reflexión al oficiar una boda, al margen del alcohol que ingieren uno y otro.
Nombro dos escenas más. En la primera creemos estar en un film actual, el trabajo casero repartido indiferentemente por sexos, viendo como el jovencito recoge la vajilla usada, pero enseguida vemos que lo ha hecho... para dársela a la chica y que ésta la lave en el río, mientras él se tumba a su lado.
La otra, para señalar un detalle que nos hace ver que, pese a su seguimiento de los clásicos del western, Sam Peckinpah llegó al género aportando nuevas formas de hacer, que estallaron unas películas después. Aquí, pese a la masacre que al parecer alcanzó a la película, aparece un indicio, cuando en el corral en el que se va a armar un buen fregado de tiros, la cámara sigue la tensión... de las gallinas.


 

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