domingo, 28 de octubre de 2018

Umbral define a FFG



Francisco Umbral, en su “La noche que llegué al café Gijón”, que por recientes recomendaciones entusiásticas he empezado a leer, está describiendo, con sonoros adjetivos y relación de palabras que raramente se leen juntas, a los tertulianos del café Gijón, cuando le llega el turno a Fernando Fernán Gómez:
“FFG, con esa cosa de opositor pelirrojo que ha tenido siempre, como si viniera de una academia triste de preparar unas oposiciones que nunca va a sacar, y mientras tanto iba haciendo teatro, cine, televisión, cosas, con gran calidad y singular talento. Su forma de hablar, su voz, su entonación entre irónica y enfática, había creado escuela entre los actores jóvenes, y todos le imitaban la peculiar sintaxis y la altiva fonética. Luego no le imitaban tanto en la lectura de libros y la vocación intelectual”.

sábado, 27 de octubre de 2018

La mujer crucificada


Si tuviese que ser por su nota argumental (Una chica y su madre, regente de un burdel, se enamoran del mismo hombre y se convierten en rivales), nunca habría ido a ver “La mujer crucificada” (1954), pero se trata de un film de Mizoguchi y eso lo cambia todo. Lamentablemente, al ver la primera escena ya me he dado cuenta de que la había visto hacía poco y que, como en esta ocasión, llegué a la conclusión de que no era de entre sus películas una de las que más destacaría.
No es, para entendernos, película de exteriores, que suelen ser entonces de las que quitan el hipo, aunque sí hay en ella un par de escenas de exteriores, y algún encuadre del exterior desde el interior de una casa que deja admirado por su composición (ver la segunda foto), pero es excepcional. Prácticamente todo se desarrolla en decorados y eso, sumado a que soy muy refractario a los melodramas si no vienen presentados por continuos hallazgos respetables de puesta en escena, me la apartan de ese puñado de Mizoguchis que recomendaría sin dudarlo a quien fuera.
El tema es, una vez más, el que obsesiona a Mizoguchi, por su experiencia siempre relatada de ver a su hermana vendida a una casa de geishas. Pero en ese ambiente regentado por su madre llega a refugiarse Yukiko. Y Yukiko (primera foto) es una auténtica luz, durante toda la película, de modernidad años 50, en contraste con el ambiente tradicional de la casa de geishas de Kioto.
La película narra todo el cambio de actitud de Yukiko hacia ese mundo que detesta, con lo que podría decirse que se trata de un melodrama con final feliz, si no fuera porque Mizoguchi, como Berlanga en su extraordinario final de “El verdugo”, eleva la cámara sobre el decorado de la calle de acceso al burdel, de donde vemos salir a unas cuantas personas... como al principio hemos visto entrar a otras. Como en ese “Yo también dije eso la primera vez” de Pepe Isbert expresando que va a haber una continuidad en el oprobio, en “La mujer crucificada”, con esa estructura cíclica, todo se prepara para que se siga viviendo, sin escapatoria, resignadamente, en un mundo que se había deseado con todas las fuerzas abandonar.

martes, 23 de octubre de 2018

Caravaggio, The soul and the blood


Tengo por norma no escribir en contra de una película. No hay suficiente tiempo para las cosas buenas de la vida, con lo que sólo faltaría que lo desperdiciáramos con las que hemos detestado o, cuando menos, no nos han despertado el más mínimo interés.
Pero en esta ocasión voy a romper esa norma personal no escrita.

Hemos ido a ver en el matinal del Verdi "Caravaggio, The soul and the blood" (Jesus Garcés Lambert, 2018). A los quince minutos de proyección ya estábamos fuera del cine, disfrutando de nuevo de un magnífico, de lo más agradable, día. Hemos aprovechado para hacer unos cuantos recados pendientes.
Es una buena idea esa de las matinales de los martes dedicados a un documental de arte, que ya me dispensó hace un par de semanas un correctísimo "Rembrandt" (Kat Mansoor, 2014), de buen sabor de boca. Esta mañana, dirigiéndonos hacia el Verdi, en medio de esa temperatura y clima ideales, que te hacen olvidar lo dura que puede llegar a ser la vida, pensaba en que, de ser de la cuerda del documental visto anteriormente (que estaba producido por un par de museos de categoría), con un poco de suerte saldríamos de la sala con unas cuantas informaciones adicionales bien fijadas sobre el pintor, unas ideas interesantes sobre su pintura y quién sabe si con alguna de las curiosas historias que relatan bien aquilatadas.
Consultamos la hoja de sala y vemos que no está producido por museos ni instituciones de solvencia contrastada en el mundo del arte. Primera mala señal. La impresión -por descontado negativa- del pequeño prólogo, de esa secuencia que antecede al título, es demoledora. Contiene mucho de lo que detesto de los trailers -y es de suponer que también de las películas, aunque no lo puedo asegurar porque ya no las he frecuentado luego- de cine fantástico norteamericanas actuales: Movimientos en cámara lenta, muy próxima a los objetos que retrata, cierta animación asociada, contrastes, planos de corta duración, música grandilocuente con momentos de alta intensidad, imágenes de choque y, entre ellas, un cuchillo que desgarra una tela haciendo brotar una oscura sangre.
Ya estaba dispuesto a abandonar la sala ante esta primeriza muestra desatada de "autoría" que quiere ofrecernos la idea subterránea asociada al mundo de la pintura de Caravaggio. Pero, para que no se diga, le dimos unos minutos más de confianza.
Al cabo de un tiempo de profundizar una y otra vez en el mismo estilo, abandonando toda posibilidad de dar modesta información sobre lo que quiere documentar el film, que se centra en su forma únicamente en esa supuesta clave onírica y profunda, venga puñales desgarrando carne vestida y haciendo brotar sangre (sin duda el blood ese del título), acompañándolo todo de la voz en off de un actor vocalizando y dando misterio y solemnidad a su relato, aparece un señor que debe ser una autoridad en Caravaggio. Habla en italiano, pero lo dobla un actor en inglés, pudiendo leer entonces nosotros el subtitulado de esto último. Al margen de lo que desconcierta y aleja ese procedimiento (podrían dejar únicamente el italiano original y subtitular lo que dice, en vez de bajar el volumen de la frase en italiano y superponerle la traslación inglesa de lo que dice), lo cogen en posición y con movimientos de cámara audaces y apenas si le dejan decir una cosa algo insustancial, para seguir de nuevo con esa lluvia de imágenes que debe el realizador (he visto que mexicano) pensar que van a arrojar a sus pies a todos los espectadores, ante la maestría de su sensibilidad, perspicacia y, en definitiva, arte.
¡Huir!

Informe Federació Catalana Cineclubs

Mireia Iniesta, del Cineclub 69 Escalons de Manacor, y Tariq Porter, actual presidente de la Federació Catalana de Cineclubs, dando la bienvenida a las XIII Jornades del Cineclubisme, que englobaron la Asamblea del ejercicio de 2016.

Sesiones con programación gestionada por la Federació , a las que habría que sumar las sesiones cuya programación es gestionada por los propios cine-clubs.

No puede faltar nunca la fotografía de grupo. En este caso, en el patio de la Casa de Cultura de Porto-Cristo, donde se celebró la Jornada.

Un pequeño informe divulgador, a partir de los datos recogidos: Esos paparazzi de los que colgué ayer por aquí una curiosa fotografía estaban reunidos en Porto-Cristo para celebrar la Asamblea anual de la federación que reúne a sus respectivos cine-clubs.
El que este año fuera acogida por el Cine-club 39 Escalons, de Manacor, debiendo hacer uso sus asistentes de un avión para acudir, hizo que la participación en la asamblea fuera de menos gente que la habitual, sí bien aún así reunió a una cuarentena de personas, correspondientes a 16 cine-clubs de los 53 federados.
Unos pocos datos: Por los años 80 surgieron, donde antes sólo había habido la Federación Española de Cine-clubs, Federaciones que cubrían todo el nuevo mapa autonómico. Una de ellas -que este año celebrará su cuarenta aniversario- fue la Federació Catalana de Cineclubs, única superviviente, a día de hoy, junto a la gallega. Desaparecieron todas las demás, incluida la Española. La Federació Catalana está admitida desde los años 90, además, en la Federación Internacional de Cine-clubs, interviniendo incluso en tareas organizativas de esta última.
A nivel interno, la Federació acoge actualmente a 53 cineclubs federados. Casi todos ellos están repartidos, claro, por toda Cataluña, pero también hay ahora mismo uno de las Islas Baleares, dos de Valencia y uno de Andorra. En muchas comarcas, el cine-club local supone la única posibilidad de seguir viendo cine en pantalla grande.
En 2016, ejercicio del que se celebraba la asamblea, las sesiones de los cine-clubs federados programadas cuya gestión en cuanto a derechos de distribución fue efectuada por la Federació marcaron un récord: 680. A esas sesiones, para saber de la real actividad de los cine-clubs, habría que sumar todas las otras sesiones también programadas por ellos, pero sin intervención de la Federació, quien también programa alguna sesión adicional para otras entidades. Concretamente, en 2016, los gestores de la Federació nos informaron (ver gráfico) de que habían llegado a programar 822 sesiones. Una cifra récord que bajó algo circunstancialmente en 2017 debido únicamente al convulso ambiente genérico de la última parte de ese año, pero que ya en este 2018 da síntomas de volver a crecer.
El cine programado por los cine-clubs no suele responder al programado por las salas comerciales. De los 686 sesiones de cine-clubs programadas en 2017 por la Federació, 493 -una enorme mayoría, pues- no correspondían a películas norteamericanos, siendo en cambio de esa nacionalidad (cuyas compañías dominan el mundo de la distribución) la mayoría de las que se pueden ver en salas comerciales. Por otro lado, 460 de esas 686 sesiones fueron de películas proyectadas en versión original subtitulada.
En base a una encuesta respondida por 41 de los 53 cine-clubs federados, en 2016 estos 41 cine-clubs organizaron un total de 1321 sesiones, que reunieron a 86.349 espectadores. Eso representa un promedio de 65 espectadores por sala, muy superior al de las salas comerciales en el mismo periodo.
Como curiosidad adicional, en cuanto a sistemas de proyección, domina el BluRay (344) seguido del DVD (196), el DCP (110), otros medios digitales (19) y se da la feliz permanencia -¡y que dure!- de 17 heroicas sesiones con proyecciones de celuloide de 35mm.
De todo eso me enteré asistiendo a la Asamblea. Si luego le sumamos disfrutar de la proyección en exclusiva de la “Petra” de Rosales presentada y discutida por el mismo, contar con la presencia (no se perdió ni un minuto de la Asamblea) de Fernando Lara y de otra serie de acontecimientos festivos, pues se entenderá que uno vuelve cansado pero satisfecho de Mallorca...


 

lunes, 22 de octubre de 2018

Asamblea de los cineclubs


Estos furibundos paparazzi son, en realidad, pacíficos representantes de cine-clubs adscritos a la Federació Catalana de Cineclubs, reunidos en Manacor para celebrar allí, el pasado sábado, su asamblea anual.
Sus víctimas son unos asustados Fernando Lara y Jaime Rosales, que llegaron para presentar, a última hora de la tarde, completándose la cosa con un largo e interesante coloquio, “Petra”, la película recién estrenada del segundo. Era el caramelo de compensación de toda una jornada de presentaciones y discusiones sobre cómo había ido el año anterior en el mundo del cineclubismo y qué se planificaba hacer en el futuro para intentar que eso del cine siga llegando a diversos rincones, incidiendo.



 

domingo, 21 de octubre de 2018

Fernando Lara y los cineclubistas

Tariq Porter, actual presidente de la Federació Catalana de Cineclubs, anunciando el nombramiento de Fernando Lara como nuevo socio de honor a petición del Cineclub 39 Escalons de Manacor. Fernando Lara, escuchando satisfecho, sentado junto a Mireia Iniesta, ante el lamentable espectáculo de los restos de la comida.


Diciendo las palabras (que no sé si tenía preparadas, porque al menos las adaptó muy bien a todo lo que acababa de oír) al lado de un histórico del cineclubismo, Ginés Fernández -del Cineclub Imatges de Santa Coloma de Gramanet y uno de los cuadros del local donde nos llevaron a comer.

Martí Porter, Fernando Lara y Tariq Porter, posando para la foto tras la comida.

Mencionó Fernando Lara a “los críticos progresistas” con los que escribía en los años 70: Diego Galán, César Santos Fontela, Javier García de Dueñas, Ángel Fernández Santos,... Todos me vinieron rápidamente a la cabeza, como los nombres que firmaban los textos que leía continuamente por entonces, aunque quizás se debiera decir que era únicamente por libros y revistas especializadas, porque aún no había aparecido El País y la crítica cinematográfica que escribía en los primeros 70 en los periódicos existentes no era precisamente progresista...

Fue ayer en Porto Cristo, donde Fernando Lara recibió el título de socio de honor de la Federación Catalana de Cineclubs. En sus palabras de agradecimiento, que estuvieron la mar de bien y sentaron como un benéfico empujón anímico a los cineclubistas presentes, no se olvidó de mencionar a otros distinguidos con ese título previamente que había conocido: Ahí surgieron los Miquel Porter Moix, Joaquim Romaguera, Miguel Fernández Ruiz de Villalobos o Joan Francesc De Lasa, así como a Romà Gubern, más reciente Premio José María Nunes de la Federació. Por eso, después de la comida, quiso retratarse, muy satisfecho, con el hijo y nieto del primero.

Petra

Mis expectativas no eran muy elevadas, porque no me acababa de convencer su última deriva, con películas como “Hermosa juventud”, que presentó en 2014. Iba sorprendiéndome de cuánto influye el dónde, cómo y con qué estado de ánimo te enfrentas a una película en tu valoración de la misma para responderme por qué ante el “Petra” de Jaime Rosales (2018) he reaccionado en un sentido positivo, absolutamente contrario a la anterior, cuando Fernando Lara me ha ofrecido en bandeja una explicación de lo más clara: “Jaime Rosales tiene un registro diferente para cada relato”, ha dicho.
Arranca la película con personajes que hablan coloquialmente de grandes temas. Pero pasa a otro capítulo, presentado con una cartela anticipatoria, y son otros los elementos que predominan y te llevan a la estimación: pueden ser unos travellings muy incisivos, que trasmiten un enorme misterio, suspense; unas panorámicas que te sitúan en el caso de un capítulo más bien explicativo; una doble utilización de espejos en dos momentos del film (primero de la imagen “falsa” a la “real” en un personaje, de la “real” a la reflejada en el espejo hacia el final con otro personaje) o hasta cierta cesión de pensamiento del director a través de un personaje, que dice que “Si no hay verdad no hay belleza”.
Todo esto se ha producido hace unas horas, completada la sesión con un apasionante coloquio con Rosales conducido por Fernando Lara. Un broche de oro para las muy dinámicas “XIII Jornadas dels Cineclubs”, que ha organizado la Federació Catalana de Cineclubs con el Cineclub “39 Escalons” de Manacor.
À suivre...

jueves, 18 de octubre de 2018

El destino de la señora Yuki



¿Qué podría esperarse de una película que empezase con la chica vestida a lo occidental de la primera imagen, llegando en tren a un emplazamiento junto a un lago, aproximándose a la casa con vistas de su admirada señora Yuki (segunda imagen), donde toma un baño emocionada (tercera imagen) y que acaba con escenas como, precisamente, la que que refleja la primera imagen? Ya responderé yo mismo: Todo.
La película es "El destino de la señora Yuki" (Kenji Mizoguchi, 1950), que pasó ayer, felizmente, en la Filmoteca, y lo vuelve a hacer el sábado 20 por la noche. Yo la veo inmersa -pese a su maravillosa, etérea, escena inicial y final, que se escapan irremisiblemente de esa clasificación- en un cierto cine de género, melodramas sobre mujeres sufrientes, que me imagino debió tener un gran éxito en Japón por esos años.
Como película de género presenta, además de una música con elementos de suspense, por el lado de los personajes negativos a unos como ese impresentable por despreciable marido (en ridículos calzoncillos a cuadros en la cuarta imagen) o el de su amante (mascando chicle y vestida en alocados conjuntos occidentales), ambos yendo y viniendo en una especie de ostentoso Cadillac. Por el lado de los personajes positivos, al margen de la señora Yuki, a la que destinaré el siguiente párrafo, un par de ellos muy interesantes a efectos de estructura del film. Uno es Hamako, la chica de la que hablo al principio, inocente, con toda la vida por delante, rendida apasionadamente de admiración ante la señora Yuki, a la que va a servir. Otro el hijo del virtuoso de koto, enamorado perdidamente de la señora Yuki, pero atado fuertemente por los convencionalismos y la estricta moral que aún impera en la época. Digo que son dos personajes interesantes a nivel estructural porque hacen de vehículo para el punto de vista del espectador, dilatando el momento de presentación de la protagonista, que cuando por fin hace acto de presencia lo hace ya ante nosotros con un aura ganada a pulso por todo lo que hemos sabido previamente de ella.
Yuki, por su parte, podría ser una más de esas mujeres sacrificadas, incapaces de romper con su desgracia si ello supone romper con su palabra u honor. Pero me ha parecido que excepcionalmente venía pintada aquí por Mizoguchi de una forma mucho más compleja. Sí que tiene todo ese aire de personaje sometido (una flor de una planta cae, mustia, cuando ella se ve ya totalmente encerrada hacia un nefasto destino) por las acciones de su marido (un personaje que, precisamente, también de forma excepcional se reivindica finalmente), pero resulta que ella misma confiesa que hay dos seres en ella, y su faceta diabluna se entrega con placer a las exigencias de su marido.
Puntos de vista. Porque también me parece coherente la frase que, recordando a Rimbaud, ha apuntado un amigo para definir el personaje: "Par délicatesse j'ai perdu ma vie".

Ajoblanco crónica en rojo y negro


Han vuelto a pasar por el Canal 33 "Ajoblanco, crónica en rojo y negro" (David Fernández de Castro, 2015), en la que una extensa nómina de participantes y seguidores de la primera o segunda época de la revista hablan de las claves de su éxito y posterior cierre.
El mismo Paco Ribas decía por el final del documental que no tenía sentido la aparición de una tercera época de la publicación, que lo que tocaba en ese momento (recordemos que el 15M y sus secuelas estaban muy cercanos) era un espacio en el que confluyeran, como "en las plazas", todo tipo de movimientos (y, mientras lo dice, se van viendo unas imágenes de activistas de la PAH).
Pese a eso, poco después, Pepe Ribas y Francisco Mir te recibían en un modesto pero entusiasta espacio de la calle Santa Teresa, para anunciar su regreso y una inesperada nueva etapa de la revista, que despertó muchas ganas y grandes expectativas, rodeadas, eso sí, de escepticismo. Esta iniciativa ya no aparece en el documental, pero no está mal, creo, complementar el documental y decir qué pasó con el intento:
Si haces una mínima búsqueda en Google, ves que el espacio de Gracia está "definitivamente cerrado". Del nuevo Ajoblanco -tercera época-, tras una cuestación popular de esas que ahora adoptan la forma y nombre de "crowdfunding", sólo salieron dos números que a mí, todo sea dicho, me parecieron muy flojos, pero me parece que no sólo a mí, porque oí al propio Ribas justificarse, quejándose de lo difícil que era el relevo generacional y diciendo que los que se habían acercado interesados a la redacción no sabían, en general, hacer nada y los veteranos les tenían que echar un capote. Pero además han pasado por el medio otras cosas que han barrido a fondo y -por ejemplo- los que aparecen alabando total o parcialmente la revista inicial (y, la segunda) sería imposible verlos ahora juntos en una iniciativa de ese tipo, de no ser para tirarse entre sí los trastos por la cabeza.


 

miércoles, 17 de octubre de 2018

Una negra sombra que cae sobre la mirada

No sé si la emoción le llega al común de los mortales, pero a mí me pasa durante todo el tiempo en que Travis, el protagonista de Paris, Texas (Wim Wenders, 1984), visiblemente incomodado, nervioso, está viendo la proyección de un film familiar. Porque vengo a hablar del final de esta larga escena pero, de hecho, la emoción ya me ha llamado a la puerta mucho antes, cuando entre los personajes que aparecen en esa excursión filmada surge, radiante, Jane.


Hemos visto al principio de la película a Travis (Harry Dean Stanton) alterado mentalmente, porque, si no, no deambularía por el desierto como vemos que deambula, con la mente en blanco. Le rescatan cuando sigue unas viejas vías de tren hacia la civilización. Cambian entonces los grandiosos paisajes del principio, donde él es una hormiga en un enorme desierto, por otros de una proporción más humana. Le ponen en contacto con su hijo y va recordando que le abandonó a él y a su madre, Jane (Nastassja Kinski), tras un tiempo de alcohol y turbulencias. Justo lo que le causó el trauma que casi acaba con su vida en el desierto. Poco después le convencen para ver esas peliculitas familiares.


En Toro salvaje, Scorsese incluía, en medio de ese relato sobre el destructor mundo del boxeo, la proyección de un rollo de súper-8 (lo que luego sería vídeo doméstico), de esos que todos hemos rodado alguna vez. Es un momento trascendente, porque dejamos de estar ante el film hollywoodense, con toda su parafernalia, su sólida forma de hacer y presentarse, para tener un encontronazo directo con algo que, mal rodado, iluminado y montado, es fresco y tiene -ese sí- visos de enorme realidad.


En Paris, Texas esa sensación de realidad vuelve a llegarnos de las manos de una escena similar. Y vuelve para traer consigo el recuerdo de una vida antigua, real, pero seguramente ida ya para siempre, con lo que eso duele.


Estamos en una típica sesión de sobremesa de esas con pase de viejas filmaciones. Su hermano, la mujer de este (la también magnífica Aurore Clément), Travis y su hijo toman asiento tras la cena para ver la grabación. Lo que se ve tiene la pinta de excursión, un esplendoroso día festivo, de ellos cuatro y la gran ausente -Jane- a un lugar costero. Travis empieza con buen ánimo, girando su cabeza para ver la reacción de su hijo cuando este sale en esa grabación con ya un tiempo a cuestas. Pero su hijo parece, en realidad, más atraído por las evoluciones en la pecera de la sala que en lo que se ve en la pantalla. Es a Travis al que las imágenes le empiezan a remover algo por dentro.


Su hijo aparece en la pantalla en brazos de una figura que hasta entonces sólo se veía fugazmente, pero de repente la cara de esta ocupa todo el cuadro y él no puede sino bajar la mirada, apesadumbrado. Pero la cinta sigue. En ella se ve a continuación a Jane de cuerpo entero, libérrima, girando como peonza sobre sí misma en la arena y, poco después, sonriente, dando un abrazo de oso a Travis. Él se refugia en la sala, en la oscuridad, con los brazos cruzados, desolado, y nosotros, que nos identificamos, pensamos en esos momentos de felicidad que estaban ahí, esas sonrisas que teníamos a nuestro alcance y que, inconscientes, no aprovechamos como debiéramos. Con lo difícil que será ya reproducir en el futuro a los unos y a las otras. Y, a todo, para que la emoción nos llegue ya casi incontrolable, va sonando la musiquilla que, como un leitmotiv, Ry Cooder compuso para la película.


El pase del rollo de film súper-8 llega a su fin. Ahora ya nadie lo tendrá presente, pero cuando eso sucede se oye el ruido del final de la pequeña tira de celuloide saltando, libre ya de la bobina vacía, luego haciendo sus últimos recorridos por los rodillos del proyector y, finalmente, golpeando una y otra vez en la otra bobina que, llena, ha ido recogiéndolo. Mientras, el haz luminoso del aparato llega de pronto, sin obstáculos, a la pantalla. Todo eso pasa también aquí, hasta que el hermano de Travis reacciona y desconecta el motor del proyector. En ese momento la oscuridad, en forma de una negra y pesada sombra, cae sobre la mirada de Travis.

Un film familiar en París Texas


Es lo que tienen las grabaciones caseras. Hoy en La Charca Literaria me recuerdan lo que recordé que aparecía en un episodio de "París Texas".


 

domingo, 14 de octubre de 2018

La dama de Musashino

Los modernos
Después de tantos Mizoguchis ambientados en el s.XIX o hasta mucho antes, el gran aliciente de “La Dama de Musashino” (1951) era ver cómo se desenvolvía en un film de ambiente contemporáneo. Su visión sacia con creces la curiosidad. La casa japonesa sigue siendo la casa japonesa, el amor por el bosque y los paseos junto al agua siguen ahí, el respeto por la tradición y el honor se mantienen en la trama hasta el punto que dirías se le ha ido un poco la mano y todo, pero ciertas novedades aparecen.
En confrontación con los usos tradicionales.
Esas novedades surgen por el lado de una nueva sociedad tras la II Guerra Mundial, representada en la película por esos jóvenes que acuden a un local que lleva nada menos que el nombre de “La vie est belle”, ponen música en un tocadiscos y parece que irradien su ruptura hasta agrietar de forma notable la moralidad de los mayores. Aunque ese ridículo profesor especialista en Stendhal o ese fabricante de munición, ambos dejando abandonadas a sus mujeres de forma notoria, no parecen haberse regido nunca por una rígida moral.
El regreso del soldado.
Que Mizoguchi no está de parte de los libertinos queda claro desde el principio, pero a nosotros (o al menos a mí) lo que nos interesa es cómo nos presenta esas constantes (la casa -aquí con una majestuosa grúa dándole servicio-, las caminatas por el bosque y la orilla del río y lago, el mantenimiento de la palabra, el amor a la familia y a la tierra ancestral de la familia), que enmarca en unas composiciones de cuadro perfectas, cómo hace uso de ciertas imágenes míticas (el soldado que regresa años después de la guerra a su casa) y, en definitiva, cómo hace para atraparte y que sigas teniendo ganas de ver otra película suya, trate de lo que trate.
Los paseos junto al agua.


Y el agua que fluye

sábado, 13 de octubre de 2018

Cold war


"Cold war" (Pawel Pawlikowski, 2018), que sí, me ha convencido. Como a esta hora se habrá dicho de todo sobre ella, sólo unas notas sobre cómo funciona, según me he cuestionado y explicado a mí mismo cuando llevaba una media hora de vibrante recorrido.

He pensado entonces que funcionaba, básicamente, a base de cortes y sus consiguientes elipsis. Unos cortes las más de las veces acentuados por la brusca irrupción de música, si no de danza. Dinámica en un principio, melancólica y llena de sentimiento jazzístico en una segunda etapa (esa de la buhardilla estilo "El séptimo cielo"), imposible por extraña hasta desaparecer por completo por el final.

Una película para ver y animar a ver. Si dura en los cines, que debería hacerlo, sería -me digo- una buena señal.

viernes, 12 de octubre de 2018

En tránsito


Parece hecho ex-profeso. Una película anterior de Christian Petzold era "Phoenix". En "En transito" (2018, ahora ya en Filmin) el actor protagonista se parece de mala manera a Joachin Phoenix. Se parece, pero además su actuación, siempre indeciso, gozando del azar inesperado, lo recuerda bastante.
Película especial, conducida su narración sobre todo de detalle (nunca pensamientos a largo plazo) por una voz en off que hasta al final no se sabrá de forma fehaciente si pertenece o no a quien suponemos, tras una primera parte que no me ha colmado, cuando me planteaba si dejar de verla para pasar a otras cosas que me reclamaban, de repente, ha empezado a incrementar fuertemente su atractivo.
Por el procedimiento de la algo desconcertante voz en off del narrador me ha recordado nada menos que a la genial "Une simple histoire" de Marcel Hanoun, pero aporta también cantidad de referencias cinematográficas y literarias, con gente huida y confinada, en espera de barco con el que huir, en Marsella. De hecho, es una adaptación del "Transit" de Anna Seghers, que ella escribió basado en su propia experiencia en la ciudad de Marsella hasta que en 1941 zarpó su barco hacia México, con la particularidad que en la película, si bien los nazis se van acercando a la ciudad, todo está ambientado en la actualidad.
Marsella haciendo el papel de una cierta Casablanca, Paula Beer con un papel de mujer realmente interesante, un café -el Mont Ventoux- clave para encuentros y desencuentros,... Diría que bien merece verse, esperando, desde luego, a que todo vaya cuajando en su segunda parte.

El intendente Sansho

El intendente Sansho, junto al mar. Anoche veía en la Filmoteca, asombrado, ese final en el que se condensa toda la desesperación, la tristeza destilada por los personajes de “El intendente Sansho” (Kenji Mizoguchi, 1954) ante tanta desgracia vivida. Poco antes, desde la butaca, me abstraí por un momento de la trama del film. Vi las siluetas de los espectadores de las filas delanteras recortadas sobre la pantalla. En ella, un personaje, nombrado inesperadamente gobernador, explicaba sus razones a otro personaje. Dos imágenes en blanco y negro, dibujadas en un mar de grises, en una composición de interior perfecta.
Ya antes, de tanto en tanto, cada una de las escenas que se desarrollan junto al mar, de una belleza increíble, me iban confirmando que nos encontrábamos ante un auténtico monumento.
Cabe la posibilidad de que todo esto me hiciera olvidar que poco antes, ante otro tipo de escenas, me sorprendías también algo distanciado de lo que iba sucediendo en la pantalla, constatando que ya no veía y vivía “El intendente Sansho”, o bien otras películas de Mizoguchi, con la sensación de plenitud con la que lo hacía.
¿Habré perdido esa pasión por descubrir en el cine lo que me había llegado a imaginar de perfección absoluta leyendo en revistas y libros frases ditirámbicas, a fuerza de ver en ellos fotografías que te hacían pensar en una película construida en tu cabeza idealmente? ¿Será un cierto distanciamiento, con la edad, ante los valores considerados seguros?
No sé. El que sí sé es que me voy descubriendo, especialmente ante Mizoguchi, voluble total. Tan pronto me quedo maravillado globalmente por una película suya (“Historia de los crisantemos tardíos”) como veo que se me hace inacabable otra suya que me había en su día entusiasmado (“Oharu, mujer galante”). Quizás sea sólo producto del momento, del calor, del bienestar físico o mental con el que te afrontas a la película, y la valoración seguramente bajará o subirá según mi estado durante la próxima visión.
Mientras tanto, a ver si recuerdo de “El intendente Sansho”, por ejemplo, sus cinco o seis escenas junto al mar. Escenas, ya lo he escrito, de una belleza que te hace sublimar la película entera.








jueves, 11 de octubre de 2018

Guitry de toujours. Guitry pour toujours


El segundo documental de anteayer en TV5Monde era mucho más tradicional, sin florituras (y, en esta ocasión, eso era una ventaja), que el de Prévert. Tampoco es que fuera de los buenos, pero iba informando, a su manera, de su personaje, un personaje del que me gustaría ver, por ejemplo, un ciclo completo de sus películas en las Filmoteca: Sacha Guitry.
El doc, “Guitry de toujours, Guitry pour toujours” (Jacques Pessic, 2018). Muy para televisión, en él una serie de personas allegadas, entre reportajes con sus imágenes y su voz, recorren su actividad, dan cuenta de sus múltiples matrimonios con actrices mucho más jóvenes que él y pasan, defendiéndolo, por las acusaciones de colabo que le hicieron tras la guerra.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Prévert, paroles inattendues


Ayer feliz noche de documentales actuales en TV5Monde, iniciándose con un programa dedicado a Jacques Prévert. Hecho de una forma que a mí no me place especialmente, sino todo lo contrario, "Prévert, paroles inattendues" (Pierre Béziat, 2017) contiene, eso sí, trazos biográficos, fotografías, grabaciones del escritor, escenas de películas que dialogó, trozos de sus canciones o sus ambientes parisinos (Jardín de las Tullerias, el Sena, la Place Saint Suplice) que lo hacen, en cualquier caso, creo yo, interesante.

martes, 9 de octubre de 2018

Rembrandt

Hacía mucho tiempo que -salvo en el caso de algún festival- no iba a una sesión matinal en un cine. Lo he hecho hoy yendo a una sala sorprendentemente muy llena del Verdi, que se ha sacado de la manga sus “Martes Culturales”, proyectando periódicamente largometrajes sobre artistas. Por ahí pasarán documentales sobre Caravaggio, Matisse, Bernini o unos cuantos más.
Si siguen la pauta del de hoy (“Rembrandt, de la National Gallery, Londres y el Rijksmuseum, Amsterdam”, Kat Mansoor, 2014), vas a ver el documental, claro está, por el pintor o escultor, nunca por quien dirige el documental, que apenas aparece, pero podría, desde luego, llegar a acabar con el interés más superlativo por el pintor más grandioso.
No es el caso del de hoy, que se sigue sin sobresaltos autorales de ningún tipo, permitiendo disfrutar de -sobre todo- los cuadros del último periodo de Rembrandt y opiniones e informes sobre ellos impartidos por gente de nivel, versada en el tema.
Se rodó para apoyar la exposición “Rembrandt. The late works”, que tuvo lugar en la National Gallery londinense, recogiendo muchos cuadros del Rijksmuseum en remodelación. Como dice uno de los comentaristas, cuadros de la última época del pintor, cuando ya no estaba preocupado por entender y hacer suyos aspectos de otros pintores, sino que contaba únicamente con la aplicación de su experiencia para hacer lo que quería. Con tan extraordinarios resultados...