Jesús Franco no gana para desengaños en “El extraño viaje” desde la muerte de sus padres. Invoca al tiempo pasado continuamente: “¡Con lo buenas que estaban las peras del huerto de papá!” ¿Cuáles podrían ser esas riquísimas peras del huerto de papá, a conservar en la memoria? Aquí –Cine- se intenta recopilar y dejar visibles las impresiones a vuelapluma, en general sin documentación ni análisis previos, de la reciente visión de alguna película que me haya causado buenas vibraciones.
miércoles, 31 de mayo de 2017
La vida en rojo
lunes, 29 de mayo de 2017
El cine Phenomena
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| Junto al ambigú. Al fondo, una de las escaleras a la sala. |
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| La cortina, esperando abrirse para desvelar la pantalla. |
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| Vestíbulo. |
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| La cola de la sesión sorpresa arranca a andar. |
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| La cola interminable llegando al cine, donde les van a pasar una película de la que no saben ni su nombre. |
El desmayo de Fanny Ardant en el Dictionnaire Truffaut
Para preparar una charla sobre Truffaut he leído el “Le dictionnaire Truffaut” que Antoine de Baecque y Arnaud Guigue editaron, con entradas de 22 autores, en 2004. En él se da un repaso a todos los detalles de sus películas, demostrando lo engarzadas que están entre sí y con su vida. Entre ellos, éste del desmayo del personaje de Fanny Ardant, que tanto me impresionó en la revisión de “La femme d’à coté”, y que me indujo a escribir la nota que publica hoy “La Charca Literaria”:
Los ojos vendados
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| Sólo encuentro esta foto en blanco y negro, cuando en el film la imagen era en color. Yo diría que la casa del fondo es la de "Elisa, vida mía". O es todo un espacio muy parecido. |
Ni contigo ni sin tí tienen mis penas remedio
Gran parte de los hallazgos de Truffaut son ideas de guión, luego muy bien resueltas en el rodaje. Ver, ahora de nuevo, todo el principio de La femme d’à coté te lo confirma. Descubrimos que la narradora (la que da pie a esa voz en off tan característica de sus películas, inicialmente con su cara sobreimpresionada mirando a cámara, otro elemento característico del cineasta) es coja, ofreciendo así un punto de intriga sobre el origen de la cojera, sus circunstancias y todo lo desencadenado alrededor de ella a lo largo del metraje. Bernard trabaja —como «l’homme qui amait les femmes»— con unas maquetas de barco de gran tamaño, gracias a lo que se añade un punto de originalidad al personaje de Depardieu, muy por encima de lo que brindaría el sempiterno abogado o periodista. Todo está poblado de pequeñas acciones, diálogos al margen, curiosidades, que amueblan como quien no quiere la cosa la trama, dándole un toque de «realidad» para uno u otro espectador que no existiría si todo fuera directo al grano, sin estos minúsculos puntos de atención adicionales.
Pero Truffaut también tenía mano para que alguno de sus personajes diera a entender de forma inesperada, fulgurante, la pasión que le consume por dentro. Aquí es Mathilde (Fanny Ardant), tras la caricia que le da Bernard en el parking, después de haberse reencontrado tantos años después de su relación y haber serenamente acordado ambos continuar felizmente como amigos, olvidando todo lo que hubo entre ellos, quien cae fulminada al suelo. Todo el recuerdo del fuego que la consumía le sube a la cabeza provocándole un desmayo. Es con elementos así, colocados sin miedo al ridículo, como Truffaut va confeccionando una película de esas de amor más allá de la muerte, que entusiasmaría a los surrealistas.
Esa Fanny Ardant, siempre tan bien puesta y segura de sí misma, cayendo a mis pies, indefensa, cuál pobre pajarillo, me llegó al fondo del alma.
domingo, 28 de mayo de 2017
Hombres y trabajos
Durante un tiempo estuve buscando –con muy escasos resultados- películas que pudieran conformar un ciclo sobre “los ingenieros y el cine”. La de hoy en la Filmoteca (“Hombres y trabajos”, Aleksandr Macheret, URSS, 1932) aporta la figura de un ingeniero cuando menos peculiar: Es un americano que se dirige en tren, con gafas de concha, pipa, chaqueta y pantalones –de golf- de tweed, oyendo un gramófono, a la URSS, invitado para supervisar una de sus enormes obras de la época, en este caso una gran presa.
66 scener fra America y Nye scener fra Amerka
viernes, 26 de mayo de 2017
Tren de noche
El hombre erótico
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| La chica del barco por el Amazonas, antes de la lluvia. |
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| La mujer de Dakar, con un vestido de elegante colorido. |
martes, 23 de mayo de 2017
Esquizo
lunes, 22 de mayo de 2017
The train goes East
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| Perdido tontamente el tren en una estación, deben emprender un azaroso viaje, por varios medios. |
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| La fiesta en el vagón restaurante para celebrar el fin de la guerra y la victoria. |
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| Un número cómico, que empieza en una estación con unos ininteligibles altavoces, a la manera de los de "Les vacances de Mr. Hulot" de Tati. |
viernes, 19 de mayo de 2017
El cine Los Ángeles de Santander
Louis Malle le rebelle
Vi hace poco "Louis Malle, le rebelle" (Pierre-Henri Gibert, 2016), un documental sobre el director francés, centrado únicamente en su biografía como cineasta, dejando al margen a sus Candice Bergen y demás.
miércoles, 17 de mayo de 2017
Liza (La cagna)
viernes, 12 de mayo de 2017
Fai bei sogni
Siempre me gustó Bellocchio. Esos mamporros a la familia, la iglesia, la institución militar, me parecían bien dados, y me hacían poner de su parte con energía. Pero en sus últimas películas, él ya cercano a octogenario, viéndolo como uno de los pocos cineastas de mi juventud felizmente activo, y todavía haciendo ir a ver con interés sus películas, el vínculo se acrecentó. En su última estrenada, "Fai bei sogni", descubrí las razones profundas por las que me pasaba. E intenté escribirlas a partir de una escena que me llegó al alma. Hoy aparece en "La Charca Literaria" el artículo que me salió.
La tabla de salvación de Massimo
«Non si può vívere senza Rossellini», dicho así, categóricamente. Y uno, que ya había pasado por Roma città aperta, Paisa y Germania anno zero, se sentía súbitamente tocado por una verdad inapelable, sin saber cómo no había oído a nadie proclamar antes así, a los cuatro vientos, lo tan evidente. Lo decía un personaje de Prima della revoluzione, una película sobre la que, cuando alguien mencionaba su título, me gustaba subrayar, poniendo cara de placer (falsamente) recordado y ya perdido, aquello de que «quien no ha vivido antes de la revolución no sabe lo que es la dulzura de vivir».
Pero todo esto es sólo para poner una nota de ambiente y situarnos. Estaba arrancando la década de los 60. En Francia había surgido la Nouvelle Vague. Por los demás países, siguiendo el ejemplo, había hecho eclosión un nuevo cine que traía aires nuevos y decía mucho más. En Italia, ese nuevo cine tenía además un marcado carácter político y, como tal, a España sólo pudo llegar años más tarde, gracias a la mayor tolerancia de las salas de arte y ensayo. Así lo hicieron los primeros films de los hermanos Taviani con Valentino Orsini, de Francesco Rosi,… Pero sobre todo los de Bernardo Bertolucci y Marco Bellocchio.
De este último eran las películas más virulentas. Leo Castel iba en plan insolente con I pugni in tasca, y en otra película se nos advertía que La Cina é vicina. Siempre, en éstas y en las siguientes (que llegaron a pasarse hasta en salas S para, a continuación, dejar de llegarnos), Bellocchio hacía un alegato visceral contra la familia, el ejército, la iglesia y todas las instituciones y costumbres burguesas. Por eso sorprende un poco ver ahora una película suya en la que todo gira alrededor de la bestial hendidura producida en un niño cuando muere súbitamente su madre. Una herida que vemos que no cicatrizó ni de adolescente, ni de joven, ni de hombre bien maduro, como apreciamos en los tiempos pasado y presente de esta Felices sueños (2016). Quizás Bellocchio, ya con bastantes más años encima, aborda últimamente los temas con más comprensión, con una notoria tolerancia hacia la humanidad.
Pues bien, pasemos a los lloros o, para ser más precisos, a la pugna por controlar un poco esa emoción que empuja por salirte por los ojos cuando te alcanza la escena, una escena que, por lo demás, es hasta divertida. Massimo ha ido a ver a una doctora de guardia que previamente le ha resuelto, vía un teléfono de emergencias médicas, un estado de ansiedad gordo. Tras un pequeño diálogo tranquilizador, ella le receta:
— Si vuelve a sentirse mal, llame a un amigo de confianza.
— ¿Puede ser Vd.? — le pregunta rápidamente un preocupado (pero, a la vez, viendo ahí el cielo) Massimo. A lo que la guapa doctora no puede más que responder mediante una risa espontánea, mostrando su espléndida dentadura.
La película podría llegar a ser, si se entra en ella, «de mucho llorar». Emociona reconocer en una escena a Roberto Herlitzka, el magnífico actor que hacía de Aldo Moro secuestrado en Buenos días, noche, dando una clase sobre el Universo. O podría uno ponerse a llorar a moco tendido, si no sonase un poco excesiva, la lectura ficcionada de esa carta al lector que Máximo escribe finalmente en el diario, recordando el gesto de su madre de pasar por su cama para taparlo, despidiéndose así de él. O al ver la felicidad trasmitida en esos grandes momentos del aprendizaje del baile con su madre. Pero a mí ha sido en ese preciso instante, con ese diálogo, cuando, pequeña sonrisa tirando de los labios superiores hacia la nariz, un efluvio de ternura casi se lleva por delante mi compostura debida a una sala de estreno.
Por un momento he pensado que por fin esa doctora, esa chica tan agradable, va a sacar a Massimo de ese pozo tan negro en el que le dejó la desaparición de su madre, y me he regocijado sinceramente, alegrándome por él, con toda la ilusión del mundo. De la misma forma que me reconforta que desde la última vuelta del camino, que diría Baroja, Marco Bellocchio tenga claro y haga ver que lo que hicieron con Aldo Moro esos estudiantes fue una salvajada, o que se descubra a sí mismo, tan combativo como era, con un cierto fondo sentimental, que ya no se esfuerza en ocultar.
jueves, 11 de mayo de 2017
Mirades del cine. L'altre cara dels festivals
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| La fotografía del cartel. |
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| Pases de prensa, corresponsales... |
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| Invitados. |
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| Y retratos de actores. |
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| No siempre del rostro. |
miércoles, 10 de mayo de 2017
Cruce de caminos
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| Los cuatro amigotes |
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| Rlla, en tranvía |
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| Em la fábrica, como supervisora |
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| No es una imagen de la película, pero para dar una idea... |
















































