Según explica el propio David Mamet, para la preparación de los actores que iban a interpretar a los criados en "El caso Winslow" ("The Winslow Boy", 1999), contrataron a un antiguo mayordomo, ya de unos noventa años, quien muy ceremoniosamente iba instruyéndoles sobre cómo debían comportarse. Básicamente todo se resumía en que debían evitar ser vistos, como si no existieran. Así lo hace en el film Sara Flind en su papel de Violet, la criada que ha servido en casa de los Winslow toda la vida. Pero en la escena de la imagen, cuando Arthur Winslow (Nigel Hawthorne) le pregunta, entonces sí, ella contesta.
Jesús Franco no gana para desengaños en “El extraño viaje” desde la muerte de sus padres. Invoca al tiempo pasado continuamente: “¡Con lo buenas que estaban las peras del huerto de papá!” ¿Cuáles podrían ser esas riquísimas peras del huerto de papá, a conservar en la memoria? Aquí –Cine- se intenta recopilar y dejar visibles las impresiones a vuelapluma, en general sin documentación ni análisis previos, de la reciente visión de alguna película que me haya causado buenas vibraciones.
viernes, 29 de abril de 2016
El caso Winslow
Según explica el propio David Mamet, para la preparación de los actores que iban a interpretar a los criados en "El caso Winslow" ("The Winslow Boy", 1999), contrataron a un antiguo mayordomo, ya de unos noventa años, quien muy ceremoniosamente iba instruyéndoles sobre cómo debían comportarse. Básicamente todo se resumía en que debían evitar ser vistos, como si no existieran. Así lo hace en el film Sara Flind en su papel de Violet, la criada que ha servido en casa de los Winslow toda la vida. Pero en la escena de la imagen, cuando Arthur Winslow (Nigel Hawthorne) le pregunta, entonces sí, ella contesta.
jueves, 28 de abril de 2016
John From
Tenía una corazonada con una película brasileña del Festival d’A de la que no sabía prácticamente nada: “John From” (Joao Nicolau, 2015). Explicaba a todo aquel que quería oírme que la había escogido porque me atraía enormemente todo el cine de ese país que últimamente había visto. La primera sorpresa ha llegado cuando he descubierto que no se trataba de una película brasileña, sino portuguesa. La segunda, viendo que tenía como protagonista a una chica y a su amiga, ambas casi adolescentes, y que con sus músicas, juegos, comunicaciones vía móvil y demás, quizás fuera más dirigida a la menor de mis hijas que a mí.
miércoles, 27 de abril de 2016
L'ombre des femmes
¿Puede la facilidad de comprensión de una película perjudicar la valoración que hagamos de ella? Ya sé que la respuesta lógica y categórica debería ser que no, que nunca, que al revés, pero… Me explico, aunque sea echarme piedras a mí mismo.
Sangue del mio sangue
lunes, 25 de abril de 2016
sábado, 23 de abril de 2016
El juez
Fabrice Luchini ya daba muy bien como personaje maniático y asocial y, con la edad, que agudiza estas cosas, borda su papel de juez -¡Perdón! De Presidente de Tribunal- en “El juez” (“L’hermine”, Christian Vincent, 2015). Comparte cartel con Sidse Babett Knudsen, quien como protagonista de la serie “Borgen” también sabe pasar muy bien de una cálida sonrisa a una mueca de seriedad o enfado.
Oleg y las raras artes
Andrés Duque comentó ayer, tras la presentación de su “Oleg y las raras artes” (2016) en el Festival de Cinema d’Autor de Barcelona, que quería empezar la película mostrando a Oleg Karavaychuk en Madrid, señalando “El jardín de las delicias”, de El Bosco. No pudo ser, y en sólo en una ocasión el pianista y compositor nombra a El Bosco, pero no ha dejado de sorprenderme la casualidad, después de haber pasado tres días completos en un seminario sobre el pintor.
viernes, 22 de abril de 2016
El caso Winslow
sábado, 16 de abril de 2016
El mundo sigue
miércoles, 13 de abril de 2016
By Sidney Lumet
martes, 12 de abril de 2016
El sur
El Sur
El Sur
En er mundo
Cuando mis hijas eran muy crías les pasé varias veces medio El Sur (Víctor Erice, 1983).
Digo medio, no por esa historia, ya muy conocida, de que Querejeta dio por terminada la película antes de que su protagonista viajase en busca de los lugares de su padre hacia el país de la luz al que aludía el nombre de la película. Eso iba a posibilitar que Víctor Erice, rodándolo, dejase atrás definitivamente todo un ambiente de oscuridad que tenía muchas ganas de olvidar. Encalló, pues, en su mitad el asunto, pero no voy por ahí.
Digo medio, en realidad, porque cuando llegábamos a la escena central, con la niña Estrella saliendo de su casa, cogiendo su bicicleta y alejándose seguida de su cachorro por la carretera que pasa justo delante de la casa de la veleta para, a continuación, en una de las más hermosas elipsis del cine español y universal, regresar por la misma carretera ya en otoño, hecha toda una adolescente, en una bicicleta de tamaño adecuado a su edad y acompañada por el perro lobo ya muy crecido, en ese preciso momento, digo, las enviaba a dormir. Les decía que ya verían por su cuenta la segunda parte de la película, con Estrella mayor, cuando fueran ellas también mayores. Aguantaba estoicamente, pero inflexible, el consecuente berrinche porque la querían seguir viendo: ni la acabarían de entender —les decía— ni tenía ningunas ganas de pasarles una segunda parte en que Estrella ya no guardaba con su padre esa relación ideal, llena de admiración y adoración, que había mostrado hasta ese momento.
Poco antes, yo creo que sabiendo lo poco de iglesia que era su padre, habían disfrutado viendo conmigo unas de las más emocionantes escenas de la película, motivo de este relato. Estrella va a hacer su Primera Comunión. Está en la iglesia y, por el rabillo del ojo, ve como su padre —agnóstico reconocido— se ha acercado hasta la puerta. Corre hacia él, loca de alegría del detalle que ha tenido para con ella, y le dice que se quede fuera si quiere, pero que no se vaya. A continuación enlazamos con la fiesta pagana en casa, donde padre e hija bailan el pasodoble En er mundo, al son de un acordeón de un vecino y las palmas de su familia.
Ellas ya no veían, pues, la escena complementaria, en la que también suena En er mundo, como repara y se lo hace notar su padre a Estrella, ya mayor. Ambos están en una mesa de un hotel intercambiando una conversación desencantada. Estrella lo deja ahí y, al irse, echa un vistazo de refilón al salón vecino, donde se celebra una boda con esa música. Pero acaba yéndose del todo, lanzando un saludo con la mano que su padre responde desde lo lejos, ahí solo, detrás de la mesa. También emocionante, pero desolador.
Señores jueces: Sean Vds. magnánimos. Actué de esa forma únicamente para retrasar el descrédito que sabía que, tarde o temprano, iba a llegar.



























