lunes, 5 de mayo de 2025

Altas variedades


Me da la impresión que está dándose una cierta reivindicación del cine de Rovira-Beleta. “El expreso de Andalucía” seria la película que más lo está consiguiéndo, pero Betevé ha pasado en su siempre interesante programa “Barcelona… i acció”, en el que pueden pescarse todo tipo de películas rodadas en la ciudad, “Altas variedades” (1960) y, aunque para mi gusto su final se trame y alargue demasiado, todo su planteamiento diría que puede favorecer ese proceso.
Su feliz adscripción a ese programa queda justificada desde sus mismos títulos de crédito, en los que, tras la llegada de un tren tomado desde las vías como en “El hombre de la cámara”, la protagonista llega a la Estación de Francia y, cargada con su maleta -como los inmigrantes de “Largo viaje hacia la ira”-, se dirige por todo el Paseo de Colón, para luego dirigirse Ramblas arriba. Pero luego la cosa se acentúa. La pensión de los protagonistas y otros espacios de las Ramblas, por ejemplo, son escenario frecuente.
Estar pendiente de estas cosas tiene el peligro de atender más al entorno que a la escena, como me ha pasado viendo el seguimiento que hace él de ella por un parque urbano repleto de escolares uniformadas, durante el que casi sólo he estado lanzando especulaciones. Pero la película se hace atractiva por otras cosas.
Una es, cierto, el retrato de una época aún muy atada a ese relativamente cercano pasado -la Pensión Escudero con su placa y habitaciones con sobrepuertas que dejan pasar la luz, los marineros de la Navy paseando, las botellas de Soberano o El Fundador como remedio contra todo tipo de penas- pero también una planificación cinematográfica muy cuidada que no es frecuente en el cine español.
Ahí están como logros estéticos que infieren fuerza, si no, la impresionante escena de la azotea de la pensión, con toda la colada al viento, aumentando su misterio y dramatismo (hay muy pocas imágenes de películas anteriores a internet, y la que he encontrado no da cuenta de los hermosos y duros planos en picado que también se dan), o la de la pareja caminando sobre las traviesas de unas vías, con el anochecer siguiéndolos.
O pequeños detalles de puesta en escena. Cuando ella acaba de prometer un amor para siempre, empieza a llover y debe abrir el paraguas. O esa otra: obsesionado por todo lo que se le pasa por la cabeza, en el café, sólo se oye lo que le está diciendo Caffarel en tono muy bajo, porque realmente no le escucha, y podría decirle lo que fuera.

 

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