domingo, 22 de junio de 2025

Perec. El hombre que se negó a olvidar


Parece la voz de Frédéric Mitérrand la que conduce la narración, poniendo una línea de orden entre reportajes, fotografías antiguas y secuencias de películas sobre la vida de “Perec. El hombre que se negó a olvidar” (Pierre Lane, 2022; en Filmin), pero se trata en realidad de la del actor Jacques Gamblin.
Poco importa. Tiene por momentos su deje poético, descubriendo detalle tras detalle clave sobre el escritor. Y, sobre todo, revela, vía una enigmática dedicatoria de un escrito posterior, lo que hay realmente detrás, como fondo, en la desaparición de la letra en su famoso libro.
Muy recomendable para todos aquellos que sientan una mínima curiosidad por tan enigmático personaje, Georges Perec.



 

From the Center




El centro.


Los 12 canales

Cuando en 1983 Eugenia Balcells presentó en la Fundació Miró “From the Center”, lo hizo con sólo una parte de la instalación: el punto central seguía estando, pero el círculo completo se había limitado a dos puntos equidistantes, cada uno con un monitor. En uno de ellos, veías aparecer el sol, y en el otro ocultarse. Lo titularon “Cercles de temps” (Circulos de tiempo). Un par de años después, la sala Metrónom presentó la instalación completa.
Es esa instalación completa la que ha comprado el MNAC y puede verse (anunciada ahora mismo en su fachada como único elemento destacado) en su sala oval, donde han construido una cúpula para alojarla.
Perdida un poco la sensación de austera integración en la naturaleza que tenía en la Miró, los otros paneles (Eugenia Balcells les llama monolitos, pensando -supongo- tanto en el 2001 como en los menhires de Stonehenge), con sus aportaciones urbanas y de vida aérea, le dan un toque cosmopolita, sin alejar el conjunto en absoluto del camino de pensamiento místico que a partir de entonces emprendería la artista, con sus experiencias místicas con los navajos y otros encuentros decisivos.
Merece la pena ver la entrevista a Eugenia Balcells, explicando los pormenores de la pieza, que se exhibe en una sala vecina.


El punto central de los doce canales, el terrado de su apartamento en Little Ítaly

El edificio en cuestión.

Tres canales y el centro. Perdón por la horrible fotografía.





Me dejaba la foto con la banderola en la fachada, que debe enorgullecer a Eugènia Balcells…
 

sábado, 21 de junio de 2025

El médico de los pobres


Me gusta el tratamiento, tan sereno, que hace “El médico de los pobres” (Federico A. Rioboo, 2023; en Filmin) de un caso desgraciadamente frecuente en la geografía española, el de un médico comarcal que ejerció de alcalde republicano, asesinado en 1936 en Galicia tras el golpe de estado, y cómo ha debido ir rastreándose poco a poco su pista hasta intentar dar, por lo menos, con su cuerpo.
Reúne la memoria de los escasos supervivientes (y entre ellos un hombre de 95 años, que tenía entonces
😎
, descendientes (fundamentalmente un sobrino, hijo del hermano pequeño del médico, emigrado previamente a Latinoamérica, quien atraído por la historia familiar, fue preguntando, escarbando en memorias y archivos para escribir la historia de su tío abuelo), historiadores y activistas empeñados en, por lo menos, que se sepa todo lo que pasó.
Y un caballo blanco, una leyenda incrustada en la memoria del lugar.


 

Tavernier sobre Melville


Más sobre las memorias de Tavernet: su encuentro inicial -decisivo- con Jean-Pierre Melville.
Tras explicar su primera visita a su estudio de Pigalle, donde rodaba todas sus películas, y ofrecer una guía turística detallada sobre todos los sitios donde ir a tomar algo a los que le invitó, una anécdota que ayuda a perfilar, más allá de su impermeable, gafas oscuras y sombrero Stetson, su personalidad.
Hay que tener en cuenta que Melville ya sabía con quién había de vérselas. Estaba dejando boquiabierto a un jovencito entusiasta del cine, aun con ideas muy difusas sobre a qué quería dedicarse, pero que absorbía con fruición todas las informaciones que su maestro le pasaba. Como dice Tavernier mas adelante, alguien que le ofrecía esa agradable sensación de sentirse escuchado.
Uno de los sitios que nombra Tavernier le dio a conocer Melville y que frecuentaban mucho era una tienda de bocadillos de la calle Colisée, que se ve admitía a comensales a cualquier hora. Como en la rue Colisée estuvo mucho tiempo una muy interesante librería de cine parisina, me hace gracia pensar (aunque sea imposible, porque la que pienso abrió la moda de bocatas estilo “Pan’s & Company” mucho después) que yo también la frecuenté.
Pues bien: Melville le explicó que los dos hermanos que llevaban el local tenían una relación familiar, estaban emparentados con William Wyler, que había nacido en Mulhouse. Como dice Tavernier en sus memorias, “eso confería una suerte de aura prestigiosa a ese restaurante, donde se encontraban a menudo con amigos del cine-club”.
Pero remata:
“Una noche que cenaba yo sólo, quise verificar esa información con uno de los hermanos, quien quedó aturdido. Ni parecía saber quién era Wyler.”

 

jueves, 19 de junio de 2025

Ciencia Ficción dulcificada


Época de pasión por los grandes de la ciencia ficción leo ahora que pasó Bertrand Tavernier en la época de alumno del Lycée. Y suelta una reflexión que me parece muy acertada (uno, siempre con ganas de ir haciendo amigos).
Viendo la seriedad de planteamientos de Bradbury, Asimov, Arthur C. Clarke, Philip K. Dick,… se extrañaba de la pobreza de guión y puesta en escena del cine norteamericano de Ciencia Ficción. Dice que incluso tras “2001” y “Blade runner”, la rutina volverá a ser el tono general, excepción hecha de unos pocos toques de algún cineasta. Y añade la frase que suscribo, más que nada, como él, sorprendido del exitazo de la saga:
“El ciclo de “Star Wars”, que traspone guiones de westerns de serie Z dotándolos de una fraseología algo grandilocuente, parece haber recortado la invención de los guionistas, reemplazada por un libertinaje pirotécnico y un diluvio de efectos especiales. Como muy acertadamente decía Catherine Breillat: ‘son films a los que se entra teniendo doce años y, cuando se sale de verlos, se tienen seis’.”


 

miércoles, 18 de junio de 2025

El prisionero de Zenda



La mayoría de las primeras referencias a películas que hace Bertrand Tavernier en sus memorias suelen corresponder a versiones cinematográficas efectuadas a partir de las novelas que tan apasionadamente había leído en su infancia y juventud.
Es el caso de “El prisionero de Zenda” (John Cronwell, 1937) que, versión de la novela de Anthony Hope, “basada en el tema indestructible del socias”, vi en su honor anoche en Filmin.
Señala Tavernier que la película (en realidad habla de las novelas de Hope) “impuso, en el mapa de una Europa de opereta, el reino imaginario de Ruritania, homólogo de la Syldavia de “El cetro de Otokar” de Hergé”.
Y es verdad que en una (película) y otro (libro de las aventuras de Tintín) aparecen ese reino escala del Orient Exprés, esa media chaquetilla del traje de gala de los húsares, y hasta algún personaje de fisionomía habitual de los malos -o por lo menos los más exóticos- de Hergé.
Claro que también hay una salida por una puerta del rey, anunciada repetidamente por los trompeteros reales, que a ver a quien no le lleva al “Sopa de ganso” de los hermanos Marx…




 

Tavernier y su Mémoires interrompus


Mientras que la verdad es que no tengo ningunas ganas locas de volver a ver las películas de Bertrand Tavernier que en su día me gustaron mucho, en cambio sí que perseguí tener y ahora estoy disfrutando un montón leyendo su “Mémoires interrompus” (interrumpidas -hay un curioso cambio de género en la traducción de la palabra memorias- por su muerte en 2021), volumen publicado en 2021 por la colección del Institut Lumière que en su día dirigiera, en Actes Sud.
Por ahora, asistiendo como estoy a sus recuerdos y rememoraciones de su infancia, tiene el libro todo lo que le pido a unas memorias: que sepa evocar con ejemplos cercanos una sociedad, una época, unos hechos, un ambiente que, aunque no sean todos ellos los míos, sí tengan algún punto de contacto con mis intereses.
Perteneciendo Tavernier a una familia de sólida posición social y cultural de Lyon, y llevándome él más de una década, dirías que con esas otras coordenadas eso puede parecer una tarea difícil, pero no es en absoluto así. Al margen de que ya puede tratarse de un entorno cultural/temporal de lo más diferente, que unas memorias pueden resultar interesantísimas si están bien escritas y saben despertar tu curiosidad por su mundo, Tavernier juega, en mi caso, con puntos de engarce sólidos: esos puntos de referencia e interés de la ciudad que un niño va aprendiendo y cartografiando, el despertar a la lectura por los clásicos juveniles, la advocación de unas costumbres familiares que, con todas las distancias que se quieran, corresponden a una época que, hasta los cambios radicales que llegaron décadas después, tenían su correspondencia,…
Todo eso y más, por no decir lo de esa que él califica de manía suya de ser muy meticuloso precisando títulos de novelas y, sobre todo, películas, que tanto admiro.
Bueno. A lo que iba. Hablando de su Lyon familiar, Tavernier evoca varias veces un documental que rodó en 1988 para la televisión (“Lyon, le régard interieur”), en el que, entre otras cosas, entrevistaba a su padre. Últimamente, este tipo de libros los leo con internet al alcance, y me ha faltado tiempo para ver si encontraba esa película por algún lado. Soy muy malo haciendo estas cosas, pero por todos los lados de la red que se me ha ocurrido mirar no he encontrado de ese ensayo evocativo, que creo habría sido un buen complemento para la lectura que estoy llevando a cabo, más que un trozo con un recorrido por el misterioso acceso a una casa y algo de esa entrevista con su padre de que hablo.
Ese fracaso me ha hecho pensar lo interesante que podría ser, soñando en unas televisiones e instituciones que podríamos tener, que programasen un ciclo dedicado a los documentales sobre sus ciudades rodados para la televisión por los grandes cineastas. Lo primero que se me viene a la cabeza sería el dedicado a Atenas por Angelopoulos. Luego esa otra rareza que vi hace unos años que era “12 registri per 12 città” (1989) donde pesqué retratos a mi modo de ver muy notables de Bernardo y Giuseppe Bertolucci sobre Bolonia -¡que no era su ciudad!-, Ermano Olmi sobre Milán, Rosi sobre Nápoles o Soldati sobre Turín, dejando fuera a Fellini quizás porque ya había hecho su “Roma”. Y así…
Hubo épocas en las que la televisión podía abordar programas de este estilo, cuando hoy en día me temo que sólo lo veo posible con Arte TV. Esa podría ser también una magnífica tarea a medio plazo de una Filmoteca, o en Barcelona, un CCCB, por ejemplo, que así podría retomar con ese ciclo sus presupuestos iniciales.
Palabras al viento…

 

lunes, 16 de junio de 2025

Lo que decía y ocultaba Fritz Lang


Me había olvidado que había escrito este papel para La Charca Literaria que aparece hoy, no en papel, sino por la nube esa.
Va sobre lo que tiene de enigmática la personalidad y biografía de Fritz Lang, de las posibilidades de dar gato por liebre y, en cualquier caso, de uno de los grandes del cine:

 

viernes, 13 de junio de 2025

François Truffaut. La passion des seconds rôles


Ofrece mucho más de lo que parece este “François Truffaut. La passion des seconds rôles” (Armand Hennon; Éditions LettMotif, 2024). Sobre el papel un libro fácil con las fichas de cien actores que aparecen en papeles secundarios en las películas del director francés, una vez leído uno se da cuenta de lo laboriosa que ha debido ser su preparación y del grado de conocimiento que trasmite. Te das cuenta de la tupida red de relaciones desencadenadas por su filmografía, te sorprendes por reveladores detalles asociados a cada una de las obras y al final compruebas lo productivo que ha sido, aportando más al conocimiento del cineasta y sus películas que los más sesudos trabajos.
A lo largo de muchos años Hennon ha ido recopilando datos y entrevistando para obtener su información de base a todos los actores supervivientes, sonsacándoles todo tipo de anécdotas de lo más reveladoras. Te enteras así de los múltiples intentos previos que suele haber antes de que un actor acabe interpretando uno de estos pequeños papeles y recibes una visión de lo que puedes ya conocer, pero con el valor añadido de estar vivido desde dentro.
Abre, además, el campo para intentar buscar y conocer mucho cine que al menos a mí me ha pasado desapercibido. Pondré un ejemplo, el de Jacques Rabiolles, quien interpretó en “Domicilio conyugal” a ese personaje que se pasaba la película pegando sablazos a Antoine Doinel cada vez que se cruzaba con él. ¿Quien sabía que él mismo era, en realidad, un muy especial cineasta independiente, que fascinó a Henri Langlois con su primer largometraje, “Le daguemaluach” (1968), hasta el punto que, tras compararlo con Godard y Garrel, dijo nada menos que le recordaba a “L’Atalante”, señalando que Robiolles era “el maestro de un nuevo cine que conjuga, que recrea todo lo que había desaparecido y nos hacía falta, la verdadera poesía del arte cinematográfico”.
Esto del cine apasionante, los buenos días, no se acaba nunca.


 

Jaime Natche


Me he quedado de piedra al saber, leyendo el editorial del “Caimán. Cuadernos de Cine” de junio, del fallecimiento de Jaime Natche.
Manuel Asín escribe sobre él de forma clara, informada y emocionada el artículo que he fotografiado, al que remito a quien quiera saber sobre su recorrido ligado al cine y, también mucho, a la Palestina natal de su padre.

Me sabe muy mal, entre otras muchas cosas, que esta amabilísima y discreta persona ya no publicará el libro sobre José Luis Guerin que tenía en su mente, para el que iba pacientemente, sin prisas, recopilando , clasificando y ordenando escrupulosamente toda la información aparecida en cualquier rincón. Porque internamente me decía que, cuando apareciera, esa vez sí, ya podríamos descansar satisfechos, pues tendríamos por fin el libro que su cine se merece. 

jueves, 12 de junio de 2025

Biblioteca de piedra seca

Foto robada desde dentro de la Filmoteca, Vicenç Altaió luciendo una de esas especie de fez que a veces suele. Como me dijo una amiga que había estudiado con él, ese proceder de lucir ropas elegantes exóticas es bastante posterior, como puede verse en la fotografía de su época universitaria, en la que luce un pelo largo y barbas de la época e iba, remató ella a mi pregunta, con chaquetas de pana y cosas así.




Mira que salen imágenes de la biblioteca y sus libros en la película, pero no ha habido forma de que obtenga ninguna más que ésta.

La estantería pintada por Amat sobre el cuerpo de Altaió.

Una de las performances.

Preestreno ayer en la Filmoteca de “Biblioteca de piedra seca” (Joan Vall Karsunke, 2025), que se estrenará antes del verano en cines. Según deduje, esa fue también la ocasión en que su protagonista, Vicenç Altaió, la vio completa por vez primera, porque en el coloquio el director le preguntó delante de todo el auditorio, algo temeroso, que qué le había parecido.
En la presentación previa a la proyección también oímos que en un primer planteamiento Vall le propuso a Altaió hacer una serie de recorridos panorámicos por las estanterías de los estantes de libros de su casa. Por la subida de apuesta a la que le retó Altaió, por la búsqueda de “lo raro, lo misterioso” que reconoció Vall Karsunke, por lo que fuera, lo cierto es que la película es mucho más que eso…
Otra aclaración adicional surgida en la presentación inicial estaría ligada al título del film. En su metraje se establece el paralelismo entre una biblioteca y un muro de piedra seca, entre esos estantes rebosantes de libros (que he apreciado siguen un orden de lo más escrupuloso, impecable) y todo un muro corrido, sin argamasa alguna, de en este caso losas planas de las de Cadaqués, en las que éstas hacen tanto de estantes como de los propios libros. En una de las “performances” que la cámara recoge elaboradas por diferentes artistas, además, Frederic Amat pinta sobre el cuerpo de Vicenç Altaió lo que puede interpretarse como una serie de libros colocados en una serie de estantes…
Pues bien, en la presentación Altaió ha reflexionado y trasmitido que la distancia entre el libro y la piedra seca es inferior a la distancia con todos esos nuevos medios que van evolucionando y cambiando rápidamente.
Predomina el silencio (un falso silencio, porque contiene tanto ruidos ambientales como lecturas, recitados y reflexiones) en la película. Pero tiene la música una presencia arrolladora en unos cuatro o cinco momentos. El primero surge mientras atendemos a la entrada nocturna y hemos de creer que clandestina, armado de linterna, de alguien en la casa de Vicenç Altaió. Este alguien se topa -luego veremos que no podía ser de otra manera- con libros, objetos, y todo lo que puebla las múltiples estanterías de la casa.
De esa presentación pasamos a un inicio más habitual, como es ver el despertar de nuestro poeta, que se cubre con una de sus llamativas túnicas, se dirige a ver qué encuentra en la nevera… y hasta ahí vemos que hay libros.
Es entonces cuando irrumpe otra de las más dinámicas músicas, en este caso a cargo del piano de Carles Santos (cuya música volverá a surgir al final, después de la de Pascal Comelade), y diría que es ella la que abre el plano para que apreciemos el encuadre más amplio que llegaremos a distinguir nunca sobre la biblioteca.
A esa visión le sigue la de otras habitaciones, todas forradas de libros, y hasta se ve una cama entre tres paredes cubiertas de arriba abajo por ellos, una imagen que me ha llevado a recordar la habitación que cedía Ricard Salvat en su antiguo piso de la calle Numancia a conocidos que llegaban a Barcelona.
Luego ya iremos (irá el Altaió personaje) visitando estanterías parciales, dentro de toda una biblioteca que dice seguir dos grandes vertientes, la de la poesía y la del trabajo de ideas. Y todo eso alternando con las diferentes performances mencionadas. No he reconocido a todos los artistas invitados, pero ahí están Perejaume, Albert Serra en la taza del water, etc.
Un bloque por el principio, en esta película álbum, parece apuntar hacia una voluntad de incluir unas posibles memorias. El mismo Altaió dice ser hijo de la santa del movimiento perpetuo (Santa Perpetua de la Moguda) o explica sus visitas iniciales a los puestos de libros del Mercat de Sant Antoni, asignando un calificativo del ambiente muy bien encontrado: “todo era -comenta- de lo más rancio”. Poco después va escogiendo al azar, de unas cajas de archivo, unos cuadernos que podrían ser a modo de dietarios o agendas, de los que lee y deja ver alguna cosa.
Las performances no las efectúan únicamente los invitados. Vemos como él, por ejemplo, se deja pintar los labios y poner una corona: hacerse la princesa, mientras que la cámara, por su parte, de tanto en tanto va completando el retrato (pues, como bien ha comentado un espectador en el coloquio, sería mas justo que más que de la biblioteca de piedra seca se hablara en el título de su bibliotecario) con planos como el que nos muestra el rincón de las coloridas corbatas de su vestuario.
Me ha gustado la película (que sale luego al exterior, con escenas entre el bosque, en la costa o hasta bajo el agua de una cala de Cadaqués, para cerca del final caer en un cementerio) como retrato del personaje, porque tiene todos los elementos Altaió, empezando por el misterio, la poesía y el juego.
Y ahí es donde quería llegar: ¿entendió del todo el respetable la carga de juego, de humor, que deja ver en todo su metraje la película? Porque durante toda su proyección me sorprendió el silencio sepulcral que presidía la sala, posiblemente producto de un respeto reverencial hacia el poeta, quizás sólo roto de tanto en tanto por una risa que un servidor no podía contener.
Y luego quizás noté mucha, demasiada adulación en el coloquio. Y habría preferido que se entendiera que se puede estar muy de acuerdo con el resultado y con el artista, pero utilizando -por qué no- la ironía.
El mismo Vall Karsunke parecía estar asistiendo (es verdad que no deja de ser razonable) a un examen del que quería salir con buena nota publicada y exhibida ahí mismo. Por eso lo vi pasar un mal rato -a él y sus colaboradores- cuando Altaió explicó sus dos experiencias cinematográficas desde dentro:
Albert Serra -precisó- trabaja con tres cámaras, y procede luego para llegar a la película definitiva a todo un trabajo filológico, editando a partir del material de esas tres cámaras. Aquí sólo había una cámara. ¡Nunca vi un rodaje tan pobre!- y tras esta expresión de Altaió habría que ver el gesto de asombro y temor de todos los demás de la mesa, que pensaban estaban siendo descubiertos y menospreciados. Vio la cosa Altaió y tuvo que salir rápido al quite, hablando de lo bueno que era el arte pobre y el elogio que suponía la frase que había dicho. Me temo que casi todo el mundo -autor del film y público- acude hoy en día a una proyección de este tipo preparado para recibir y mostrar muestras de adhesión incondicional al resultado, y quieren éstas de forma directa e inequívoca. Es una lástima, porque la película y la actuación de Altaió en ella es rica hasta de detalles perversos muy interesantes, y me dio la impresión de que el coloquio, en vez de engrandecer la impresión de la película, llenándola aún más de matices, no estuvo del todo a su altura.
Una última información recibida: Al final del coloquio Vicenç Altaió desveló lo que está buscando como destino futuro de su extensa biblioteca, que dijo había tenido la suerte de reunir no sólo por compras propias sino también por los muchos libros que le han regalado en su vida al dedicarse al mundo cultural. Precisó que había buscado, como Brossa y Palau Fabre, un sitio local/universal. Y que en su caso enfocaba la cosa hacia Cadaqués. Si somos nosotros los que sobrevivimos, habrá pues otro motivo para acudir a Cadaqués, porque como se va viendo con cierto detalle en la película, su biblioteca es en su conjunto y contiene muchos ejemplares de una gran belleza.



Fotografía que Vall reproduce con Altaió de modelo.


Ya en el coloquio final: fotógrafa, director, protagonista y montadora.
 

martes, 10 de junio de 2025

Du coté d’Orouët



He pensado mucho en Rivette, en el Rivette de esa misma época, viendo “Du coté d’Orouët” (Las playas d’Orouët, Jacques Rozier, 1971; en Filmin).
Decía que en el documental sobre Rozier que también incluye el lote de películas a él dedicado en Filmin salía a menudo, como reconocida finalidad de todas ellas, eso de captar de la mejor forma posible “la realidad”.
Aquí, con una cámara en mano de 16mm, ese extremo se aprecia, por ejemplo, hasta en lo cargadas de verdad que se ven las maletas que deben ascender las tres protagonistas penosamente, pero sin perder el buen humor, por una duna.
De la oficina a una villa en primera línea de mar para pasar las vacaciones, pero en el mes de septiembre, la temporada ya prácticamente finalizada, la enorme playa desierta.
Las tres, broma tras broma, siempre hambrientas, se lo pasan pipa gozando de la casa de la abuela de una de ellas (que ahora no recuerdo si es la misma que, rompiendo todos los esquemas establecidos para toda ficción que se precie, se dirige a la cámara contándole sus sensaciones). La broma sube de nivel cuando se les junta el jefecillo de una de ellas en París. 20 días de septiembre que un rótulo va anunciando.